El eco de «¡Nunca máis!» inunda Galicia

La Voz REDACCIÓN

GALICIA

Un mar de paraguas invadió las calles de la capital de Galicia
Un mar de paraguas invadió las calles de la capital de Galicia XOAN A. SOLER

Dos horas después de que la cabeza llegase al Obradoiro, los últimos aún no habían conseguido salir

01 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde ayer, Compostela es litoral. Una pleamar humana como nunca se había visto anegó las calles de Santiago a partir de las diez de la mañana y con olas gigantes de pies y de paraguas, de impermeables y pancartas, fue inundando el asfalto al grito de «¡Nunca máis!». La quinta marea negra que asola costas de Galicia en los últimos 30 años congregó en Santiago a una marea humana indignada. Compostela desbordada.

La cabeza de la manifestación partió a las doce de la mañana de la Alameda. Caían chuzos de punta. Era tal la cantidad de gente que la mayoría de los participantes no pudieron llegar a la hora al punto de partida, colapsando completamente la praza de Galicia y haciendo muy complicado saber quién iba y saber quién venía. A la una, los primeros habían alcanzado ya la meta del Obradoiro. Pero pasadas las dos y media, los últimos no habían sido capaces aún de arrancar. Y entre el origen y el destino, miles de paraguas con paso lento a voz en grito: «¡Nunca máis, nunca máis!». Fue una manifestación con equipaje, con muchos bultos que hubo que transportar en autobuses, coches e incluso carretillas. Algunos se trajeron las mascarillas, los monos petroleados de limpiar la playa, los artilugios más variados en forma de petrolero, de bidón... Un enorme plástico negro bajo el que caminaban miles de personas hacía una doble función: resguardar de la lluvia y virtualizar el vómito negro del Prestige que, según avanzaba, era recibido con bombos y tambores al grito de «¡Que viene, que viene!».

Crucificado

Por la rúa del Doutor Teixeiro bajaba, clavado en una cruz de madera, petroleado y muerto, uno de los cormoranes afectados por la marea negra en una especie de viacrucis marino. «La costa gallega de luto. Vergüenza mundial», rezaba una pancarta en castellano, porque también se leían textos en inglés, en francés y en portugués. Luto en las solapas. «Spain is guilty» (España es culpable). Centenares de cuerpos y cabezas cubiertos con plásticos negros chorreados de lluvia.

Sonaron algunos petardos. Se exigían dimisiones a toque de bombo. Algunos que contemplaban la marea desde los balcones acabaron bajando y dejándose llevar, un gesto que era recibido con numerosos aplausos y vítores.

Aves petroleadas

En medio de la marabunta, alguien sacó de un saco el olor a podrido de varias aves cubiertas de petróleo. Rabia en las caras. Una mujer convirtió en reclamo el carrito en el que empujaba a su hija, al que adosó un poema corto pero conciso: «Ondas do mar da morte, berrade forte ¡Nunca máis!».

«¿E cantos imos ser?, pois unha chea, home, unha chea»

¿Cuántos eran? La pregunta del millón tiene un millón de respuestas. Un recorrido de dos kilómetros y medio, toda una plaza del Obradoiro y tres horas largas pasando más y más gente dan para los cálculos más variados. Unos 150.000 calculó la policía local. «Cincuenta mil arriba, cincuenta mil abaixo», comentaba alguien con sorna. Desde el Cuerpo Nacional de Policía se habló de 120.000. Pero la media de unos y otros, el número más comentado, lo apostaba todo al 200.000. Esta vez, el Gobierno no quiso hacer números. Así lo decía su delegado en Galicia, Arsenio Fernández de Mesa, que insistió en que no sería él quien entrase «en una guerra de cifras».

Sin entrar en números

Al presidente del Ejecutivo gallego, Manuel Fraga, se le expuso textualmente al término de la reunión extraordinaria que celebró el Consello de la Xunta: «Doscientas mil personas piden en Santiago la dimisión de los responsables que gestionaron la catástrofe del Prestige», a lo que respondió de inmediato: «Yo no entro en el número. Lo que digo es que son muchos más los que en este momento van a apoyar la acción del Gobierno de Bruselas, de España y de Galicia. Muchos más. Y nosotros no estuvimos allí porque algunos tuvieron interés en llevar por ese lado la manifestación. Con lo cual, no han servido a los intereses de Galicia».

Ante el baile de números, la memoria de «los de Santiago de toda la vida» no dejaba lugar a dudas, sobre todo la de los hosteleros. Cuando terminó la manifestación, no hubo uno solo que recordase haber visto tanta gente junta, tanto en la calle como en sus locales, «sobre todo nos servicios», apuntaban desde la rúa do Franco.

Fórmulas

Para responder a una pregunta que tiene casi imposible respuesta, cuántos eran, no faltaron las ideas más sorprendentes. Como la de un manifestante que, debajo de un plástico, proponía sacar una foto aérea, dividirla en cuadrículas, calcular cuántas personas caben en cada una de esas cuadrículas y luego multiplicar. Pero la teoría se topó con un soberano problema: «Claro, ao ir con paraugas, habería que calcular tamén cantas persoas caben debaixo dun paraugas, porque se pode falsear o dato». Otros apostaban por contar los manifestantes que pasaban en un minuto, uno por uno, y luego multiplicar, solución bastante complicada. Para práctico, un marinero llegado desde la villa de Malpica, una de las localidades de la Costa da Morte más afectada por la marea negra, que se preguntaba y se respondía a sí mismo: «¿E cantos imos ser?, pois unha chea, home, unha chea».