Alexia Luiña: «No me gusta lo irreversible»

GALICIA

Alexia Luiña
Alexia Luiña

La directora de la Biblioteca Central de Cantabria, fenomenal opositora, lucha contra los tópicos de la profesión

06 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Alexia Luiña (Ribadeo, 1984) es tan menuda y discreta como tenaz y arrojada. Instalada en Santander, donde dirige la Biblioteca Central de Cantabria, trabaja contra el tópico de la bibliotecaria «con moño y con gafas» y descubre aficiones insospechadas.

—Lleva algo más de un año en el cargo, ¿qué tal?

—Muy bien de momento, muy contenta. La verdad es que no había estado nunca antes ni en Santander ni en Cantabria.

—¿Y cómo llegó hasta allí?

—Yo soy funcionaria de la Xunta, opté a esta plaza en comisión de servicio y... me la dieron.

—Creo que es usted una opositora fenomenal.

—Bueno, tengo otra plaza en la Administración estatal y estuve en el Centro Oceanográfico de Vigo. Era una plaza de técnico medio así que volví a opositar a la Xunta como técnico superior, aprobé y me mandaron a la biblioteca de Vigo.

—Se ha pasado una parte importante de su vida estudiando.

—Pues sí, la verdad es que sí. Aunque acabé la carrera y tuve muchísima suerte para trabajar. Pero estuve opositando desde el principio. Esta es una profesión complicada porque hay pocas plazas y es muy endogámica. Yo me lo tomé a largo plazo y puedo decir que he hecho un turismo de oposición importante.

—Se presentaba a todo.

—Yo estudiaba en general y me presentaba a lo que salía.

—Ahora hay un montón de gente opositando. Seguro que podría darles un par de consejos.

—Hay que estar convencido del éxito y preparado para el fracaso. No es como estudiar otra cosa, porque en este caso estás compitiendo y no siempre en igualdad de condiciones. Pero se consigue. No hay que ser el más listo ni el más estudioso, pero hay que ser perseverante. ¡Ah!. Y también es importante tener suerte.

—Me va a perdonar, pero uno se imagina el trabajo de bibliotecaria como monótono, aburrido...

—Yo no tengo un día que sea igual a otro. Aquí tenemos una media de mil usuarios diarios; días de 1.400 personas de todo tipo, de todas las edades y las situaciones que te encuentras son de lo más diversas. Aquí no me aburro.

—¿Por qué eligió esta profesión?

—Porque me parecía que iba estar aprendiendo cosas permanentemente. Y cosas distintas.

—Y allí donde ha estado ha leído mucho, supongo.

—Ese es el gran tópico. No hay ningún trabajo en el que te paguen por leer. Si seleccionas, ordenas, acabas aprendiendo en la materia en la que estás.

—Siempre se habla de la crisis del libro. ¿Qué opina?

—El libro ha sobrevivo a lo largo de su historia en todo tipo de soportes. Lo que importa es la información, lo que hay dentro. Hay un salto a lo digital, pero conviven los dos formatos.

—¿Cual utiliza usted?

—Yo leo en los dos formatos, aunque ahora más en electrónico porque estoy en un grupo de trabajo para el préstamo digital.

—Si se presta un libro digital, en realidad se regala.

—No, no. Tiene un sistema de gestión de los derechos de autor y el libro expira cuando se acaba el préstamo. Como los de papel, solo que mejor, porque no lo tienes que devolver.

—¿Quiere decir que se borra?

—Exacto. Cada año se multiplica el número de usuarios, aunque aún es un sistema desconocido.

—¿Visita otras bibliotecas o librerías cuando viaja?

—Sí. Me gustan las de Portugal. Los nórdicos dicen que las bibliotecas tienen que ser el salón de estar del barrio o de la comunidad en la que trabajamos.

—Muy bonito eso.

—Sí, pero aquí no conseguimos salir del tópico del libro en papel, del erudito, del silencio y de los estudiantes.

—¿Celta o Dépor?

—No sé nada de fútbol. No me gusta.

—Me lo imaginaba. Intente definirse en cuatro palabras.

—Humilde, responsable, paciente y con sentido del humor.

—Cualidades muy propias de una bibliotecaria.

—Sí, ja, ja. Cumplo con el tópico. Me falta el moño y las gafas.

—¿No usa gafas?

—Uso lentillas. Para disimular, ja, ja. La literatura y el cine nos retrata feas, aburridas y amargadas.

—¿Le gusta cocinar?

—No, nada. Cocino porque tengo que comer, pero con una plancha me arreglo.

—¿Qué le gusta hacer cuando no trabaja?

—El ballet. Y eso que empecé de mayor, con más de 30 años. Fue todo un descubrimiento. Y requiere una gran concentración, que es lo que busco cuando quiero desconectar de mi trabajo. También me gusta coser, hacer patrones. Y alguna vez me he hecho una cosilla por ahí. Y cuando me la pongo, voy como muy orgullosa, ja, ja.

—¿Tatuajes?

—No. No me gusta lo irreversible. El «para siempre» me echa para atrás.

—Matrimonio también.

—También, también.

—Si pudiera recuperar a algún autor de los que ha leído para tener una conversación, ¿a quién elegiría?

—A Concepción Arenal. Me parece un personaje increíble.

—Dígame una canción.

A chuva, de Mariza.

—¿Qué cree que es lo más importante en la vida?

—La salud. Y ser feliz.