«La escuela no adoctrina si se abre al diálogo y la pluralidad»

Sara Carreira Piñeiro
Sara Carreira REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Jaume Carbonell fue director de «Cuadernos de Pedagogía» hasta su jubilación
Jaume Carbonell fue director de «Cuadernos de Pedagogía» hasta su jubilación

El histórico director de «Cuadernos de Pedagogía» presenta libro en Galicia: «La educación es política»

04 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Jaume Carbonell es una referencia obligada de la pedagogía española. Comenzó a colaborar con Cuadernos de Pedagogía en 1975, con el primer número, y en el 2013 se jubiló como director de la revista; en medio, fue profesor de la Universidad de Vic y miembro del Consejo Escolar del Estado. Ha escrito numerosos libros sobre educación y el último, La educación es política, una provocadora reflexión sobre lo que se debe tratar en el colegio y cómo hacerlo, lo trae la próxima semana a Galicia. Presentará el texto en Ourense (día 4, a las 18 horas, en la Facultad de Ciencias de la Educación), A Coruña (martes 5, a las 13 horas, en la Facultad de Ciencias de la Educación), en Santiago (el miércoles a las 12.30, en Ciencias de la Educación) y en Ferrol (el jueves a las 19.30, en la biblioteca municipal). Defensor del diálogo como forma de comunicación, las presentaciones del libro se harán a través de mesas redondas en las que participarán personas ajenas a la educación.

-¿En la escuela se puede hablar de todo o se debe hablar de todo?

-Se debería hablar de todo, y por tres razones: todas las pedagogías modernas esgrimen que la escuela debe relacionarse con el entorno, no se entiende que le dé la espalda; por compromiso ético, político y moral del profesor, no solo con la escuela, sino para formar una ciudadanía crítica y democrática; y porque la infancia tiene derecho a estar informada.

-Pero es fácil que se acuse a los profesores de adoctrinar.

-Una cosa es ser neutral y otra adoctrinar. Ninguna persona es neutra, pero adoctrinar es imponer, es limitar a una las ideas posibles. Eso ocurría en el franquismo, pero no ahora, porque, aunque tengamos algunas carencias, eso no pasa. Si la escuela se abre al diálogo, a las diferentes ideas, a la pluralidad... no adoctrina. Nuestros referentes y límites deben ser los derechos humanos y los de la infancia.

-¿Qué papel debe desempeñar el profesor en ese diálogo?

-Tengo claro que en un debate el profesor debe exponer los hechos objetivos y hacer preguntas. Seguramente en algún momento le pregunten qué opina, y yo creo que nunca debe dar su opinión; ni al principio, porque podría dirigir el debate, ni al final, porque podría parecer una conclusión. Pero no veo mal que opine en algún momento, lo razone y diga claramente que es una opinión más, no mejor. La cuestión es poner a pensar a los niños, no decirles cómo deben pensar. La intención del libro realmente es hacerse preguntas y que la escuela se las haga, todas, que es el mejor antídoto contra el sectarismo.

-¿Pero se prepara así a los niños para el mundo real o para que luchen por el que quieren?

-Hay que educarles para un mundo mejor. La escuela no transformará el mundo, pero puede contribuir a que el mundo sea más democrático. La escuela es ideal porque enseña valores y puede formar a ciudadanos demócratas que pueden convivir, ser responsables, respetarse, gestionar lo común... y no debe ser solo un aprendizaje para el futuro, sino para el presente. La democracia no es teórica, se practica, y la escuela es un espacio de conversación.

-Pero dice que no todo es tolerable. No aceptaría, por ejemplo, que un niño dijese que le parece bien pegar a las mujeres.

-Hay que hacer una distinción entre el respeto a las personas y el respeto a las ideas. Las ideas que justifican la violencia no son respetables, pero el profesor no puede intervenir contra el alumno, sino razonar su explicación y explicar que eso va contra la convivencia pacífica. Yo defiendo educar en valores democráticos.

-Este libro incluye cuatro ejemplos: el 1-O y los atentados del 2017 en Cataluña y dos casos gallegos, la crisis del Prestige y los incendios de octubre del 2017.

-Lo del 1-O lo hice precisamente porque creo que hay que hablar de todo; por supuesto, recibí críticas por ser muy favorable al independentismo y por ser muy poco favorable al independentismo [se ríe]. En el caso de Galicia, utilicé el Prestige porque conocía lo que había pasado en las escuelas por Cuadernos de Pedagogía; y lo de los incendios, porque el medio ambiente me interesa. Pero podría haber hablado de la plataforma Castor o la deforestación de la Amazonia; son metáforas, asuntos que afectan a todos y tienen varios puntos de vista.

-Dice que no podemos olvidar el franquismo, pero, cuando alude a las votaciones del 1-O, recuerda las asambleas universitarias ilegales en su juventud y el ataque de la policía franquista. ¿Son comparables ambas cosas?

-Lo que intento es llevar el debate de si todo lo legal es legítimo; a veces la historia se ha movido porque se han desobedecido leyes, como con la objeción de conciencia. No hay que confundir eso con que la situación actual sea igual que la dictadura, ni muchos menos. Pero, ¿qué pasa con la resistencia pacífica?

-Vive instalado en la duda...

-He pasado por etapas: fui más dogmático, en otra época relativizaba todo y ahora me he instalado en la duda. Pero distingo la duda que paraliza y nos lleva a la inacción y la duda que aboca a la reflexión, a la tensión emocional, que es por la que apuesto.

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