«Son ángeles, solo les faltan las alas»

GALICIA

Miguel Villar

Ramiro Chaves, un vecino de Verín al que dos guardias civiles salvaron la vida tras sufrir un infarto cuando iba a llevar a su hijo en coche a una excursión, se reúne con los agentes

03 feb 2019 . Actualizado a las 14:00 h.

La de Ramiro Antonio Chaves Espino es una de esas historias que nos reconcilian con el ser humano. De esas que desmitifican la figura del guardia civil como el hombre uniformado que solo expide multas. La suerte hizo que el pasado 18 de enero los agentes Miguel dos Santos de las Heras y Enrique Alonso García estuvieran trabajando a las 6.45 horas en la N-532, que une Verín con la frontera de Portugal.

Ramiro, su mujer y su hijo salieron de casa minutos antes. Iban a llevar al pequeño Antonio a una excursión del colegio. De repente, Ramiro ralentizó la marcha y empezó a circular dando bandazos. «La verdad es que ya no quiso tomar café por la mañana y eso me mosqueó. Ya no se había despertado bien», explica su mujer, María del Carmen, para adelantar los hechos.

Los agentes vieron cómo el coche se movía muy despacio de un lado al otro de la vía, por lo que le dieron el alto, que a duras penas Ramiro pudo cumplir. «No recuerdo mucho, solo a un guardia que entró en el coche y me dijo: "No te preocupes, que te llevamos al hospital"», relata. Ramiro ya sangraba por la boca. Era un infarto.

«Estábamos de servicio desde la seis de la mañana. Nosotros pensamos al principio que era alguien que había bebido. Era viernes y por esta carretera vienen muchos de fiesta desde Chaves. Pero enseguida vimos que era muy grave. Le costaba respirar, estaba muy alterado y ya nos dijo que padecía del corazón. Por el camino incluso llegamos a pensar que se moría», dice Miguel Dos Santos. «Si ellos no hubieran estado allí y actuado como lo hicieron, hoy no estaría vivo. Son ángeles, solo les faltan las alas», le responde Ramiro.

Uno de los agentes se subió al coche de la familia, mientras el otro iba abriendo paso con el vehículo policial. Por el camino fueron avisando a los servicios de emergencias, personal y medios técnicos para que todo estuviera preparado a su llegada al hospital de Verín. Cuando lo hizo, ingresó con urgencia, aunque por su gravedad tuvieron que trasladarlo más tarde a la capital ourensana, a la uci.

Su hijo Antonio no tuvo que faltar a la excursión. Miguel dos Santos acercó al joven al colegio, en el coche oficial. «Estaba bastante nervioso y yo intenté por el camino tranquilizarlo un poco, hablar con él, estaba muy preocupado. Su madre prefería que estuviera entretenido mientras tanto», relata el agente. Volvieron al día siguiente al hospital de Verín para interesarse por él, pero ya lo habían trasladado al CHUO.

Ramiro ya está en su casa de Feces, en el concello ourensano de Verín, y la familia y los agentes se vieron el pasado viernes por primera vez después de aquel 18 de enero. Se fundieron en un abrazo. Los médicos ya le habían dicho que gracias a la intervención de los guardias civiles estaba vivo.

Ramiro abraza a uno de los guardia civiles que le salvaron la vida
Ramiro abraza a uno de los guardia civiles que le salvaron la vida Miguel Villar

-¿Que siente ahora al verles? ¿Que sensación tiene?

-Ganas de llorar. No solo me atendieron a mí, sino también a mi hijo y a mi mujer, sin ninguna obligación. Es una deuda que tengo con ellos. Es humanidad, pero no todo el mundo actuaría de esta manera.

La emoción de Ramiro se contagia, aunque el agente Enrique Alonso García resta importancia a su acción: «Hoy en día cualquiera lo haría». Ellos, los guardias civiles, también hablan de una experiencia difícil de olvidar. «Lo vimos muy muy mal. Tuvimos la suerte de hacer todo muy rápido. Desde el punto de vista personal es una satisfacción enorme. Verlo ahora así, tan bien... Esto te recompensa. Intentar salvar una vida hace que te enorgullezca llevar este uniforme, lo digo de verdad. La sensación cuando llegas a casa es la del deber cumplido, aunque lo haría cualquier persona», dice Miguel dos Santos. Su compañero, Enrique, asiente y afirma: «Es muy agradable que alguien te llame y te diga que está agradecido por algo que nosotros hacemos porque nos parece lo normal. Siempre intentamos ayudar a las personas, independientemente de que luego algunos nos vean como unos recaudadores».

Los cinco ya tienen un vínculo especial que los unirá para siempre. «Saben que nos tienen siempre para lo que necesiten. Esto es algo que no se olvida», afirman los agentes, aunque «si hay que multarle por algo, pues se hace», ríen. Saben que se verán las caras muy a menudo. Y cada vez que ocurra, Ramiro recordará por qué está vivo.