El bus escolar compartido transforma el transporte en el interior de Galicia

Juan María Capeáns Garrido
Juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Imagen de archivo de la primera pasajera que usó el bus compartido en Carballo en el 2017
Imagen de archivo de la primera pasajera que usó el bus compartido en Carballo en el 2017 Ana Garcia

En comarcas como Melide, A Limia o Allariz esta fórmula acapara ya entre el 60 y el 80 % de los billetes vendidos

13 nov 2019 . Actualizado a las 20:18 h.

La estampa de los papás, las mamás o los abuelos despidiéndose en la parada de autobuses de los niños que se van al colegio ha cambiado sustancialmente en las comarcas del interior de Galicia. Ahora no hay besos ni últimos saludos al aire porque muchos adultos se suben al autocar con los chavales. Pagan su billete, se sientan en su plaza libre y van hasta la localidad de referencia, la cabecera de comarca o el lugar más cercano en el que se encuentran los principales servicios, ya sean sanitarios, sucursales de banco o comercios. O hacen el trayecto contrario.

Hay más casos y circunstancias, casi tantos como los 380.000 viajes que ya se han producido en transporte escolar compartido, pero el evocado es el patrón más habitual que está dando alas a un modelo que se implantó con mucha polémica avanzado el 2017 y que empieza a revelarse como una pequeña revolución en algunas zonas de Galicia que vivieron aquel verano la transformación del mapa de rutas y que provocó incluso varias semanas de huelga. Aquella primera sacudida al transporte por carretera afectó sobre todo a las líneas del interior. Y es por ello que los primeros datos que está analizando la Consellería de Infraestruturas e Mobilidade, relativos a las primeras 491 rutas de autobús que han integrado su servicio, se interpreten positivamente.

En comarcas como Melide, A Limia o Allariz-Maceda, entre el 60 y el 80 % de los viajes en autobús que se producen a diario son a través del modelo compartido, unos porcentajes a los que se acercan algunos concellos salpicados por la geografía gallega, como puede ser Soutomaior, bajo la influencia del área metropolitana viguesa. En otros, como A Terra Chá, Sarria o Cedeira, en la costa coruñesa, uno de cada cuatro viajeros no escolares usan este tipo de autobuses, que se caracterizan por la intensidad de sus recorridos que, de momento, alcanza 189 concellos a través de 5.297 paradas. Esas cifras suponen una media de una treintena por ayuntamiento.

En otros municipios el éxito es más radical todavía, aunque con truco: el 100 % de los billetes que se venden en Riotorto, Ribeira de Piquín, Carballeda de Valdeorras y A Mezquita son en buses escolares porque es el único transporte público disponible. Para estos municipios de baja población y muy dispersos se confía en que vaya calando el transporte bajo demanda, especialmente en las jornadas sin actividad académica como puede ser el verano o la Semana Santa.

El pulso que mantuvieron la Xunta y las empresas, temerosas de que las nuevas concesiones fueran una ruina, se va resolviendo satisfactoriamente para todas las partes, incluso para las asociaciones de madres y padres de alumnos, que no vieron la operación con claridad hasta que Infraestruturas confirmó que todos esos autobuses integrados llevarían un acompañante.

Optimización del gasto

La factura creció por ese lado, pero la Xunta consiguió su gran objetivo, que era optimizar los 120 millones de euros que paga cada año por el transporte escolar. En algunas rutas no había demasiado margen ni plazas libres, pero lo más habitual es que esos autobuses que salen cada mañana por toda la geografía gallega viajen con miles de asientos libres que ahora las empresas pueden comercializar a un precio único de 1,35 euros.

El departamento de la conselleira Ethel Vázquez tuvo roces con las empresas concesionarias y ciertas resistencias de los trabajadores, pero fue inflexible con el transporte escolar porque la apuesta era segura, ya que funcionaba en otras comunidades como Asturias o Castilla y León.

La falta de plazas en los autocares de los entornos urbanos complica la extensión definitiva del modelo

La ampliación del sistema de transporte compartido por parte de la Xunta es decidida, pero tiene sus limitaciones. Cuando se planteó el modelo por primera vez, en el verano del 2017, el objetivo era activarlo en un 10 % de todas las rutas de los autobuses escolares de Galicia.

Aquellos contratos tenían una vigencia de dos años, de ahí que vayan a expirar en agosto, oficiosamente cuando acabe este curso académico. Por ello la Xunta ha sacado de nuevo los primeros cien contratos del Plan de Transporte Público de Galicia y con las condiciones de licitación crecerá la incidencia del modelo hasta el 35 % de las más de 5.000 rutas, que seguirán conectando mejor Ourense, que acapara 29 de los cien contratos; Lugo, se lleva 26; Pontevedra, 27; y A Coruña, 14. Si los trámites administrativos no encuentran trabas, a finales del 2019 se completará la revolución en toda Galicia y en el 2020 habrá un mapa del transporte completamente renovado para todos los viajeros. En ese momento, la incidencia del bus compartido llegaría a algo más del 50 % de las líneas, para activarse por completo en el curso 2020-2021. Con la nueva ordenación, que afecta también a las rutas más usadas, como son las que conectan las ciudades de la fachada atlántica, se espera que haya un crecimiento general de los viajes, que en el último año fue modesto, ya que en total solo creció un 1,08 %.

Las posibilidades de que la fórmula tenga más recorrido son limitadas. A medida que las líneas se acercan a los entornos urbanos hay menos plazas libres en los autobuses, y pierde sentido uno de los mantras que se marcó la Administración autonómica, que era evitar la circulación de vehículos sin viajeros dentro.

La complejidad de las rutas en las zonas metropolitanas hace muy difícil que avance la idea, pero Mobilidade sostiene un compromiso novedoso respecto a las primeras experiencias de los últimos meses, y es que aquellos colegios que tengan alguna ruta escolar compartida extenderán estas condiciones a todas las líneas que conecten la comarca con ese centro educativo, de forma que no existan discriminaciones entre vecinos.