La primera venta de los profetas del Pórtico

Francisco Prado-Vilar

GALICIA

De izquierda a derecha, Jeremías y Ezequiel, hoy en el pazo de Meirás; Elías y Enoc, en el Museo de Pontevedra; y Santiago, en el pazo de Pontemaceira
De izquierda a derecha, Jeremías y Ezequiel, hoy en el pazo de Meirás; Elías y Enoc, en el Museo de Pontevedra; y Santiago, en el pazo de Pontemaceira Museo Arqueológico Nacional

El Museo Arqueológico Nacional estuvo a punto de adquirir las cinco esculturas del conde de Gimonde, entre ellas las dos que están hoy en Meirás

26 sep 2020 . Actualizado a las 22:53 h.

«Un buen amigo mío, el conde de Gimonde, Don Santiago Puga Sarmiento, ha recibido ofertas de ciertos negociantes catalanes acerca de unas hermosas piezas de escultura románica de las que es propietario y de las que dan idea las fotografías adjuntas». Así comienza la carta que Fermín Bouza Brey envió el 3 de julio de 1946 a Blas Taracena y Aguirre, director del Museo Arqueológico Nacional, con el propósito de conseguir que el Estado se interesase en adquirir «tales complementos del Pórtico de la Gloria» para «que no se perdiesen para España». Esta es la primera misiva de un expediente de catorce cartas conservado en el archivo del museo madrileño, donde se narra un episodio fascinante, y hasta ahora desconocido, de la odisea de las cinco esculturas procedentes de la desmantelada fachada mateana que, desde tiempo «inmemorial», se encontraban en posesión del conde de Gimonde «disponiendo de ellas como propietario tanto él como sus antepasados».

Como Bouza Brey explica a Taracena en la siguiente misiva, dos de las figuras (hoy en posesión de la familia Franco) se hallaban en ese momento en el pazo de Ximonde en Vedra, mientras que las tres restantes estaban depositadas en el Museo de la Catedral de Santiago, adonde habían sido trasladas en 1928 desde el Colegio de San Clemente, tras haber permanecido allí desde 1909, cuando formaron parte de la Exposición Regional Gallega.

Conscientes de que no podían «dejar escapar» esas «piezas preciosas de nuestra escultura medieval», los miembros del Patronato del Museo acuerdan su compra, pero el director comunica a Bouza Brey «que no tienen dinero de momento y que adquirirán alguna de ellas». Fermín Bouza le advierte que se arriesgan a perderlas todas, por lo que Blas Taracena le sugiere, como solución, aceptar verbalmente la compra del lote, procediendo a su traslado a Madrid en depósito, pero fraccionando los pagos por piezas individuales de forma que se pudieran usar fondos de los presupuestos de 1947 y 1948. Bouza expresa las reticencias que puede haber por parte del Cabildo de la Catedral a que se retiren las esculturas del Museo Diocesano para depositarlas en otro museo, sin haberse producido una compra firme que justificase alejarlas de Santiago y del Pórtico de la Gloria con el que había formado unidad.

«Imposible»

Contestan desde Madrid que «por parte del Museo es imposible adquirir objetos que se hallan depositados en entidades o centros no pertenecientes al Ministerio de Educación Nacional, puesto que para proceder a su pago los objetos tienen que haber ingresado en el Museo y este dar una certificación de que se encuentran bajo su custodia y vigilancia».

Ante este impás, el conde de Gimonde realiza una nueva oferta el 5 de noviembre de 1946 proponiendo vender por separado las dos esculturas del pazo de Ximonde, cuyo traslado no presentaba problemas, por 70.000 pesetas, mientras que planeaba proceder al retiro de las otras tres del Museo de la Catedral para facilitar su venta en los meses siguientes. El 17 de enero de 1947 Blas Taracena transmite a Bouza Brey que esta solución le parece poco ventajosa al Patronato del Museo, ya que continúan interesados en conseguir el lote completo y que esas dos, en todo caso, no deberían costar más de 50.000 pesetas. Contesta Fermín Bouza en misiva del 27 de abril diciendo que «ha conseguido que reviva la antigua propuesta de las estatuas por valor, el conjunto, de cien mil pesetas», pero que el Museo debería encargarse de pagar el transporte a Madrid.

Así llegamos al 22 de julio de 1947, cuando el Director del Museo comunica a su interlocutor gallego que el Patronato ha acordado aceptar «el precio de cien mil pesetas para las cinco esculturas que habrían de estar situadas en Santiago de Compostela y en un lugar de jurisdicción del Estado, es decir, no eclesiástico ni de otro orden y siendo de cuenta del Museo el coste de su transporte a Madrid, el cual se realizaría en ferrocarril con el seguro de mercancía que el propietario creyera conveniente, pero no respondiendo nosotros de los desperfectos que en el viaje pudieran sufrir».

Carta de Bouza Brey a Blas Taracena fechada en 1946 a pesar de que el encabezamiento, por una errata, figura 3-julio-943
Carta de Bouza Brey a Blas Taracena fechada en 1946 a pesar de que el encabezamiento, por una errata, figura 3-julio-943

La siguiente misiva, fechada el 26 de julio, en la que Fermín Bouza dice a Blas Taracena haber trasladado esta última oferta al conde de Gimonde es el documento final del expediente pues, como sabemos por la información contenida en el libro de Actas del Concello de Santiago, Puga Sarmiento, al ver que la venta al Museo Arqueológico Nacional se alargaba sin perspectivas de resolución, había ofrecido las dos esculturas que estaban en el pazo de Ximonde en venta a su primo, el alcalde de Santiago Joaquín Sarmiento Garra. Con el fin de estudiar la idoneidad de la compra de las esculturas, la corporación municipal se reunió por primera vez el 30 de mayo de 1947 acordando la formación de una comisión, la cual emitió un informe el 23 de julio aconsejando «que se adquieran las referidas esculturas, en la cantidad de sesenta mil pesetas». Los trámites de esta compra habrían de alargarse durante todo el año en el que, al igual que había ocurrido con el intento de adquisición fallido por el Museo Arqueológico Nacional, se siguió un protocolo estricto, que conllevó el traslado de las esculturas al Ayuntamiento, donde permanecieron en depósito para que dos expertos emitiesen sus dictámenes técnicos (Francisco Asorey y Manuel Chamoso Lamas).

Una vez abonados los pagos y finalizada la compra, se firmó el contrato de compraventa ante el notario Gonzalo Rey Feijoo el 4 de junio de 1948, pasando las esculturas a formar parte del patrimonio municipal. Adquirieron así la condición de bienes de dominio público según la legislación vigente, inajenables a un particular. Eso no impidió que en 1955 fueran trasladadas al pazo de Meirás y posteriormente incorporadas al patrimonio de la familia Franco.

En cuanto a las tres esculturas que permanecían en depósito en el Museo Diocesano, y dados los problemas que esa situación presentaba para su venta, el conde de Gimonde tomó la drástica decisión de mandar unos operarios para retirarlas de allí en julio de 1948, un mes después de completar la venta de las otras dos al Concello de Santiago. Este hecho inesperado hizo que Manuel Chamoso Lamas quien, como Comisario de la Primera Zona de Defensa del Tesoro Artístico Nacional, tenía bajo su responsabilidad «la vigilancia de la conservación de tales piezas del Patrimonio Artístico Nacional, aunque de propiedad particular» pusiese una denuncia y enviase a la policía para determinar su paradero. Pero esa es otra historia.

Francisco Prado-Vilar es investigador del Real Colegio Complutense de Harvard. @fpradovlr