La familia de un rianxeiro asesinado en 1920 mantiene vivo su recuerdo dejando regularmente un ramo en el lugar del suceso

MARTA GÓMEZ

Cada 1 de noviembre, José María Miguéns y su mujer emprenden el camino que todos los años les lleva desde la aldea de Campelo, en la parroquia de O Araño (Rianxo), a una pronunciada curva de la carretera comarcal AC-305 en Ponte Beluso. Él lleva toda la vida realizando ese recorrido, antes lo hacía su madre, y antes su abuela. La familia lleva un siglo completando ese particular peregrinaje porque no olvida que allí mismo, junto al vial que durante décadas fue la principal arteria de comunicación de la comarca de Barbanza, encontró la muerte José María Miguéns Cortés. Lo mataron a sangre fría y el crimen quedó impune. Y aunque su nieto ni siquiera había nacido entonces, mantiene vivo el recuerdo de su antepasado y de lo que allí ocurrió.

Una discusión por el trabajo derivó en un disparo que acabó con la vida de aquel hombre En su casa, a escasos metros de la cima del pico Muralla, invisible a causa de la niebla, José repite que no quiere revolver el pasado, que es mejor dejar las cosas como están. Pero poco a poco se va soltando y explica la historia de su abuelo, que murió de un disparo en el transcurso de una discusión. Lo cuenta porque es él quien lleva flores a la curva de Ponte Beluso. Allí aparecen cada cierto tiempo manojos de plantas y flores colgados de un pequeño murete junto a la carreta que une Rianxo con Boiro, y los vecinos de la zona creían que se colocaban en recuerdo de un hombre represaliado. A esa idea contribuyó el hecho de que, efectivamente, en las cunetas de ese vial se derramó sangre durante la contienda civil y hay varios asesinatos documentados. Pero la realidad es que el protagonista de esta historia no murió durante la guerra, ocurrió mucho antes. Fue en 1920.

Riña profesional

La madre de José tenía apenas 11 meses cuando mataron a su padre, así que él no sabe a ciencia cierta qué fue lo que pasó. Conoce la historia que desde siempre se contaba en su casa. Su abuelo era capador y quien lo mató también, por lo que se supone que habrían discutido por algo relacionado con su oficio. Pero las palabras fueron a mayores y al final fue la pólvora la que habló y acabó con la vida de José María Miguéns Cortés, que recibió un disparo a traición.

José María era de la aldea de Buía, en la parroquia rianxeira de O Araño, pero su familia procedía de Forcarei. Se casó en Campelo y su muerte dejó desamparada a su mujer y a su hija: «Aquilo quedou impune porque non había quen mirara por nada. Na casa non había máis ca dúas mulleres porque meu bisavó estaba en Cuba emigrado e non houbo quen fixera nada».

Las flores aparecen regularmente en el lugar del crimen
Las flores aparecen regularmente en el lugar del crimen MARCOS CREO

El único recuerdo que le queda a la familia son varias copias desgastadas de una foto Desde entonces, la familia lleva flores a la curva de Ponte Beluso donde encontró la muerte José María. Allí colocaron también una cruz en su recuerdo, aunque hace unos años la desplazaron unos metros desde su ubicación original para permitir que se construyera una vivienda en la zona, pero José asegura que sigue allí, cerca de las flores que varias veces al año llevan él y su mujer. «Non nos esquecemos nin un ano», sentencian.

Normalmente van por el día de Difuntos, el 1 de noviembre no fallan nunca, y si tienen plantas de su cosecha las llevan de vez en cuando: «Miña nai facíao e nós tamén, tampouco nos custa nada e temos ese recordo aí».

Durante décadas, su abuela y su madre completaron los alrededor de 20 kilómetros de camino hasta Ponte Beluso desde Campelo andando. José sigue yendo allí porque, como él dice, no le cuesta nada, y porque no tiene otro lugar al que llevar flores. No sabe dónde está enterrado su abuelo: «O único que sabemos é que está en Bealo; antes non era coma agora, enterrábanche onde morrías porque non había posibilidade de transportar os defuntos. Pero non sabemos onde está, non hai unha tumba, por iso levamos as flores á estrada. Se o soubésemos xa teriamos traído os restos para o noso panteón hai tempo».

Una vieja foto

Lo que sí le queda de su abuelo a José es una foto realizada hace casi un siglo. En realidad son varias copias de una imagen de su antepasado en lo que parece su lecho de muerte: «Debe ser de cando morreu, ten toda a pinta. Non sei quen as fixo nin como as temos aínda, porque daquela non viviamos nesta casa, apareceron as fotos de casualidade».

Las copias están desgastadas por el paso del tiempo y en alguna apenas se distingue la imagen de un hombre tumbado, pero es el único recuerdo de su abuelo, y Ponte Beluso el único lugar en el que rendirle homenaje y mantener viva su historia. Así que, mientras pueda, José seguirá acudiendo a aquella maldita curva varias veces al año para poner unas flores.