La comunidad dependía entonces del sector primario, tenía una edad media que no alcanzaba los 40 años y celebraba más bautizos que funerales

Manuel Varela
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Una batalla campal con casi una veintena de heridos, entre ellos cinco policías, provocó el cierre del estadio de Riazor por tres jornadas tras un violento derbi entre Dépor y Celta, aspirantes al ascenso. En aquel verano de 1987, la política gallega vivía también días tensos ante la inminente moción de censura a Gerardo Fernández Albor. Los celestes acabarían subiendo con los coruñeses resignándose a seguir un año más en Segunda, mientras Fernando González Laxe era investido presidente. Pasaron 31 años de aquella Galicia inmortalizada en VHS donde, por última vez, hubo más bautizos que funerales.

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Los datos provisionales de natalidad y defunciones publicados este martes por el INE para lo que va del 2018 vienen a confirmar la tendencia negativa de los últimos años que, en estos momentos, se antoja irreversible. Galicia tiene ya el peor balance vegetativo del país, tras la pérdida natural en los seis primeros meses del año de más de 9.000 habitantes. El declive comenzó a finales de los años setenta, cuando el número de nacimientos en la comunidad todavía superaba las 40.000 personas (hoy son poco más de 18.400). En 1985 se encendió la primera alarma, con 2.000 defunciones más que nacimientos. El saldo volvió a ser positivo al año siguiente y se mantuvo así, por última vez, en 1987.

Más de la mitad de los gallegos vivían entonces en concellos con menos de 10.000 habitantes. Pasaron solo tres décadas, pero la estructura económica de la comunidad era muy diferente a la de hoy. El principal sector productivo era la agricultura, donde se empleaba a casi medio millón de trabajadores. El sector primario perdió desde entonces el 83 % de su capital humano. Había más personas contratadas en la construcción y una cifra más o menos similar en la industria. El gran trasvase se produjo hacia el sector servicios, que prácticamente duplicó su número de profesionales: siete de cada diez personas trabajan en actividades terciarias. Para hacerse una idea, a Inditex aún le quedaba un año para abrir su primera tienda fuera de España (y lo hizo en Portugal).

La tasa de paro fluctuó desde entonces, pero el índice en el tercer trimestre de ambos años es casi idéntico: un 12,12 % en 1987 por un 12,24 % en el 2018. El salario medio bruto, según un estudio del instituto BBVA Research, era de 9.452 euros anuales. El mismo informe lo eleva a 28.554 euros en la comunidad durante el 2016. Por poner un ejemplo que permita comparar estas cifras, el precio de un litro de gasolina a finales de los ochenta no alcanzaba las 60 pesetas, que ajustando la inflación equivaldría hoy a unos 51 céntimos de euro.

La vivienda era mucho más barata. Los datos del ministerio de Fomento dicen que un piso en Galicia tenía un precio medio por metro cuadrado que no llegaba a las 60.000 pesetas. Un apartamento de 80 metros cuadrados costaría, al cambio y aplicando la variación de precios, unos 35.000 euros. Difícilmente puede encontrarse hoy un piso por debajo de los 100.000 en cualquier ciudad gallega. 

Aquellos eran trabajadores mucho más jóvenes. Galicia lo era; con una población que tenía 38 años de media por los 47 del 2018. Un 28,38 % del total no había cumplido aún los 20 años y solo el 15 % estaba en edad de jubilación. Era una comunidad muy diferente a la Galicia envejecida de hoy, en la que más de 121.000 personas superan los 85 años. A finales de los ochenta, la cifra era cuatro veces inferior. 

También las madres eran más jóvenes. En el 2017, el último con datos oficiales, las gallegas esperaron hasta los 31 años para tener su primer hijo, mientras que treinta años atrás lo hacían a los 25. ¿Por qué? Las mujeres preguntadas en la última encuesta de fecundidad del INE coinciden en apuntar a razones laborales, como la temporalidad o la conciliación de la vida familiar y laboral, junto con las económicas, como las principales responsables de tener menos hijos de los deseados.