Los clichés persiguen a la comunidad que vota este domingo a su próximo gobierno. ¿Realmente se cumplen al compararlos con los gallegos?

Manuel Varela
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El cine le pilló la gracia en los últimos años a caricaturizar las diferencias entre las regiones ricas y pobres de un país. Empezó Francia con Bienvenidos al Norte, en la que un cartero tramposo de la región del Ródano recibe como castigo ser trasladado al rudo y frío norte. Los italianos calcaron la premisa dándole la vuelta en Bienvenidos al Sur, dibujando la empobrecida región de Campania a golpe de clichés. El éxito de taquilla se contagió aquí cuatro años después con Ocho apellidos vascos, la película española más vista de la historia. La trama -de sobra conocida por todos- volvió a enfrentar a dos comunidades para reírse de los tópicos y evidenciar el contraste entre el industrializado norte y el parsimonioso sur. Pese al mensaje optimista de estos tres ejemplos, sugiriendo que la vida en una región más modesta acaba siendo menos agitada, Andalucía sigue víctima de una especie de leyenda negra. ¿Y si los apellidos, en vez de ser vascos, fuesen gallegos? ¿Cómo queda Galicia si se mide con los andaluces?

Uno de los principales indicadores económicos de un país es el Producto Interior Bruto; y, ahí, Galicia saca una amplia ventaja sobre la región que decide este domingo a su próximo gobierno. Pese a contar con el doble de PIB en términos absolutos, a nivel per cápita hay una diferencia de 5.000 euros a favor de los gallegos. Ambas comunidades experimentan un aumento constante desde el 2013, más pronunciado en el caso de Galicia.

El PSOE tiene en Andalucía su bastión desde el final de la Transición. El Palacio de San Telmo, en Sevilla, no ha conocido otro color que el rojo a partir de 1978, a pesar de que la primera legislatura se inició cuatro años después, también con presidente socialista. Prácticamente lo mismo pasa con Galicia y el Partido Popular. La formación que ocupa el gobierno gallego lo ha hecho durante casi treinta años. Si se compara la evolución del PIB en las comunidades autónomas españolas desde entonces, ambas han logrado duplicar su riqueza, si bien Andalucía ha crecido más. Ocupa el octavo puesto, mientras que Galicia desciende a la decimoquinta plaza. Las peor paradas, rompiendo la dicotomía norte frente a sur, son las regiones de la cornisa cantábrica y Castilla y León.

La producción de capital en ambas comunidades sale, principalmente, del sector servicios. Las dos presentan datos bastante similares en el reparto del peso de los sectores económicos. También comparten un perfil agrícola, aunque ya en declive, que en el caso de Andalucía alcanza casi el 10 % del total. La imagen del candidato popular Juanma Moreno pidiéndole el voto a una vaca, aunque con cuestionable efectividad a nivel de campaña, buscaba el voto del campo andaluz. Eso sí, Galicia tiene casi el doble de ganado, según el censo del ministerio en el 2016.

Andalucía es la segunda comunidad española que más exporta, solo por detrás de Cataluña. En el 2017 consiguió vender al extranjero más productos aeronáuticos que aceite de oliva y, en lo que va de año, ha crecido un 11 % más. El año pasado también fue histórico en Galicia al batir su récord de exportaciones. La salida de productos al exterior aumentó un 8,2% respecto a 2016, unas décimas inferiores a la media estatal, que se situó en el 8,9 %. La comunidad gallega ocupa la sexta plaza, si bien presenta enormes desequilibrios en su interior.

La provincia de A Coruña, donde tiene su sede Inditex, aportó algo más del 50 % de los 21.679 millones de euros registrados en el 2017 y ocupa el cuarto puesto a nivel nacional, según el informe del ICEX de septiembre. Lo mismo la provincia de Pontevedra, sexta en el ránking estatal al contar con la producción de vehículos de PSA Citroën, en Vigo.

Hay un tópico del que no se puede librar Andalucía: los altos índices de desempleo. La región ha experimentado un notable descenso desde el 2012, pero sigue contando con una de las tasas más altas de Europa. En España se trata de la comunidad autónoma con más paro después de Ceuta y Melilla. La crisis económica disparó el desempleo a partir del 2008, llevando a Galicia superar el 20 %, con ciudades como Ferrol alcanzando el 31,5 % en su punto más alto. Andalucía llegó al 36,8 %, con municipios como Barbate (Cádiz) superando el 56 % de parados.

La precariedad laboral tiene un impacto directo en la tasa de pobreza, que en el caso de Galicia está por debajo de la media nacional y comunitaria pese a ocupar un lugar intermedio entre el resto de comunidades autónomas, sitúandose en el décimo escalón. Desde el 2014, la tasa aumentó en cuatro puntos. Andalucía, ante su elevado índice de desempleo, está en tercer lugar tras Extremadura y Ceuta.

El riesgo de pobreza o exclusión social, sin embargo, no implica una situación de pobreza material. El portal estadístico de la Unión Europea (Eurostat) entiende que las personas por debajo de ese umbral tienen unos ingresos que no alcanzan el 60 % del ingreso nacional medio, no pueden pagar el alquiler o irse de vacaciones una vez al año, o viven en un hogar con una intensidad laboral baja.

Hace treinta años que Galicia celebra más funerales que bautizos, generando una grave crisis demográfica que sitúa el censo en niveles de los años cincuenta del siglo pasado. El saldo vegetativo, resultante de restar el número de nacidos con el de fallecidos, es negativo desde 1988. En Andalucía, pese a caer de forma casi ininterrumpida desde el 2008, sigue siendo positivo.

El saldo migratorio con el extranjero, obtenido tras restar los emigrantes con los inmigrantes, ha sido positivo durante los últimos diez años en Andalucía salvo en el 2013, cuando hubo 13.437 personas más saliendo de la comunidad que entrando. El saldo fue negativo en Galicia entre el 2012 y el 2014. El dato es mucho menos optimista si se miden las migraciones a otras comunidades autónomas. Andalucía solo ha tenido dos ejercicios positivos en el último decenio, y de eso hace ya ocho años. Galicia encadena cinco consecutivos viendo cómo más gente se marcha a otras regiones.

Antes siquiera de conocerse el adelanto electoral, la exministra Isabel Tejerina dio una de las primera polémicas de la campaña al asegurar que «un niño de 10 años» sabe tanto como «uno de 8 en Castilla y León». Sin un estudio homogéneo que pueda demostrarlo para esas edades, el Informe PISA evalúa la puntuación media de alumnos de 15 años en varios ámbitos para compararla con otras comunidad autónoma y regiones europeas.

Andalucía no sale bien parada en la publicación del 2015, la última realizada hasta la fecha. En comprensión lectora queda en penúltima plaza, mientras que Galicia ocupa la cuarta. Los andaluces son últimos en la prueba de matemáticas, donde los gallegos caen a la octava, y repiten posición en la de ciencia, con los estudiantes de Galicia siendo terceros.