Cuando el alto riesgo es bajar la guardia en primavera y otoño

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

La Xunta centra su esfuerzo en duplicar el tiempo de trabajo de los forestales y en más tecnología de apoyo

07 sep 2019 . Actualizado a las 11:34 h.

Si la actividad incendiaria se atenúa, Galicia todavía está tiempo de cumplir las previsiones fijadas para la temporada de alto riesgo en los montes. La Xunta se puso el reto de que no ardan más allá de 20.000 hectáreas en un período que formalmente se sitúa entre el 1 de julio y el 30 de septiembre. Sin embargo, este marco temporal ha dejado de ser la referencia para los equipos de extinción, porque cada vez es más habitual que los grandes incendios se produzcan en primavera y otoño.

¿Por qué crece la actividad incendiaria fuera de temporada?

Incendios fuera de la temporada de alto riesgo existieron siempre en la medida en que los causantes detectaban que la vigilancia y los equipos bajaban la guardia por tierra y por aire. Ahora se atribuyen más al hecho de que se dan las circunstancias idóneas en más épocas del año en las que las condiciones se mueven en la llamada regla de los treinta: temperaturas cercanas a los treinta grados, vientos de más de treinta kilómetros por hora y una humedad por debajo del 30 %, parámetros que no hace falta cumplir estrictamente para provocar un desastre ecológico de calado. Las jornadas más trágicas del 2017 se produjeron diez meses después de que Galicia declarase la prealerta de sequía, que no se levantó hasta principios del 2018.

¿Cómo ha sido el balance de fuegos tras el desastre de octubre del 2017?

Está por ver si el enorme impacto social y medioambiental que causaron los incendios de octubre del 2017 en Galicia están relacionados con el balance del 2018, cuando ardieron menos de tres mil hectáreas, siendo el segundo año con menos incidencias desde que hay registros. Sin embargo, el 2019 comenzó mal. Solo en el primer cuatrimestre del año ya habían ardido más de 3.600 hectáreas, según reconoció el conselleiro en el Parlamento. Pero no fue un problema exclusivo de Galicia. Hasta el dramático siniestro de Gran Canaria en agosto, toda la cornisa cantábrica, León y Zamora acapararon un 39 % de los 8.300 incendios forestales que se produjeron en toda España.

¿En qué ha cambiado la política de la Xunta por la desestacionalización?

La Xunta cuenta con un informe de expertos datado en el 2008 en el que ya se advertía que el territorio gallego era propicio para que aumentasen los incendios en primavera y otoño, por un amplio número de motivos que se resumen en dos palabras: cambio climático. A pesar de los avisos, la ola del 2017 fue el aldabonazo definitivo para activar medidas de refuerzo que fueran más allá de los meses veraniegos, que se evidenciaban con la llegada y salida de Lavacolla de los hidroaviones del 43.º Grupo de las Fuerzas Aéreas. Como nunca se había hecho antes, la Administración presionó a los concellos y particulares para que se tomen en serio los planes municipales y la limpieza de las franjas de seguridad, con resultados que todavía están por evaluar sobre el terreno. La incorporación de más drones, cámaras y medios para la extinción se ha complementado con una demanda estratégica, como es la ampliación de contratos de los fijos discontinuos. De los tres meses que trabajaban antiguamente se ha pasado a los cinco de esta temporada, que alcanzará el medio año de actividad en el 2020, con idea de continuidad. Los agentes también han recibido más formación para profesionalizar sus servicios, tal como recomendaba el dictamen de la comisión parlamentaria de incendios que lideró el ahora conselleiro, José González.

¿Ha ayudado el tiempo de julio y agosto a evitar más incidencias?

Los más críticos con las Administraciones sostienen que la lluvia es el aliado más fiel para contener el fuego. Julio y agosto, los meses tradicionalmente más duros en los montes, destacaron por la gran variabilidad de las temperaturas, con diferencias notables según las zonas de Galicia. En julio hubo cambios constantes de tiempo, y agosto pesará en la memoria colectiva por la entrada en la segunda semana de varias borrascas muy activas que Meteogalicia ha calificado como «impropias» de esta época. Sin embargo, el comportamiento del resto del mes ha provocado que los registros básicos -temperatura y precipitaciones- se encuadren «dentro da normalidade». Lo único que ha despuntado es la temperatura de algunas comarcas de Lugo, que ha sido 1,7 grados más alta de lo habitual. Los tres últimos veranos, con escasez de lluvias, sí que son considerados anormales por secos respecto a la media desde los años ochenta.