El Chicle «puede explotar en cualquier momento»

J.R. / Álvaro Sevilla SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

ATLAS

Cuatro forenses del Imelga retratan a Abuín Gey, acusado de matar a Diana Quer, como rencoroso y capaz de dejar pasar un año para romperle los dedos a un vecino que se metió con su mujer

13 ene 2020 . Actualizado a las 13:16 h.

«Se siente frustrado», «responde con rencor», «digiere ese resentimiento de cara al futuro». «Actúa en todo momento sabiendo lo que hace», «controla la ira y deja pasar un año para romperle los dedos a alguien que se metió con su exmujer». «Falta de empatía», «carencia de sufrimiento emocional: solo por su hija lo mostró, pero fue un momento, nada más». Lo describieron ayer cuatro médicos y psicólogos forenses del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga). Evaluaron a José Enrique Abuín Gey en dos pruebas practicadas en febrero y marzo del 2018, ya en calidad de autor confeso de la muerte de Diana Quer.

«[Siente] desconfianza, elevado control de la ira, puede explotar en cualquier momento». «No es afectivo en las relaciones sociales». «En la cárcel no está mal del todo, dice que tiene un amigo con el que se ríe de un gitano con un problema mental», detallaron los cuatro forenses al final de la sexta vista. Ya el 23 de abril del 2018, en el informe final del Imelga sobre Abuín Gey, resultaron igual de concluyentes: «En una entrevista dijo que tuvo dos parejas y en otra tres con anterioridad a su esposa. A su mujer la conoció el día 6 de marzo del 2002 y se casaron en el mes diciembre del 2003. Manifiesta que la relación entre ambos no se ha visto deteriorada por lo sucedido».

En esto tampoco acertó Abuín, que inició este juicio con los trámites del divorcio ya avanzados en los juzgados de Padrón. El informe del Imelga prosigue: «Afirma que intentó dejarla [a su exmujer] cuando supo que tenía 14 años, contando él en aquel momento con 26. Finalmente, y ante la insistencia de ella. continuaron la relación, estableciendo convivencia desde el 2003. En diciembre del 2003 se casan y en marzo del 2004 nace su hija». El trabajo forense, incorporado al procedimiento penal contra Abuín, va mucho más allá: «Se trata de una persona obsesiva, orientada a los detalles, rígida, con preocupaciones y miedos específicos. De carácter susceptible, que fácilmente se siente insultada, y que puede responder de forma rencorosa y vengativa hacia la parte causante de la ofensa».

El carácter del único acusado destaca por «una falta de empatía hacia las necesidades y sufrimientos ajenos y una tendencia a la atribución externa de responsabilidades y a la justificación como forma de autodefensa. Con un control externo que se pone de manifiesto reiteradamente a lo largo del relato de sus experiencias vitales. Parece que le resulta complicado reafirmarse ante los demás y en las relaciones sociales suele mostrarse algo intolerante y poco emotivo». «También se observan problemas con la autoridad y actos antisociales». Igualmente «se aprecian dificultades para establecer relaciones interpersonales de calidad, de intimidad y mutuamente satisfactorias, que se pueden considerar presentes de forma estable a lo largo de su vida».

Experiencia acreditada

Los cuatro testigos del Imelga suman décadas de experiencia en sus trabajos. Las preguntas de la defensa trataron de poner en duda su profesionalidad al plantear si se dejaron influir «por tratarse del Chicle». Las respuestas fueron pacientes y concretas: «Todas las conclusiones parten del test», «siempre se trabaja igual», hasta detallaron cómo obtienen los rasgos y subrasgos en los trabajos científicos que el Imelga hace a diario. Cada una de las particularidades de Abuín Gey descritas por las forenses del Imelga sigue hundiendo aún más al acusado.

Igual de científico fue el testimonio aportado por los dos agentes de la Guardia Civil citados ayer. Pertenecen al departamento de grafística y reconocen escrituras, firmas o dinero falso. Analizaron las cartas escritas por el acusado ya en prisión y enviadas a su familia por correspondencia: «En sete anos estaría fóra. Xa me dixo a avogada que me ían pedir homicidio: son de 10 a 15 anos, pero aos sete xa estaría fóra e con tres ou catro, de permiso, tranquilos, vale? [...] Non quero que Rosario [su exmujer] pase por isto, por iso dixen que fora eu só», dejó escrito.

Los agentes aseguraron de forma «categórica» que Abuín escribió de su puño y letra la carta. Compararon la misiva con otras de su autoría: «Sus grafías son muy particulares, no tienen margen de error. Es individualizada, imposible de imitar». Otros agentes, tres de la Policía Local de A Pobra, detallaron el informe sobre la red lumínica de las dos calles en las que empezó todo. Los 171 metros del tramo de la calle Venecia, en el que Abuín dice que la mató, tienen cuatro farolas «antiguas» y con «poca luz». Ya en la paralela, el paseo marítimo de O Areal, en donde Abuín habría abordado a la joven, las farolas son nuevas, con bombillas led y mucha mejor luz. Otros tres testigos que siguen desmontando las coartadas del Chicle.

El Chicle condenó de por vida a un trastorno depresivo a la familia de Diana

«Hay cuatro víctimas, una mortal y otras tres que sufren la falta de su hija y hermana». «Los daños tanto en Diana madre como en Valeria, como en Juan Carlos, son un trastorno depresivo severo importante, y en el caso de Valeria también un trastorno por estrés postraumático grave». «Pero el daño emergente es un daño que también tenemos que tener en cuenta. Lo que tenemos ahora se va a agravar, es decir, ahora mismo estamos en un juicio en el que se busca justicia, y se está buscando también por parte de estas tres víctimas que nunca le vuelva a pasar esto a nadie más. El daño emergente será un trastorno depresivo mucho más grave y con mucha complicación para superarlo jamás en su vida».

Lo contó en sala la médica especialista en valoración de daño corporal que evaluó a los padres y la hermana de Diana. Sus conclusiones dibujan trastornos completos que repiten los allegados de cada persona muerta de forma violenta. «Las secuelas van a ser de por vida. Con especial énfasis por los 496 días de espera, en los que no se dijo nada: han sido terriblemente dañinos, porque el daño que se hace día a día esperando, pensando qué pasará, estará bien, estará viva, tendrá hambre, tendrá frío, le estarán haciendo daño, estará secuestrada... 496 días así hacen un daño tan grave que, evidentemente, el desenlace es también horroroso. Todo junto hace que sea imposible recuperarse, ni siquiera verse aliviado».

La evaluadora añadió que «son tres personas que realizaban una vida normal, dentro de sus más y sus menos, como todas las familias. Pero una vida normal, trabajaban, estudiaban, desde que ha pasado esto no han vuelto a hacer nada más». «No se trata de un accidente de tráfico en el que perdemos a un familiar y lo sabemos en el acto. Es horroroso, pero lo sabemos en el acto». «Diana López-Pinel asume muchísima medicación antidepresiva, antipsicótica, ansiolítica: una cantidad de medicación terrible para poder sobrellevar el día a día, y aun así es terrible. Cualquier cosita es una descompensación tremenda».

A mayores, los progenitores sobrellevan el sufrimiento de ver a su hija pasarlo mal. «Tanto para el padre como para la madre es un doble sufrimiento ver que la hija que les queda lo está pasando sumamente mal. De hecho, es la que más diagnósticos tiene, a la que más le ha costado digerirlo. Quizás por la edad tan joven en la que le ocurrió esto. Es a la que más le está costando. Esto, para los padres, también implica mucho miedo».

Así te hemos contado minuto a minuto esta sesión del juicio: