Mohamed El Bakkali y José Luis Fernández, pinche de cocina y jefe en el gastrobar Tapa Negra de Ourense: «Vino a hacer prácticas y tuve claro que no lo podía dejar escapar»

GALICIA

MIGUEL VILLAR

El joven marroquí llegó a Galicia siendo menor y, a través del programa Mentor, se formó en hostelería y lleva dos años trabajando con su jefe, que destaca su gran esfuerzo y motivación

09 abr 2021 . Actualizado a las 19:39 h.

Moha, como le llaman sus conocidos, tiene 18 años y una sonrisa fácil y contagiosa con la que adorna todo lo que cuenta. Para empezar, que nació en Tetuán y que con quince años y un visado llegó a España a través de Ceuta. Tras pasar por varias ciudades del norte del país, recaló en Galicia. «Aquí me sentí muy bien. Me gustó la gente, me trataron bien, me animaron», explica. Quedó bajo protección del sistema de menores, y entró en el programa Mentor para ayudarle con su paso a la edad adulta. Aprendió a hablar castellano, a entender el gallego, e hizo un curso de hostelería. Con 16 años, empezó a trabaja en el Tapa Negra, un gastrobar en la plaza de la Magdalena en Ourense. Allí sigue dos años después.

«Le gusté al jefe, no sé», dice con algo de timidez y un mucho de modestia. Porque José Luis Fernández, copropietario del local junto con su mujer Rocío Mariño, se deshace en alabanzas hacia él. «Lo conocí en unas prácticas. Cuando llevas tanto tiempo en esto calas muy rápido a la gente, tanto como persona como para el oficio. Él lo cogía todo al vuelo, se lo curraba muchísimo, y lo tuve claro: ‘‘Este tío es para mí, no lo dejo escapar’’», recuerda. Y lo cumplió. No le importó esperar a que estuviera listo todo el papeleo, e incluso le mantuvo contrato a tiempo completo incluso cuando era menor y no podía trabajar más allá de las diez de la noche, un horario de plena hora punta para un bar.

Ahora que ya ha cumplido los 18, le ha metido en la cocina con él. «Me gusta muchísimo, con José Luis aprendo mucho y quiero seguir formándome en esto. Me apasiona», dice Mohamed. «Es capaz de llevarme la cocina como si fuera yo. Ahora tengo cuatro chicos de prácticas y él es el que los organiza. Ha empezado a cocinar otros platos, con otras presentaciones... Si puedo, me lo llevaré al restaurante que tengo al lado, el Umami, se lo merece», dice su jefe.

La relación es tan sólida que durante los meses más duros del covid, mientras Moha veía como otros compañeros se iban de ERTE, él siguió mano a mano con su jefe en el servicio de comida a domicilio. «Lo único que me preocupaba ese tiempo era el trabajo, que cerráramos o algo. A mí me mola trabajar, no me gusta estar en casa», reconoce el joven.

«Ahí estuvimos luchando codo con codo. Porque tiene 18 años, pero a veces te apoya que parece un padre. Tiene reacciones que no son propias de su edad. Yo creo que lo ha pasado mal y ha luchado mucho, y no quiere perderlo», dice José Luis, con un deje de orgullo en la voz. No en vano, la suya es una relación que va más allá de lo profesional. Hace solo unos meses, él mismo se encargó de llevar al chico en coche hasta Bilbao para renovar algunos papeles.

Mientras, Moha ya piensa en su siguiente paso. En unos meses dejará la vivienda tutelada en la que reside y buscará piso por su cuenta. Un nuevo comienzo. «Pero siempre me han ido bien», dice optimista, sonriendo de nuevo.