Los vecinos de Muxía: «Levanteime da cama e atopeime co barco ó mirar pola fiestra»

La Voz REDACCIÓN

GALICIA

El cura y el alcalde de Muxía controlando las maniobras desde el Santuario da Virxe da Barca
El cura y el alcalde de Muxía controlando las maniobras desde el Santuario da Virxe da Barca JOSE MANUEL CASAL

Desde la costa se podía percibir a simple vista lo que estaba pasando con el Prestige

14 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Pedro Silva es buceador en Muxía. Ayer por lo mañana, como el resto de los habitantes de la zona, no podía creer lo que estaba viendo: delante de sus narices había un petrolero yéndose lentamente a pique. «Eu levanteime da cama e atopeime co barco ao mirar pola fiestra —comenta Silva—; podíanse ver ata os cabos dos remolcadores». Mientras lanoche anterior pocos prestaron especial atención a la noticia de un petrolero averiado a 30 millas de Fisterra, la constatación de que el buque viajó toda la noche a la deriva hasta acercarse al santuario de A Barca provocó una procesión de curiosos e incrédulos llegados de todas partes.

Numerosos prismáticos

A las diez de la mañana el barco alcanzó su punto más próximo a tierra. La gente no soltaba los prismáticos, ni en A Barca, ni en la Punta da Buitra, ni en Touriñán, desde donde se podía percibir perfectamente y a simple vista la situación por la que estaba pasando el Prestige, completamente escorado y flanqueado por varios remolcadores.

A las doce de la mañana una nube de humo salida de las chimeneas del petrolero fue, para José Antonio Toja, síntoma inequívoco de un último intento de encender las máquinas.

A esa hora el barco se alejaba poco a poco de Muxía. «Din que o capitán —comenta Silva—, negouse a enganchar o barco ata agora; se son eu, mándolle a policía e fóra». Nadie entiende que, conociendo la situación desde el día anterior, se hubiese llegado a tales extremos de angustia.

Antonio Toja, que se acercó a Muxía desde Laxe, tenía muy claro que si el barco se fuese a pique, la zona no podría hacer frente a la catástrofe. «Teríamos que facer as maletas e ir a buscar traballo noutro lado, porque non quedaría nada vivo no mar de aquí ata as Sisargas», explica.

Teríamos que facer as maletas e ir a buscar traballo noutro lado, porque non quedaría nada vivo no mar de aquí ata as Sisargas

En Muxía, los espectadores preguntaban a cada momento cuál era el mejor lugar para contemplar la catástrofe, y durante toda la mañana hubo un tránsito constante de una parte a otra del término municipal, entre chismes y rumores que anunciaban explosiones y prometían que habría más espectáculo que en el naufragio del Mar Egeo.

A las doce la expectación empezó a decaer: el Prestige se ocultaba entre la bruma y definitivamente se alejaba: a las tres de la tarde ya estaba a doce millas; a las cinco, a más de dieciséis y resultaba imposible verlo desde tierra.

Sólo los camiones de las televisiones se quedaron haciendo guardia en el puerto de Muxía.