El arquitecto que alertó de los problemas del Gaiás hace 20 años: «Es como una pesadilla»

Sara Pérez Peral
Sara Pérez LA VOZ

GALICIA

Astrid Eckert

Wilfried Wang alega que la rapidez en el concurso de ideas de la Cidade da Cultura fue el primer gran error

03 abr 2021 . Actualizado a las 23:35 h.

Wilfried Wang todavía conserva la carta de invitación firmada por Alfredo Díaz Grande en julio de 1999 para formar parte del jurado que decidiría el proyecto de la Cidade da Cultura. Él fue el único miembro crítico que se opuso a la idea del arquitecto Peter Eisenman por los grandes problemas que supondría su construcción y posterior mantenimiento, además de los económicos, que se perfilaron como incontrolables. Veinte años después, y habiendo seguido la construcción del Gaiás, Wang sigue pensando que «es como una pesadilla». «Ellos solo querían que fuese espectacular. La única persona feliz aquí es Eisenman, el resto no entendemos nada», comenta el arquitecto alemán.

La Cidade da Cultura era, según Wilfried Wang, un proyecto ambicioso, «algo que no podías encontrar en ningún otro lugar a finales de los noventa». Tan solo en Hong Kong se hallaría una construcción similar. En Europa había centros culturales, pero el Gaiás, explica, suponía un nueva versión que combinaba el nuevo arte con el viejo. «Algunos políticos en Galicia dijeron: ‘‘Debemos mostrar nuestra bandera en el mundo''. Y solo así se puede entender qué es lo que está detrás de esto», revela. No obstante, la innovación con la que se pretendía dotar al proyecto cultural de Galicia escondía sombras más tradicionales. «Si miras los elementos del proyecto de Eisenman, todos son muy tradicionales. La única relación que guardaban era que estaban al lado. La idea inicial quería ser innovadora pero al mismo tiempo buscaba mantener el carácter de Galicia. Y eso era muy complicado», explica Wang.

A los problemas de diseño y económicos se añadían, cuenta, el tamaño de la construcción y el lugar elegido para llevarla a cabo. El proyecto era dos veces mayor que el espacio con el que se contaba. Además, la Cidade da Cultura se edificaría en el alto de una colina, con las dificultades que presentaba esa decisión y con las inseguridades que el jurado mostraba por la respuesta del público. «Eisenman dijo que cortaría la cima de la montaña y que la reconstruiría. Esto es ecológicamente y económicamente disparatado», recuerda. Wang también encontró fallos en los materiales que se habían elegido para la construcción. Según él, Peter Eisenman no estaba interesado en los detalles ni había pensado en su durabilidad. «Yo le pregunté si pretendía que la gente caminase por los tejados. Y me dijo que sí, que por supuesto. Cuando me interesé por el material que tenía en mente utilizar me respondió que cuando aterrizó por primera vez en Galicia se encontró con las cubiertas de teja. Entre el jurado nos miramos y nos dimos cuenta de que no tenía ni idea. Le dije: ‘‘No puedes caminar sobre ellas, las rompes''», relata.

Todo esto, según Wang, se podría haber evitado si el jurado hubiese hecho su trabajo. «No lo hizo», dice. No obstante, parecía, según recuerda, más importante el nombre del arquitecto que firmaba el proyecto que la propia idea. El arquitecto alemán también recuerda a Manuel Fraga como uno de los interesados en que la obra saliese adelante: «Creo que a él le daba igual el aspecto que tuviera. Solo quería una gran construcción».

«No hay lógica, no hay orden»

Las consecuencias de la decisión que se tomó hace veinte años se encuentran, comenta Wang, en el exterior y en el interior. El paisaje que se eligió solo implicaría más costes y un mantenimiento más complicado. «La idea de jugar con la geometría y la imitación de una concha es un juego muy personal. Y no tiene relación con la realidad», dice. Una visión que tampoco se entiende desde su interior: «Ves que tampoco hay correlación. La gente no entiende por qué hay una columna en un sitio determinado o por qué una pared. No hay lógica, no hay orden».

Para Wang, hay muchas preguntas que se tendrían que haber planteado antes de comenzar el proyecto, «pero lo querían para ya». El primer error fue la rapidez con la que se planteó el concurso. Y el prestigio y notoriedad que aportaba el nombre de Eisenman en el proyecto fue suficiente. A él trataron de persuadirlo para que apoyase la construcción, pero no lo consiguieron: «En un proceso de selección largo, ya sabes, tienes que ir al baño. Esto es algo típico. El mensaje que me dieron fue: ‘‘Tenemos que apoyar a Peter. Él es nuestro amigo''. A lo que les respondí que Peter no era mi amigo y que yo no apoyaba a mis amigos porque lo fueran. Solo lo haría si sus proyectos lo merecen».

Después de todo, explica Wilfried Wang, Gaiás es una realidad y ahora hay que hacer que funcione. «Solo se conseguirá si se analizan los errores que se cometieron y se invierte más dinero. No es algo que puedas cerrar y olvidar. Tienes un legado y tienes que lidiar con ello», remata.