Una necesidad que no puede escapar de la polémica

Sara Carreira Piñeiro
s. carreira REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

06 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay un acuerdo unánime en señalar al profesor como el gran pilar de la educación: los últimos estudios (como el de Gems Education) indican que es mejor estudiar con un buen maestro que en una clase de pocos alumnos. Pero a partir de esta premisa, el valor del docente, las unanimidades desaparecen.

En España sí podría decirse que hay un sentimiento generalizado de que el maestro no tiene el reconocimiento que se merece. Para muchos esto se debe en parte a la carencia de una carrera profesional como tal: da lo mismo que uno trabaje mucho o algo menos, que se esfuerce al máximo o cumpla solo con su deber, que se forme de manera constante o se mantenga en la zona de confort; al final, son los sexenios los que deciden su sueldo y es la Administración la que marca su rumbo profesional con ascensos más o menos subjetivos. La receta de cómo mejorar la situación es tan diversa como uno desee. Hay quien incluso cree que el «café para todos» actual es el mejor modelo.

El clima entre el profesorado está enrarecido también por los recortes del 2012: ratios excesivas (en muchas comunidades no se cuentan los repetidores para establecer el número máximo de alumnos), más horas lectivas (lo que impide preparar las clases con detenimiento), eliminación de las sustituciones (con los mismos profesores atendiendo cada vez más aulas) y bajada general de sueldos. Como remate, un currículo creciente, la polémica de las reválidas y un centralismo en aumento.

El Gobierno de Rajoy quiso establecer los cimientos de una carrera profesional a través del fallido pacto por la educación, con el Libro Blanco que le encargó a Marina y con un acercamiento a la Conferencia de Decanos. Ahora Celaá parece estar dispuesta a parchear la Lomce para centrarse en los docentes y firmar cambios que son tan necesarios como inevitablemente polémicos.