Los menores extranjeros no acompañados en Galicia se multiplican por cinco desde el 2015

Mónica Pérez Vilar
MÓNICA P. VILAR REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Dos jóvenes extranjeros que llegaron como menores no acompañados, en un piso de protección de Ourense
Dos jóvenes extranjeros que llegaron como menores no acompañados, en un piso de protección de Ourense Agostiño Iglesias

El sistema de protección gallego tiene a su cargo a casi 200 niños migrantes sin compañía

26 ago 2019 . Actualizado a las 17:38 h.

Aún no han cumplido los 18 años. No cuentan con ningún adulto que se haga cargo de ellos. Han nacido más allá de las fronteras españolas. Buscan un futuro y una vida digna, mejor quizás que la que les esperaba en sus países de origen. Esa es parte de la realidad que el acrónimo MENA, con el que a veces se denomina a los Menores Extranjeros No Acompañados, puede llegar a ocultar.

Galicia acoge en estos momentos a 193 chicos y chicas que responden a esta descripción. En el año 2015 eran apenas 35. La mayoría llegan en autobús y el entorno de las estaciones es una de las áreas donde la policía les suele localizar. No porque delincan, sino porque se trata de menores de edad necesitados de tutela.

La Policía Nacional suele ser quien inicia los trámites para que estos chavales entren en el sistema de protección autonómico. El informe policial se traslada a la Fiscalía y a los servicios de menores de la Xunta, que asumen la guarda provisional y su ingreso en un centro público. Una vez se comprueba que tienen menos de 18 años, la Xunta asume su tutela. Pasan a ser, entonces, como cualquiera de los otros 3.000 menores a cargo de la administración gallega. La mayoría pasan a residir en centros, aunque algunos, los menos, están acogidos por familias, a través del programa que coordina Cruz Roja.

Cada uno de esos casi 200 chicos llegados del extranjero tiene su propia historia y sus propias necesidades. Una primera entrevista con los servicios de protección, asistidos casi siempre por un traductor, sirve para que el Equipo Técnico de Menores se haga una composición de lugar sobre cuál es la situación vital que cada niño deja atrás y cuáles son sus expectativas de futuro. A partir de ahí, suelen surgir dos necesidades: tramitar documentos, como permiso de residencia y tarjeta sanitaria; y echarles una mano en el aprendizaje del idioma, para que puedan comenzar a integrarse en la comunidad.

Según la Xunta, en la mayoría de los casos se trata de adolescentes que se acercan a la mayoría de edad y que vienen con una idea clara: trabajar. Es por eso que buena parte de ellos acaban integrados en el Programa Mentor, que desde hace veinte años ayuda a jóvenes bajo tutela autonómica a afrontar la recta final de su paso por el sistema de protección de menores y prepararse para su emancipación, gracias a la financiación del Fondo Social Europeo y la Xunta de Galicia.

La oenegé Igaxes se encarga del programa desde el 2005. Por eso conocen bien la situación de los adolescentes extranjeros que residen en la comunidad sin el apoyo de amigos o parientes. «Simplemente son niños que llegan aquí necesitados de protección. Y nuestro país ha firmado distintos convenios internacionales para la protección de la infancia, así que nuestro deber es tratarlos como haríamos con un niño gallego o uno de Burgos», explica muy gráficamente Carlos Rosón, director de Igaxes.

«Nuestro deber es tratarlos como haríamos con un niño gallego o uno de Burgos»

Según Rosón, trabajar con estos menores suele ser fácil: «Buscan una oportunidad, están dispuestos a esforzarse y son muy agradecidos». Son las leyes de extranjería las que más les complican las cosas. «El permiso de residencia debería otorgárseles de manera automática», opina. También se queja de la paradoja de que el mismo sistema público que invierte en su formación dificulte luego su inserción en el mercado laboral. Las condiciones para obtener el permiso de trabajo, por ejemplo, son duras. En una economía con cada vez más contratación temporal, ellos necesitan un contrato de al menos un año. Y, pese a todo, muchos de los chavales logran su oportunidad. «Los empresarios con los que trabajan dicen que son fantásticos. Se les valora mucho», asegura Rosón.

