De Franqueira a Frankenstein

GALICIA

pilar canicoba

05 dic 2020 . Actualizado a las 11:01 h.

La carcundia de la época le llamaba Lutero Ríos, tales eran las ideas protestantes del ilustre gallego. Montero Ríos figuraba en las filas de los progresistas de su tiempo y entre sus huellas en la vida pública de entonces está el impulso de la Institución Libre de Enseñanza o la defensa del acceso de la mujer a las academias, algo tabú para el rancio conservadurismo. Por eso y muchas cosas más habría que rendirle tributo periódico a la estatua del prócer que preside la compostelana plaza de Mazarelos. Sin embargo el cuco de Lourizán tenía otra cara: la del cacique. El caso de Jekyll y Hyde novelado por Stevenson pertenece también a aquellas alturas del XIX y simboliza la doble personalidad de nuestro hombre, con su caciquismo progresista o progresismo caciquil. ¿Debe estar en los altares o hay que aplicarle la memoria histórica como si fuese un franquista anticipado?

Otro caso singular y más reciente es el de Gómez Franqueira, emprendedor, político y hasta promotor de lo que pudo haber sido un PNV con grelos y huevos. Aparte de ese glorioso historial no puede negarse que don Eulogio encajaba en el arquetipo de cacique, un cacique electo en todo caso. Esas dos facetas son inseparables por mucho que incomoden a los amigos de los juicios maniqueos, lo cual genera una incomodidad que Ramón Villares y Miguel-Anxo Murado aliviaban el otro día al admitir que no todo es negativo en la modalidad gallega del caciquismo. El cacique enxebre, distinto al señorito andalúz, es una mezcla de coach, influencer y gestor administrativo con una trama (una web) basada en los favores.

En realidad el caciquismo no se crea ni se destruye sino que se transforma adoptando otras marcas más disimuladas. Frente a ese caciquismo benigno y estable que florece en la Restauración, hay otro maligno e inestable que es el que toca en este régimen que podríamos llamar de la Deconstrucción. Así como el cacique clásico araña de la administración aquí un puente, allá una escuela o una colocación, el que ahora se precipita sobre el poder pide y obtiene pedazos del Estado. Es como los bandoleros dibujados por Doré que se apostaban en la serranía, sólo que en este caso a cara descubierta y acta de diputado. Es un abordaje en el que corsarios y atacados colaboran. El Franqueira de antaño pasa a ser Frankenstein.

Al igual que en otros años celebrar la Constitución consistirá para muchos en proponer su reforma, un ejercicio inútil porque se está deformando constantemente a través de las prácticas políticas que unos impulsan y otros consienten. Los artífices de la deforma están en el Gobierno o forman parte de la mayoría gubernamental. Es el suyo un caciquismo de termita que hace que la Carta Magna esté ya arrinconada con las Siete Partidas. Al menos que nadie toque la efigie de Lutero.

Allegado mío

La única solución para deshacer el lío de los allegados es la creación de un carné. En la acreditación cada individuo tendría una lista de allegados, diferente a la de familiares, amigos, compañeros de trabajo y conocidos. La solución parece apropiada aunque entraña un problema: la reciprocidad. Fulano puede sentir con Zutano esa vinculación sentimental de la que habla el ministro, pero quizá no sea correspondido o lo sea en distinto grado. Lo que para uno es allegamiento para el otro sería algo más profundo como la amistad, o más liviano como cuando decimos que alguien es un conocido. El encaje no es fácil y nos sitúa en la incómoda tesitura de hacer una encuesta en nuestra entorno social. ¿Qué soy para tí? Y al dorso varias casillas con distintos grados de afecto. Quién sabe si aflorarán sentimientos ocultos o terribles decepciones. Otra dificultad es la variabilidad. Si el allegado pasara a ser amigo íntimo, si promocionara por así decirlo, los cómputos de Illa se irían al traste. Amado mío, cantaba Gilda. Allegado mío.

El BNG se independiza

Érase un partido a un Non pegado. Un análisis lingüístico de los mensajes del BNG en los últimos años o décadas daría el resultado de que Non es su partícula más querida. Durante mucho tiempo ha sido la sigla negacionista por excelencia, si bien fuera de casa era más complaciente. Tenía una política exterior dependiente de un reflejo condicionado que le obligaba a tragar ruedas de molino, con la condición de que vinieran consagradas por la izquierda estatal o los demás nacionalistas. Temía quedar fuera de ese círculo mágico. Confiados en ese complejo de inferioridad el Gobierno le ofreció un par de baratijas presupuestarias y sobre todo el honor de votar con toda la izquierda y el nacionalismo, a lo que Ana Pontón viene a replicar que eso se hace con las colonias. Conque las dos fuerzas principales de Galicia, desde las antípodas ideológicas, rechazan unas cuentas del Gran Capitán que aquí sólo tienen el aval de líderes débiles cuyo único asidero está en la Corte. El sustento del BNG está en casa. De ahí este Non inesperado.