La fragilidad de los viejos puentes de acero obliga a los trenes a circular a 30 por hora

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Puente sobre el río Tea, en la línea del Miño
Puente sobre el río Tea, en la línea del Miño vítor mejuto

Los maquinistas deben adoptar numerosas precauciones por el estado de la línea

20 dic 2020 . Actualizado a las 12:07 h.

En la estación de Guillarei (Tui) una placa recuerda la última inversión relevante del Estado en esta línea decimonónica del Miño. A la inauguración de las obras, en el 2003, asistió el secretario de Estado de Fomento, Benigno Blanco, y el actual presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, que entonces era conselleiro de Política Territorial del último Gobierno de la era Fraga. La placa registra que en aquellos años se «modernizó» el tramo entre Guillarei y Salvaterra, aunque no parece que esas reformas llegaran al hermoso puente metálico sobre el río Tea, afluente del Miño.

Es oportuno recordar que se trata de un afluente, pues un despistado podría confundirlo con el mismo Miño de lo caudaloso que es. Sobre él, un hermoso puente ferroviario de factura metálica se abre camino sobre el cauce, con una luz sostenida sobre robustas pilas de piedra levantadas en las dos orillas. La debilidad se percibe más arriba, cuando se observan las huellas de la corrosión, la falta de un mantenimiento sostenido. En la antesala del paso elevado, una señal reforzada por un palo y una piedra avisa a los maquinistas de que tienen que reducir la velocidad a solo 30 por hora. El puente del Tea es uno de los puntos negros de esta línea y, aunque no supone un riesgo inminente, se pretende evitar que las vibraciones excesivas agudicen su deterioro.

Un tren circula a treinta por hora al cruzar el puente sobre el río Tea
Un tren circula a treinta por hora al cruzar el puente sobre el río Tea vítor mejuto

El puente, sin embargo, parece un coloso cuando, poco después de la reapertura de la línea tras la reparación del socavón de Frieira, un larguísimo tren de mercancías, cargado con cientos de coches de la factoría de Citroën, reduce su marcha para adaptarse a la lentitud a la que obliga la antigua estructura. El ruido es ensordecedor cuando el convoy supera el puente y vuelve a acelerar. Pero tranquiliza que el viejo viaducto metálico resista todo ese peso. Hay 95 puentes en el recorrido entre Vigo y Ourense. Y todos necesitan reparaciones, según un informe de Ineco, la empresa pública de ingeniería.

Tren de mercancías circulando por la línea del Miño
Tren de mercancías circulando por la línea del Miño vítor mejuto

Estaciones olvidadas

La estación de Guillarei es tal vez una de las mejor conservadas del recorrido, quizás porque es un cruce de caminos. Pero en el resto de la línea produce una gran desazón ver estos edificios públicos en el abandono, sin apenas presencia humana, ni siquiera una persona que desde una ventanilla venda un simple billete de ida. En la estación de Salvaterra ni siquiera hay puertas. Y parece que un sintecho busca refugio allí por las noches, como delatan unos cartones dispuestos bajo los asientos de la sala de espera, casi siempre vacía.

Muy cerca de allí está el país hermano, Portugal, con el que nunca hubo una intención clara de construir una conexión ferroviaria eficiente. Parece que las cosas están cambiando. Tal vez en unos años esta zona pueda disfrutar de una nueva vida ferroviaria. El viejo trazado del Miño es parte de la línea central de corredor atlántico transeuropeo en su conexión con el noroeste. Recibirá en los próximos años una buena cantidad de fondos europeos para que se convierta en la arteria por la que circulen los trenes de mercancías, en un país todavía muy dependiente del camión. El Gobierno portugués, mientras, prioriza la línea del norte para vertebrar su país y materializar en una conexión ferroviaria moderna los vínculos con Galicia. Pero mientras todo esto no llega la línea del Miño es solo el espejismo de un antiguo esplendor.