Varios conselleiros del gabinete con el que se estrenó en la Xunta el fundador del PP relatan cómo era la política en 1990

Domingos Sampedro
Redactor

Era un Gobierno de once conselleiros, todos hombres, que en febrero de 1990 se plantó ante Manuel Fraga Iribarne y un crucifijo para tomar posesión: «Si cumplís, Dios os lo premiará y Galicia os lo agradecerá; si no, os lo demandará», les avisó. Algunos, como José Manuel Romay Beccaría o Víctor Manuel Vázquez Portomeñe, ya venían rodados. Otros, como Manuel Pérez, exalcalde de Vigo, asomaban la cabeza: «Yo estaba asustado al lado de políticos tan avezados», confiesa.

Aquel primer gabinete del PP, heredero de la extinta AP, tenía «ilusión», «exigencia» y «altura de miras», evocan sus protagonistas, para cumplir un programa recopilado nada menos que en quince tomos.

Fraga trataba a todos de usted, y era correspondido así por sus conselleiros, excepto por Romay, el único que lo tuteaba. «Lembro que no primeiro Consello todos queriamos lucirnos ante Fraga», rememora Vázquez Portomeñe. Unos hablaban más y otros escuchaban. Pero «a lección había que levala moi sabida», añade. Porque lo que no se toleraba era la incompetencia cuando se estaba negociando el traspaso del Insalud a la Xunta, se creaba el dispositivo para luchar contra los incendios forestales o la Risga, la renta de integración social. «Fraga me dijo que era una medida demasiado progresista, pero desde Cáritas y el mundo sindical, personas como Suso Mosquera o Suso Díaz, me echaron una mano, y al final estaba orgulloso de la propuesta», señala Manuel Pérez.

Manuel Fraga junto a Fernando González Laxe, Victorino Núñez, Joaquín Almunia y Domingo García-Sabell
Manuel Fraga junto a Fernando González Laxe, Victorino Núñez, Joaquín Almunia y Domingo García-Sabell TINO VIZ

El temple y la profesionalidad del conselleiro de Presidencia, Dositeo Rodríguez, fallecido recientemente a causa del coronavirus, fue fundamental para asentar aquel Ejecutivo. Pulía los asuntos despachando previamente con los conselleiros en el llamado «consejillo». Y aun así, la ambición autonomista generó tensiones con el Gobierno de Felipe González y el Tribunal Constitucional. «A mí Dositeo me tuvo que aguantar algunas, como el recurso contra la Lei de Pesca o la regulación del cangrejo real», apunta López Veiga, aclarando que ganó ambos litigios.

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Portomeñe sostiene que el conselleiro de Presidencia sirvió de escudo ante Fraga. «Dositeo foi quen máis o sufriu, xunto con Pérez Varela; descargaba con eles e logo viña manso». Todos destacan el trato tan particular entre ambos. «¿Esto para cuándo, patrón?», preguntaba Dositeo. «Para hacer dos horas», replicaba Fraga. «Dicíalle ao presidente o que non quería oír, o que ninguén se atrevía a dicirlle. Rifaban, claro, pero entendíanse», corrobora Daniel Barata.

«Dositeo foi quen máis o sufriu, xunto con Pérez Varela; descargaba con eles e logo viña manso»

Aquel primer Gobierno Fraga fue el que acuñó la idea de la Administración única, de que el Estado en Galicia era la Xunta. Para muchos Fraga era temido por vehemencia y su pasado franquista. «Para aludir a Franco decía ‘el personaje con el que serví a este país’», sostiene Pérez.

Y eso no le impidió al fundador del PP romper embargos internacionales para abrazar a Fidel Castro en Cuba y traer después a un campamento de jóvenes comunistas a Sarria. La galleguidad lo aguantaba todo. Cuenta Barata que el gran proyecto político de Fraga fue ese: «O desexo de colocar a Galicia no mapa de Europa e de América».

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