La Guardia Civil, cuerpo que se encarga de las investigaciones de los siete asaltos, estimó desde el primer momento que la banda de los peajes ya estaba especializada en reventar máquinas tragaperras y expendedoras en distintas localidades gallegas, buscando pequeños botines, pero fáciles de mover y gastar. La benemérita los relaciona con asaltos nocturnos a bares y cafeterías en las que habrían abierto sus máquinas de juego. El cierre de estos negocios por las restricciones a causa de la pandemia les habría impulsado a probar en un nuevo frente como el de las cabinas de peajes, que pueden llegar a acumular al final del día entre 500 y 700 euros.
Al margen de esporádicos casos, Galicia no había registrado hasta ahora oleadas de asaltos a las cabinas de cobro de sus autopistas, como en cambio sí se han producido sobre todo en Cataluña y Valencia, zonas de paso ambas en los itinerarios europeos. El año pasado, y en medio del confinamiento, un grupo de bosnios se saltaron la prohibición de circular hasta en 39 ocasiones, y en varias de ellas se les relacionó con robos sufridos en la autopista AP-7 y negocios próximos.