El futuro rector de la universidad de Abanca: «La universidad no cambia necesariamente por el establecimiento de leyes y decretos»

Rubén Santamarta Vicente
rubén santamarta REDACCIÓN

GALICIA

Miguel Ángel Escotet será el presidente de la fundación que tutelará la universidad de Abanca
Miguel Ángel Escotet será el presidente de la fundación que tutelará la universidad de Abanca EDUARDO PEREZ

Miguel Ángel Escotet advierte, ante los cambios que quiere introducir el Gobierno por decreto, que «casi siempre esas leyes son el auténtico freno al cambio, a la innovación, a la investigación»

29 nov 2020 . Actualizado a las 08:11 h.

El Gobierno ha dado esta semana luz verde al informe de Abanca para poner en marcha la Universidad Intercontinental de la Empresa, la primera privada de educación superior en Galicia. Ha dado el plácet, sí, con un pero relevante: tendrá que someterse al nuevo real decreto que está preparando sobre creación de universidades privadas y públicas en España. Un cambio que, justifica el Ministerio de Universidades, se hace para favorecer la calidad en la enseñanza y la investigación, pero que llega en pleno proceso de implantación de este proyecto en la comunidad, que aún debe superar varios trámites en Galicia (Consello de la Xunta o Parlamento) antes de empezar a impartir docencia. 

Lo cierto es que, durante esta semana, los promotores de este proyecto (los responsables de Afundación, la obra social de Abanca) han guardado silencio. Hasta hoy. El que será rector de la Universidad Intercontinental, Miguel Ángel Escotet, ha aprovechado su blog para explicar este sábado cómo cree él que debe ser la calidad de la educación superior. Sin citarlo expresamente, algunas líneas vienen a expresar sus reservas sobre las modificaciones por decreto que prepara el ministro Manuel Castells. «La universidad no cambia necesariamente por el establecimiento de leyes y decretos. Casi siempre esas leyes son el auténtico freno al cambio, a la innovación, a la investigación. En todo caso, el único artículo medular y legítimo de cualquier ley universitaria es aquel que obliga a la universidad a cambiar sin pausa», explica Miguel Ángel Escotet. 

La suya no es una valoración sin conocimiento: es el autor del primer libro que se publicó en España, en 1984 (con un Gobierno socialista), sobre metodología de la evaluación de las universidades (Técnicas de evaluación institucional en la Educación Superior, editado por el Ministerio de Educación y Ciencia, y reeditado en 1986). Se ha editado en distintos países latinoamericanos y también en Europa. Ya mucho antes, en 1974, había publicado una obra en cinco volúmenes sobre la evaluación del sistema de educación superior.  

Escotet evita hablar del cambio legislativo y del borrador de ese Ministerio que controla Podemos. Tampoco habla del caso expreso de la universidad de Abanca, pero lo cierto es que su valoración llega justo cuando ese proceso está en un momento clave. 

«La experiencia ha demostrado en países ricos que la abundancia de medios no garantiza la transformación permanente de la universidad. La garantía está en las personas ?en el mal denominado capital humano? en su compromiso de cambio, en la tolerancia, en la solidaridad, en la flexibilidad, en la pasión por la educación, en la diversificación, en su actualización sistemática de los conocimientos, en la reflexión en la acción y por supuesto, en dar rienda suelta a la imaginación constructiva y creadora», añade quien ha estado al frente también de algunas universidades en América Latina y en Estados Unidos.

 «Para mí cambio, en el estilo más puro de Ortega y Gasset, no es únicamente lo que se mueve, lo que se modifica, lo que se transforma; es también lo que permanece. Hay veces que es más difícil mantener lo que debe quedar, que hacer de ello un cambio», abunda. Una universidad «no es una estrategia para dar respuesta a una condición histórica como la actual. Es, tiene que ser, siempre ha sido el cambio, la esencia de esa institución que indaga dentro del espíritu, que tiene como misión escudriñar en los laberintos del pensamiento y que se organiza alrededor de una comunidad del conocimiento». 

Y finaliza su observación explicando cómo cree que deben ser instituciones como la que él, salvo sorpresa, dirigirá: «La universidad debería estar en vanguardia. Debería desarrollar la capacidad de anticipación para corresponder a la confianza y a los privilegios que le ha otorgado la sociedad, como vigía y brújula de su progreso y bienestar. Una universidad con visión de largo alcance, incubadora de innovaciones e instigadora de la creatividad. Este tipo de universidad no necesitaría parar su marcha para reformarse, pues evaluación, reforma e innovación, serían procesos naturales a su misma esencia».