Dos noches de expectación junto al Blue Star: «De aí hoxe xa non sae»

Ramón Loureiro Calvo
ramón loureiro ARES / LA VOZ

GALICIA

JOSÉ PARDO

Desde la ría de Ares, un punto clave para que fondeen los mercantes, decenas de personas siguieron de madrugada los intentos por desencallar el quimiquero. Fueron un fiasco

03 dic 2019 . Actualizado a las 15:28 h.

Lo peor siempre es la noche, que hace que todo se complique. La oscuridad te obliga a tomar conciencia de que la fuerza de la naturaleza, que en los temporales del Atlántico suele mostrar toda su ira, puede hacer lo que quiera con el acero de un navío. Sobre todo cuando ese navío acaba por embarrancar, quedando completamente indefenso, en una zona de rocas. Por eso la madrugada del sábado, en la que se temió que pudiera producirse de nuevo, en las costas de Galicia, una catástrofe terrible, fue la peor. Porque quienes la vivieron de cerca no olvidarán lo que supuso ver, desde lo alto de los acantilados aresanos -a los que llegar bajo la luz del día es un paseo, pero a los que no es del todo fácil acceder de madrugada por caminos sin luz que la tormenta hace aún más difíciles-, al Blue Star embarrancado de proa, con el oleaje golpeando sus costados -sobre todo el de babor- y con su tripulación yendo por cubierta de un lado a otro, sin parar, encallada en su propio buque.

Sería injusto no recordar ahora el papel jugado esa primera noche, en medio de la tormenta, por las tripulaciones del Helimer, el helicóptero de rescate de Salvamento Marítimo, por la Salvamar y por todas las demás embarcaciones que, luchando contra el temporal, se mantuvieron al lado del barco hasta que estuvieron seguras de que había pasado el peligro.

JOSE PARDO

Finalmente, y conforme esa primera noche terminaba, el temporal fue batiéndose en retirada, también. El sábado ya era evidente que ni existía riesgo para la tripulación del Blue Star, ni había peligro, tampoco, de que se produjese una catástrofe ecológica. Entonces comenzaron las operaciones para rescatar el barco. La pleamar llegada bajo la luz del día no permitió sacarlo. Y hubo que esperar a otra nueva subida de la marea, esta vez de madrugada: a la de la madrugada del domingo, en la que todo fue muy distinto. En esa segunda noche, y aunque el mal tiempo persistía, fueron muchas las personas, decenas, que, atravesando senderos sin luz convertidos en verdaderos lodazales, se acercaron hasta la costa de Ares para ver si el Blue Star era rescatado por fin. Existía la esperanza de que fuese posible sacarlo, claro. Pero el barco se resistía al esfuerzo de los remolcadores, rompiendo las estachas de noche... exactamente igual que de día. «De aí hoxe xa non sae», decían quienes conocen bien la costa de Ares. «Haino que quitar cunha marea máis alta -añadían-. Está moi metido en terra, e aínda debeu quedar máis preso a popa do que parece».

Un grupo de jóvenes contemplaba, admirado, la espectacular acción del Helimer al recoger a los miembros de su equipo que había trasladado al buque. Varios de esos jóvenes estuvieron a punto de aplaudir al ver cómo los buzos se elevaban desde el barco hasta el helicóptero. Mientras, los vecinos, sobre todo los de más edad, contemplaban, visiblemente entristecidos, que el barco no se movía.

 «É que a xente do mar quérelle moito ao mar, aínda que saiba que ao mar haille que ter respeto sempre, e dóelle ver ese barco, con eses homes dentro, aí metido», decía un hombre de mediana edad (pelo completamente cano, complexión fuerte, hablar sosegado, mirar decidido), viendo que el reflotamiento no era posible. El último intento de rescate había fracasado. Los remolcadores se alejaron. Y la noche seguía.

La ría de Ares, una zona de fondeo fundamental para los grandes cargueros

A nadie se le oculta que el espacio natural, fundamental para la navegación atlántica, que integran las rías de A Coruña, Betanzos, Ares y Ferrol -eso que tanto Estrabón como Plinio llamaron el Portus Magnus Artabrorum, y que Ramón Otero Pedrayo llamaba el Golfo Ártabro-, tiene su gran fondeadero natural en las aguas aresanas, allí donde se convierte en mar el río Eume. Allí es donde fondean, de costumbre, los barcos que, cargados o no, esperan el momento de entrar en el puerto coruñés.

JOSE PARDO

Los propios marinos suelen recordar que se trata de un excelente área de fondeo, situada al abrigo de buena parte de los vientos. Tiene una longitud de unos siete kilómetros y zonas con una profundidad de 30 metros. Fue uno de los puntos que se barajaron para poder llevar allí el Prestige. Pero cuando del mar se trata, en el lugar menos pensado puede producirse un accidente. Sobre todo, cuando el temporal se desata y ni una costa así evita el impacto del viento, que fue lo que se llevó al Blue Star cuando se quedó sin máquina.

Lo cierto es que la imagen de los grandes barcos, inmóviles en medio de esas aguas como si de auténticas islas se tratase, aguardando su turno para dirigirse a los muelles de A Coruña, tiene un lugar de honor en la memoria visual de varias generaciones.