Feijoo se cala la boina y deja el birrete

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

GALICIA

Pilar Canicoba

Crónicas desde Madrid. Cree que seguir el discurso recentralizador de Casado sería letal y apuesta por ser un virrey en Galicia sin someterse a nadie

28 ene 2019 . Actualizado a las 13:15 h.

En el año 1989, una vez abandonado su sueño de convertirse en el presidente del Gobierno capaz de unir a todo el centroderecha español para formar una mayoría, Manuel Fraga se reconvirtió en un líder autonómico en Galicia. Vio claro nada más aterrizar en las procelosas aguas del PPdeG que el éxito pasaba por un posicionamiento claramente galleguista que permitiera a un tiempo defender un discurso conservador, sin perder la conexión con los sectores rurales y el sentimiento de pertenencia a una comunidad histórica. Fraga optó por aliarse con los que se conocía entonces como «los de la boina», que hablaban en gallego y empatizaban con las capas más populares, en oposición a los jóvenes profesionales urbanitas a los que se denominaba como «los del birrete», más pragmáticos y menos proclives a defender unas señas de identidad propias de Galicia, conectados directamente con Madrid.

Fraga, el hombre al que le cabía el Estado en la cabeza, se reconvirtió así en un virrey autonómico que, sin enfrentarse a Génova, iba por su cuenta y no dudaba en transgredir la doctrina oficial, como en su histórica visita a Cuba o su excelente relación con Fidel Castro. Cuando ese esquema empezó a dar síntomas de agotamiento, el exministro José Manuel Romay Beccaría, el Andreotti español, promovió a un tal Feijoo, representante de ese sector del birrete pese a su origen humilde en Os Peares. Poco después, llegó el final de Xosé Luis Cuiña, último representante del poder de la boina.

El resto es historia. A partir del 2009, Feijoo encadenó tres mayorías absolutas tras el interregno del bipartido PSdeG-BNG, con un discurso más centrado en la eficacia en la gestión y la sintonía con Génova, sin dejar de lado el galleguismo, pero sin hacer de ello el eje de su discurso. Pero los hechos y los tiempos han cambiado mucho desde que Rajoy abandonó la presidencia del Gobierno mediante una moción de censura. Feijoo, clave en la elección de Pablo Casado como nuevo líder, y una vez abandonada su propia opción de presidir el PP nacional, es consciente que el nuevo discurso recentralizador impulsado desde Génova para hacer frente a Vox, no solo no tiene cabida en Galicia, sino que es muy perjudicial para mantener un apoyo mayoritario de la sociedad gallega. De ahí que Feijoo, como en su día hizo Fraga, esté dispuesto a convertirse en un verso suelto en el PP, sin someterse en absoluto a las directrices de Génova, y poniendo ya los intereses de Galicia por encima de los de su partido, levantado la voz cuando haga falta. Y Casado, consciente del poder y ascendencia del líder gallego, no tiene ninguna opción de forzarle a respaldar su giro a la derecha y su perfil recentralizador.

De ahí que Feijoo deje claro ya que no solo es un virrey sin sometimiento a Madrid, sino que acentúe el perfil galleguista, la defensa del idioma gallego y advierta de que cualquier privilegio a Cataluña o el País Vasco, económico, pero también político, pasará porque se reconozca a Galicia el mismo estatus e idéntico trato en su autogobierno. Con el PSOE o con el PP en Moncloa. Feijoo tiene claro que ha llegado el momento de calarse la boina y abandonar el birrete.