«Busco la estabilidad y un futuro para mis hijos que en Ucrania no teníamos»

Carmela López
carmela lópez FERROL / LA VOZ

GALICIA

CESAR TOIMIL

Hanna Shpylko tramita la petición de asilo político para su familia, con la que vive en Ferrol desde hace tres meses

26 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Se ha marcado el reto de aprender veinte palabras al día en español, pero, por ahora, la comunicación con sus nuevos vecinos se limita a poco más que «hola» y «contenta». Hanna Shpylko, de 37 años, llegó a Ferrol con sus dos hijos, de 12 y 14 años, hace tres meses, y su marido, Andrii Shpylko, los siguió hace menos tiempo. La pareja es de origen ruso y nacionalidad ucraniana, y tenían fijada la residencia familiar en Lugansk, que en el 2014 se autoproclamó República Popular, un nuevo estado que no es reconocido por la Europa occidental.

El conflicto armado que se desató a raíz de esa autoproclamación de independencia ha afectado a la convivencia, y más en el caso de Hanna y Andrii, porque los rusos los consideran ucranianos y los ucranianos, rusos. «Surgieron muchos problemas con algunos familiares y amigos, precisamente por el conflicto entre Rusia y Ucrania: por eso decidimos salir de allí», manifiesta Hanna, auxiliada por Marina Nikeghosyan, su «ángel de la guarda» en Ferrol, que interviene de intérprete. Y es que Marina, que regenta el restaurante Terramar, también es ucraniana, pero ya lleva 16 años en España y, cuando un amigo de A Coruña le habló de la llegada de esta familia, se volcó en su ayuda.

A través de Marina sabemos que en Lugansk Hanna y su marido vivían de forma desahogada. De hecho, desde que llegaron a Ferrol se mantienen con el dinero que tenían ahorrado y pagan un piso de alquiler. Él es profesor de música y constructor, y ella, nutricionista, y su intención es integrarse en el mundo laboral lo antes posible, pero de momento no pueden, porque están tramitando la petición de asilo político y hasta que dispongan del permiso de residencia no les concederán el de trabajo. No obstante, sí están empadronados ya y los niños escolarizados en el colegio Cristo Rey. El niño mayor toca el piano y los dos hablan varios idiomas, de ahí que en el colegio no tengan grandes problemas, porque, además, en el Cristo Rey hay una adaptación especial para estos casos.

Pero la tramitación en la que se encuentra inmersa esta familia es muy lenta, hasta el punto de que la cita que les han dado para las cuestiones relacionadas con la petición de asilo político todavía es el 16 de enero.

«Contenta» de la hospitalidad

Mientras tanto, y por la mediación de Marina y la buena disposición de Antonio, el entrenador, uno de los hijos ha visto cumplida su ilusión de jugar al baloncesto. Los padres de los compañeros de equipo también se están volcando con esta familia, porque se turnan para llevarlo en coche a los entrenamientos, algo que agradecen infinitamente. Es uno de los motivos por los que Hanna se muestra «contenta» de vivir aquí, por la hospitalidad de los ferrolanos, la paz y el entorno. De hecho, Marina los llevó hace unos días a conocer Valdoviño y les encantó. Lo que buscaba esta pareja era un sitio donde poder vivir tranquilos, trabajar y que sus hijos estudien, y Hanna se muestra convencida de haberlo encontrado aquí, lejos del «caos» de su país. «Queremos empezar de nuevo aquí, para que los niños puedan estudiar y tener un futuro, con estabilidad y paz», traduce Marina, añadiendo, de su propia cosecha, que se trata de «gente muy valiente, que quiere ser útil e integrarse en la sociedad».