Dos enfermeras se examinaron en el hospital materno de A Coruña. Una acaba de ser madre y la otra está a punto

R. D. Seoane

Que una oposición es como un parto es algo más que un chascarrillo para dos enfermeras coruñesas, examinadas el domingo pasado en el Hospital Teresa Herrera de A Coruña mientras otros 8.000 compañeros de titulación y condición inestable lo hacían en el recinto ferial de Silleda. Ellas estaban, prácticamente, fuera de cuentas e ingresadas, razones de peso suficientes para ser puestas a prueba fuera de la sede oficial de la oferta pública de empleo (OPE).

Ana Fernández Hernández, que trabaja para el Sergas desde hace tres lustros y con su último destino en los quirófanos de Urgencias del Chuac, dio a luz a Paula, su segunda hija, este miércoles a las 17.45 horas. A Gema María Rojo Álvarez le provocarán el parto el día 23 si Bruno no se apura antes a llegar al mundo. También será su segundo hijo.

«El examen fue muy complicado, y eso que fue para el que más estudié; me dediqué más a la oposición que al embarazo», cuenta Ana unas horas después de dar a Sara, su niña de cinco años, una hermanita. Trabajar, incluidos «cinco años dando tumbos de un lado a otro con contratos precarios» y once de interina, atender a su familia y preparar oposiciones han ido atiborrando de obligaciones casi toda su vida adulta. A las espaldas, media docena de oposiciones, incluidas unas en Andalucía. «Estás obligada a presentarte porque si no, bajas en la lista y te puede quitar el trabajo cualquiera que acabe de salir de la facultad», explica quien se sobresaltó en cuanto conoció la fecha de la OPE. «¡Yo salía de cuentas el 15 de mayo! Llevo casi un mes sin dormir, más nerviosa pensando en el examen que en el parto», cuenta ahora ya más relajada, una vez que Paula ya ha llegado, con o sin el pan de una plaza bajo el brazo. Tanta fue la presión que en la víspera del día clave para demostrar sus conocimientos, Ana tuvo que ingresar en el materno por tensión alta.

«Te lo juegas todo a una prueba que ni siquiera convocan todos los años. Si tienes un mal día no hay nada que hacer»

El examen lo hizo en un despacho, en la biblioteca del hospital, bajo la custodia de un responsable de Recursos Humanos del Chuac. «Estuvimos más tranquilas que la gente que estaba en Silleda», valora esta profesional con dos décadas de experiencia pendiente de que «suene la flauta» y de que con Paula llegue también, por fin, la estabilidad laboral. «Estamos siempre entre la espada y la pared; a ver si damos un toque de atención y conseguimos que saquen más plazas porque al final te juegas todo a un examen que ni siquiera convocan todos los años; si te coincide un mal día, cualquier circunstancia... o un parto, ya no tienes nada que hacer», reflexiona en voz alta una profesional de 42 años y con dos decenios de experiencia. «¡Ya me podrían dar la plaza por vieja», dice medio en broma, medio en serio.

A su lado, el domingo pasado en la improvisada aula del materno se sentó Gema, embarazada de 36 años, hospitalizada por un pinzamiento ciático y que salió de cuentas el sábado, un día antes del fijado para el examen. Si el nacimiento fuese matemático, probablemente no podría haberlo hecho. Pero el bebé decidió que no tenía prisa.

«Estuve muy mala», cuenta esta interina que cubre una vacante en el Hospital de Santiago. Ya tiene una niña de cuatro años y no le llega el momento de verle la carita a Bruno, un nuevo vecino para el concello de Ordes, donde viven.

Para ella, la del domingo fue su tercera oposición y no es la primera que aprueba sin que eso le haya garantizado plaza fija. De la experiencia valora que, salvando el hecho del dolor y la hospitalización, se desarrolló sin incidencia alguna, siguiendo al minuto el cronograma de cuatro horas largas de Silleda. «El examen fue muy rebuscado -opina-; te fastidia porque yo estudié... Te decepciona, pero ¿qué le vas a hacer?». En su mente, ahora, hay otra fecha por llegar todavía más señalada. Y no es la de la nota.