«A morte dun fillo non se pode describir»

Mónica Pérez Vilar
mónica p. vilar REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Anxo Vidal con la camiseta en recuerdo de su amigo Alberto Villaverde con la que siempre salta al campo
Anxo Vidal con la camiseta en recuerdo de su amigo Alberto Villaverde con la que siempre salta al campo MARCOS CREO

Padres y amigos de víctimas en accidentes de tráfico cuentan cómo cambiaron sus vidas tras el suceso

02 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Este fin de semana en Ribeira debía disputarse el memorial Alberto Villaverde. Pero no será así. El equipo invitado, el Leis de Pontevedra, no asistirá. El motivo: la muerte de Sofía Pérez, la joven jugadora de fútbol sala en la ciudad del Lérez que perdió la vida en el brutal siniestro ocurrido esta semana en Vigo. Su historia guarda un triste paralelismo con la del homenajeado ribeirense. Alberto tenía 19 años cuando un accidente de tráfico, el primero sucedido en la autovía del Barbanza, segó su vida. «Recordo perfectamente como me enterei. É imposible esquecelo. Chamoume meu tío, que houbera un accidente. Eu sabía que varios amigos ían pasar uns días de vacacións, chamei a un deles e, destrozado, confirmoumo. Que terrible. Ir pasalo ben e acabar así». Quien lo cuenta es Anxo Vidal, amigo y compañero futbolístico de Villaverde. Cuando todo sucedió, en el 2008, aún no había cumplido 20 años. Una década después, el recuerdo de Alberto sigue muy vivo: «na pandilla sempre o temos presente; o accidente pasou, iso xa non se pode cambiar, pero en vez de recordar iso, recordamos os bos momentos que pasamos con el. O día do memorial é un día duro pero tamén moi bonito porque o sentimos moi preto. E sempre tentamos ter un detalles cos seus pais».

Alberto Villaverde y su mujer en el memorial celebrado en recuerdo de su hijo el año pasado
Alberto Villaverde y su mujer en el memorial celebrado en recuerdo de su hijo el año pasado MARCOS CREO

Para el padre de Alberto, que compartía nombre con su hijo, esta ha sido una semana dura. La noticia del accidente de Rande removió muchos sentimientos. Tanto que se le quiebra la voz al hablar de ello: «É unha situación que me supera. A eses pais só se lles pode dicir que hai que tirar para diante pero non é fácil aprender a convivir con algo así. A morte dun fillo non se pode describir, segues vivindo pero fáltache algo», explica. Su hija y sus nietos son, a día de hoy, el principal apoyo del matrimonio.

Un consuelo que no tienen Pedro Hernández y su mujer. Ellos perdieron a su única hija, Carla, en el año 2011, en un accidente de tráfico ocurrido en Portugal. Al dolor de su muerte se sumó el calvario judicial que supuso para ellos el caso, ya que se demostró que la chica que conducía el coche accidentado circulaba con exceso de velocidad y de manera imprudente, lo que se saldó con dos víctimas mortales, Carla, de 24 años, y otro chico de 18.

Pedro Hernández y su mujer ante un monumento instalado en recuerdo de las víctimas de tráfico
Pedro Hernández y su mujer ante un monumento instalado en recuerdo de las víctimas de tráfico

«Aquello cambió radicalmente nuestras vidas, nuestras ilusiones... Perder a un hijo es algo que nunca asumes del todo. A veces estás con un grupo de gente riéndote y de repente se te cruza por la mente y te desconectas de golpe», narra Pedro. Su manera de darle sentido al día a día ha sido dedicarse a concienciar sobre los peligros de la carretera. «Colaboramos con Stop Accidentes. Vamos a empresas e institutos. Les explicamos a los chavales que el coche puede ser un arma y que ellos mismos son quienes pueden salvar sus propias vidas. Que divertirse una noche está bien, pero poder divertirse toda la vida está mejor». Para Pedro, el éxito es conseguir que, después de oírle, un chaval decida guardar el móvil antes de ponerse al volante.

«No tuve tiempo de deprimirme, mi hija había quedado parapléjica y había que luchar»

La sombra de un accidente de tráfico está presente también en la vida de Alexia Prieto. Tenía 15 años cuando un corto trayecto en coche por Lugo con otros tres jóvenes acabó en un ingreso de seis meses en el hospital, casi 200 puntos en la cabeza y una lesión medular que la dejó en silla de ruedas. «Foi moi duro enterarme. Non sentía as pernas pero eu pensaba que me ía recuperar. Foi miña nai quen mo contou», recuerda. Su cabeza ha borrado casi todo lo relacionado con el accidente, pero para su madre Merchi aquel día sigue muy claro. «No teníamos teléfono y me avisó la vecina de arriba, que tenía una llamada para mí. Alexia había salido hacía 15 minutos y yo no sabía ni que iba a ir en coche. Me dijeron que estaba en el hospital y salí para allá. Me di cuenta de que era algo grave porque los médicos andaban con muchos miramientos conmigo», cuenta.

Alexia y su madre Merchi posan ante un avión militar en la base en la que trabaja la primera
Alexia y su madre Merchi posan ante un avión militar en la base en la que trabaja la primera

De aquel impacto han pasado ya más de 20 años. Alexia ha sacado plaza de funcionaria y se ha atrevido con casi todo: buceo, kayak, bici adaptada... incluso ha montado en avioneta. Utiliza el coche habitualmente, aunque le ha quedado cierto respeto a conducir y suele ser su madre quien lo hace. Y, pese a todo, la noticia del accidente de Vigo le puso la piel de gallina. A Merchi incluso la atenazaron los nervios y le dio por llorar. Ella, que dice que no tuvo tiempo de deprimirse tras el accidente de su hija porque tocaba luchar, no puede evitar ponerse en la piel de las familias de los adolescentes. Afirma que el tiempo «no cura pero suaviza» pero reconoce que resulta «durísimo» salir adelante tras un accidente que te cambia la vida. Con todo, aquella experiencia convirtió a Alexia en una persona luchadora y a Merchi, asegura, «en mejor persona».