Leandro Quintas, el impulsor del primer coto privado de caza de Galicia: «Nunca tuve miedo a la vida»

GALICIA

XOAN A. SOLER

El ganadero que vendió sus vacas dice encontrarse en plena forma mientras espera reconvertir su finca en un coto de caza

21 feb 2020 . Actualizado a las 13:50 h.

Al deseado sol de febrero y al pie del Camino me tomo un agua con Leandro Quintas (Santiso, 1937), un contertulio de esos que han pegado muchos tiros (metafóricos) y que no tienen problema en contarlos. En realidad nunca los tuvo. Locuaz, vehemente y chisposo, este ganadero que vendió sus vacas, empieza a contar cosas sin necesidad de preguntas.

-Yo me crie con mi abuela, hasta los 14 años, porque mi padre era minero. Mi abuela tenía cuatro o cinco vacas, como tenía todo el mundo entonces. Ahora los técnicos dudan si no habría sido mejor dejar las cosas como estaban y no esta reconversión porque, en definitiva, lo que se ha hecho ha sido enriquecer a las industrias lácteas.

-Emigró joven.

-Sí, a los 17. Aquí no había perspectiva ninguna. Yo pensaba: «Tiene que haber algo más que esto en el mundo». Siempre tuve imaginación y decisión. Cogí la maleta y me fui.

-A Barcelona.

-Antes estuve en la construcción de la presa de Yesa, en Navarra. Tenía que ir con unos amigos y aquella mañana estaba yo solo. Pero yo nunca le tuve miedo la vida. Así que me fui, aunque allí tampoco vi futuro y, después de un mes, me marché a Barcelona.

-¿Y allí que hizo?

-Me coloqué en una empresa. Trabajaba de día, estudiaba de noche y aún me dio tiempo a hacer lucha grecorromana. En la empresa ascendí muy rápido y decidí establecerme por mi cuenta.

-Pero al final volvió.

-Trabajé mucho. Ahorré algo y vine aquí a comprar esta finca. Compré 800 parcelas. Nadie lo cree.

-Parece increíble.

-Pues ahí están. No tuve ni un solo problema jurídico.

-Y montó una ganadería.

-De 300 vacas. La he tenido durante 44 años, una de las más grandes de Galicia. Pero la cerré hace año y medio.

-Otro cierre.

-Cuando era presidente del laboratorio de la leche había 31.000 ganaderos. Hoy quedan 7.000. Dirán que se produce la misma leche, pero los ganaderos actuales están endeudados y no lo dejan porque no pueden. Están atrapados porque tienen que pagar la deuda y los precios no van a mejorar.

-¿Qué le parecen las protestas de estos días?

-Yo apoyo a los ganaderos, no a quien los convoca.

-¿Y cree que esto tiene solución?

-Este es un país de especuladores. El negocio tiene que hacerlo el que vende y el que compra. Pero si se lucra uno y el otro pierde dinero, el asunto no funciona. Estos especuladores no tienen visión de futuro porque van a perder el suministro.

-Siempre se dice que el ganadero gallego tiene el hándicap del minifundio. No es su caso.

-Pero ni así. ¿Cómo va a ser rentable a 29 céntimos el litro? Es imposible. La solución es cerrar.

-Y ahora quiere legalizar un coto de caza en su finca.

-Aún no tengo el permiso después de cumplir con todo lo que me han pedido. Igual los llevo a juicio.

-Pues la caza está en decadencia.

-Más en decadencia que la ganadería no hay. Había que dar la batalla en Bruselas, aunque yo no me fie nunca de las ayudas y todos los diputados que hemos mandado a Bruselas han ido a dormir.

-No tiene pelos en la lengua.

-A mí me decía la gente del Bloque que era más duro con Fraga que Beiras. Yo tengo que denunciar las cosas, mande quien mande.

-¿Dónde está el futuro?

-Quizás en la madera. De todo tipo. Pero es algo a largo plazo. Hasta entonces, aquí no se va a pasar muy bien.

-¿Tiene usted nietos?

-Seis. Y vienen a verme. Me gusta que la familia permanezca unida. Es mi vida.

-¿Cómo se encuentra de salud?

-En plena forma. He tenido suerte con la salud. Yo me levanto a las siete, me tomo un café y ya estoy enredando.

-¿Se ha enamorado mucho en la vida?

-Me enamoré de mi mujer, que falleció hace 32 años. La conocí en San Fernando, Cádiz.

-Usted producía leche ecológica, ¿es ecologista?

-De vocación. Tengo un coche ecológico y colaboro con Greenpeace. Económicamente, porque no estoy ya en edad de colgarme de los barcos.

-¿Cómo diría que somos los gallegos?

-Trabajadores, con mucha retranca. La envidia es el gran pecado de los gallegos. Fuera se ayudan mucho, pero dentro no nos gusta que el otro crezca más que nosotros.

-Dígame cuatro palabras sobre usted.

-Trabajador, luchador, honesto y familiar.

-¿Celta o Dépor?

-Yo no pierdo el tiempo con eso.

-¿Nunca le tentó la política?

-Participé en unas autonómicas en la lista de Ruiz Mateos. Aunque yo iba como independiente, ¿eh? En Vilalba saqué tantos votos como Fraga.

-¿Qué le gusta hacer?

-Me gusta pescar truchas, aunque últimamente voy menos. Tengo casi 83 años y debo tener cuidado. Y también me encanta andar por el campo.

-¿Cocina algo?

-Nada. Tampoco soy exquisito comiendo.

-Antes dijo que hizo lucha grecorromana.

-Tengo un mal recuerdo de eso. Cuando la practicaba, un veterano me hizo una llave y me rompió una costilla. Se soldó sola, pero me dio para pensar que aquello no era lo mío.

-¿De qué se arrepiente?

-De no haber terminado alguna carrera. Por la titulitis, aunque eso nunca me frenó. De otra manera, nunca he atropellado a nadie, aunque eso es cuestión de suerte. En Cataluña una vez me dijeron: «Es imposible que te equivoques, porque piensas todo treinta veces».

-Dígame una canción.

-Ponteareas, el pasodoble. Es la canción que he pedido que suene en mi funeral.

-¿Qué es lo más importante en la vida?

-Sin lugar a dudas, la familia. Y los principios. Respetarlos es lo que te da el Norte.