Agostiño Iglesias

Pero los equipos de Igaxes no solo se encargan de la formación laboral. Como con cualquier otro menor tutelado, también los preparan para afrontar las tareas de la vida diaria y les ayudan con las habilidades sociales. El objetivo: que la mayoría de edad les coja preparados para volar solos.

El perfil: Varones de origen magrebí que ya han pasado por otras comunidades

Aunque no existe un perfil único de estos menores, los datos muestran que actualmente la mayoría de ellos son varones de origen magrebí, seguidos por los de procedencia subsahariana. En los últimos años ha bajado el número de menores rumanos y también son pocos los llegados desde países latinoamericanos. Las chicas son la excepción, y no es de extrañar, ya que el itinerario que siguen estos menores hasta llegar a Galicia es en ocasiones tortuoso y proclive a que ellas caigan en manos de las redes de trata de blancas.

En cuanto a la edad, predominan los adolescentes cercanos a la emancipación. Lo más habitual es que recalen aquí tras pasar por otras comunidades. En ocasiones, explican desde la Xunta, incluso han llegado a estar ya incluidos en programas de protección de otras autonomías.

Cristina Blanco: «Son menores precisados de amparo e hai que traballar por eles»

Os servizos de atención á infancia dependentes da Consellería de Política Social son os responsables dos menores estranxeiros non acompañados que chegan a Galicia. Cristina Blanco Aragón, subdirectora xeral de Política Familiar, Infancia e Adolescencia, fala da súa situación co coñecemento que dan os anos de experiencia traballando con eles.

-¿Falar do «problema dos MENA», invisibiliza os menores convertíndoos nun fenómeno?

-Creo que é o noso deber non falar deles así, ser conscientes de que estamos a falar de seres humanos e non de colectivos impersoais. Os responsables na materia temos que traballar pola súa integración e polo seu desenvolvemento, sempre dende o punto de vista de que se trata de menores de idade precisados de protección. Temos a obriga de non os estigmatizar e de traballar para que como seres humanos sexan plenos, acaden os seus obxectivos e teñan un desenvolvemento integral axeitado.

-¿Cómo aborda Galicia a chegada destes menores?

-Houbo un crecemento exponencial considerable. Non manexamos as cifras de País Vasco ou Cataluña pero para o noso sistema de protección si que hai unha escalada importante nas cifras. Non é fácil de asumir, pero por sorte a Consellería de Política Social dedica recursos a estas novas situacións. Afrontámolo creando novas prazas e fomentando como sempre o acollemento familiar, que tamén permite desconxestionar os centros de menores.

-Hai a quen lle sorprende que Galicia reciba menores estranxeiros pese a non ter fronteira coas zonas «quentes» da inmigración.

-Moitas veces non somos a primeira comunidade que os recibe. En ocasións a viaxe destes rapaces está organizada, mesmo favorecida por un certo boca a boca. Os menores comunícanse entre eles e así chegan a Galicia rapaces coa expectativa de ter un centro onde estar, onde poder prepararse a nivel laboral e social e onde poder realizar o seu proxecto vital. Sábese que somos un lugar de acollida, que dá a cobertura que precisan os menores. E moitas veces tamén somos lugar de tránsito cara outros países ou comunidades autónomas.

-Pero tamén hai casos de éxito que acaban co menor integrado na comunidade...

-Por suposto, aínda que somos maioritariamente un lugar de tránsito tamén hai ocasións nas que ao chegar á maioría de idade os rapaces conseguen a súa inserción e teñen un proxecto vital que continuar. O cal, para unha consellería como a nosa dende a que tamén se traballa no eido da dinamización demográfica, pois mesmo pode chegar a ser unha oportunidade ante a perda de poboación.

-Noutras comunidades autónomas hai unha visión destes menores moito máis problemática...

-Nós falamos dende o punto de vista dos nosos datos, non é o mesmo acoller a 200 que a 3.000, pero sexa como sexa, temos que traballar cos datos e medios que temos. A chegada de menores estranxeiros é un fenómeno que existe, que está ocurrindo en todas partes, e velo como un problema non nos vai axudar tampouco a atallalo. É preferible ver sempre as dificultades como unha oportunidade, e nese sentido traballar.