Los tripulantes de la primera embarcación que enganchó al Prestige: «Chico, así es nuestra vida»

La Voz REDACCIÓN

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Tripulantes de la primera embarcación en enganchó al Prestige
Tripulantes de la primera embarcación en enganchó al Prestige XOSE CASTRO

El personal del Sertosa cuénta cómo fueron las 125 horas de épica lucha contra el mar, con la muerte en popa

19 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Sólo dos personas esperan bajo la lluvia cuando el Sertosa treinta y dos llega al puerto de A Coruña, pasadas las doce de la noche: la mujer de un marinero y un familiar que la acompaña. Del remolcador saltan tres hombres. Uno se abraza a la mujer y se va en silencio. Otros dos salen detrás, a toda prisa, con caras de sueño y ganas de volver a casa. La mitad de la tripulación ha abandonado el barco, pero el resto tiene que esperar. Tras 125 horas bailando con el Prestige al ritmo de las olas, aún les queda una última misión: hay que acompañar al Star 2 en su salida del puerto. Les aguardan más minutos a la sombra de un petrolero.

«Se veía el fuel saliendo sin parar, era impresionante»

Mientras prepara el material para la salida, Manuel Meitín, el mecamaro —una especie de chico para todo en un barco—, cuenta su experiencia a orillas del buque maldito: «Cuando llegamos el mar estaba fatal y el barco se iba para las piedras. Se veía el fuel saliendo sin parar, era impresionante». A punto de partir para la nueva maniobra, relata que fueron muchas las veces que pensaron que el barco «iba a abrirse en dos» y que cuando recibieron la orden de volver a puerto «quedaba un puntal colgando, con mala pinta».

Olas de ocho metros

Llueve todavía en el puerto cuando vuelven los que habían ido a sus casas a ver a las familias. Sólo han pasado ocho horas, pero hay menos cansancio acumulado en las caras. Buen momento para relatar la historia de los cinco días en el mar, con un café en la mano. 

Alfredo Álvarez es uno de los capitanes que iban a bordo del Sertosa treinta y dos. Su relato comienza en la mañana del jueves: «Llegamos a donde estaba el petrolero a las nueve. Había un temporal muy fuerte y olas de hasta seis y ocho metros. Los otros tres remolcadores ya estaban allí». Las guías lanzadas para enganchar al Prestige no hacían diana: «Los amarres se partían y no había manera. Nosotros fuimos los primeros en conseguirlo, media hora después de llegar». Pero los del Sertosa no quieren medallas: «Allí trabajamos todos. No hubo ni mejores ni peores, cumplimos con lo que se nos dijo a la perfección, fue un trabajo impecable». Mención especial para dos marineros del Ibaizábal: «Unos fenómenos. Se metieron en el petrolero descolgándose desde el helicóptero, y eso que no están acostumbrados a hacerlo. Si no llegan a estar ellos hubiera sido imposible. Estaban encima de una bomba y le echaron muchas narices», asegura Álvarez. También el primer oficial del buque tiraba del cabo en proa.

«Tiramos para fuera sin parar, había que alejarlo de la costa»

Cuando consiguieron asegurar el amarre, las rocas estaban encima: «No sé la distancia exacta, pero sí podíamos verlas perfectamente». El siguiente en amarrar fue el Ría de Vigo, seis horas después. «Tiramos para fuera sin parar, había que alejarlo de la costa», dicen. La tensión no desapareció: «Imagínate, si una ola te manda contra el petrolero te deshace». Aun así, no faltaba en quien pensar. «Yo también viví del mar mucho tiempo. De quien primero te acuerdas es de la gente que está en esto. Les han hundido la vida», afirman.

Fueron cinco días sin descanso: «En esa situación, como mucho te sientas y cierras los ojos un rato». Los héroes son como Jesús Calvo, Alfredo Álvarez, José Antonio Caeiro, José Castro, Wenceslao Mosquera y Manuel Meitín. El último volvía a hacerse a la mar, tras 125 horas paladeando fuel y sólo decía: «Chico, así es nuestra vida».