La antigua base americana de Bares, entre un albergue y un hotel de lujo

Ana F. Cuba / José Pardo ESTACA DE BARES / LA VOZ

GALICIA

JOSE PARDO

El Concello de Mañón estudia ya el proyecto de rehabilitación tras firmar ayer la compra a Defensa

06 abr 2019 . Actualizado a las 15:32 h.

Las columnas herrumbrosas sostienen una estructura recia. De cerca, la mole de ladrillo y cemento se aligera. La luz entra por los huecos de las ventanas -alguna aún conserva el marco de madera- y por los boquetes abiertos en las paredes. Los grafitis lo recubren todo, hay pintadas frescas que tapan las originales, que vienen de antiguo. El Atlántico, que manda en el paisaje, se cuela por las heridas de esta ruina. Cuesta imaginar la vida en este paisaje extraño, que recuerda las imágenes de alguna guerra reciente. Ya no queda nada que desvalijar, ni puertas, ni suelos, ni azulejos, ni conducciones eléctricas, ni luces... Se lo llevaron todo, salvo un horno oxidado, apilado por la cuadrilla municipal en el exterior, en un amasijo de hierros, tierra y escombros.

Todo esto pertenece ahora al Concello de Mañón. La negociación emprendida en 1991, cuando cerró sus puertas la base americana de Estaca de Bares, culminó este viernes con la firma de la escritura de compraventa de las construcciones, de unos 1.200 metros cuadrados, y la parcela donde se erigen, en una finca rústica de 65.579. El Ministerio de Defensa accedió a la venta, que no cesión, de los restos de la estación Loran -un sistema electrónico de navegación de largo alcance por radio, desarrollado durante la Segunda Guerra Mundial en apoyo de la aviación aliada-, que permaneció operativa durante tres décadas. En 1961 entró en servicio, de la mano de la Guardia Costera norteamericana, y en 1977 pasó a la Fuerza Aérea.

¿Y a partir de ahora qué?

El Ayuntamiento pagará 76.624 euros en cuatro años. En el 2015, Defensa tasó las instalaciones en 258.000, y la subasta quedó desierta. «Non foi sen tempo», comentaba ayer el alcalde, Alfonso Balseiro. ¿Y ahora qué? En una visita reciente del conselleiro de Cultura e Turismo, Román Rodríguez, se habló del futuro. «Gustoulle e falamos de que se podía facer un albergue ou un hotel de luxo», señala el regidor. Hace años que se redactó un anteproyecto en la Escuela de Arquitectura de A Coruña, con la mediación del farero Eugenio Linares, hoy jubilado. «O primeiro é saber con exactitude por parte de todos os organismos implicados que se pode facer, para non preparar un proxecto e que cho tiren. A miña idea é xuntar aquí a Patrimonio, Costas, Medio Ambiente, todos os que teñen algo que dicir», explica el alcalde. El porvenir de la antigua base americana está por definir. «Pero o que temos claro é que a iniciativa ten que ser do Concello, e despois convocar un concurso para a explotación, como se fixo no seu día co Semáforo [un espacio cercano, convertido en hotel de naturaleza]», añade.

Una brigada de once personas, contratadas por el Concello, ha despejado algo la zona. Del interior de las edificaciones sacaron cascotes y desechos acumulados de algún botellón. Limpiaron las tajeas y el espacio que rodea las bombas de agua y los tanques de combustible; desbrozaron los alrededores de la base y despejaron el regato por el que discurre el agua hacia los molinos, a escasos metros, junto a un observatorio ornitológico. Ahora el esqueleto cobra presencia.

Los que aún lo recuerdan

Félix Grande, vecino de la Vila de Bares originario de Cariño, participó en la construcción de la base y fue el encargado del almacén y del servicio de mantenimiento hasta que se desmanteló. Su hija María recordaba hace poco que acompañaba a su padre en las fiestas del Día de Acción de Gracias, el cuarto jueves del mes de noviembre. «Eran comidas diferentes y nos hacía ilusión ir, invitaban a las familias de la gente que trabajaba allí. Mi padre también los traía a nuestra casa para celebrar la Pascua. Mi abuela estuvo unos años allí lavando y planchando sábanas... La llamaban mam, como si fuese la madre de todos ellos». Allí conoció a su marido, ingeniero técnico de radio, entonces miembro de la Fuerza Aérea estadounidense.

El tiempo y el abandono han transformado aquellas instalaciones de lujo -«jamás habíamos visto neveras de aquellas dimensiones ni aquel parqué», cuenta una vecina del Porto de Bares- en unos vulgares galpones. Pero la leyenda pervive y hay quien aún sostiene la existencia de túneles secretos. Tal vez algún día un huésped resuelva el misterio.