Ferrol rebasa a las demás urbes gallegas gracias a sus localidades satélite, con las que suma 148.870 personas, entre Valdoviño y Cabanas. El área de Ourense acoge a otros 148.410 residentes, en 12 localidades, con Allariz y Nogueira de Ramuín como extremos. Pontevedra, el área más reducida, absorbe 141.414 vecinos de siete concellos, y Lugo otros 120.423 de ocho enclaves.
Entre los más envejecidos, con rentas a la baja y con calidad de vida mejorable
Pese a que Galicia se urbaniza progresivamente y concentra su potencial de crecimiento poblacional en las ciudades, las urbes de la comunidad no destacan entre las del resto de España ni en dinamismo demográfico, ni en capacidad económica de sus residentes ni en calidad de vida en aspectos como la disponibilidad de zonas verdes o espacios de ocio.
La radiografía que este año ha hecho el Instituto Nacional de Estadística de las 126 ciudades más pobladas del país deja a las urbes gallegas entre las que cuentan con menos menores de 14 años, lo que a medio plazo definirá su capacidad de relevo generacional. Ferrol es señalada como la ciudad de España que cuenta con menor porcentaje de niños: solo lo son el 10,84 % de su población. Pero es que A Coruña está situada en el puesto 116 (12,18 %), Ourense en el 115 (12,21), Santiago en el 105 (12,92), Vigo en el 101 (13,12), Lugo en el 100 (13,13) y Pontevedra en el 89 (14,07). Ocurre todo lo contrario en lo que respecta al peso de los mayores de 65 años. Ferrol es la primera en número de personas en edad de jubilación (27,17 % de sus residentes), Ourense es la sexta (25,05 %) y A Coruña la octava ciudad más envejecida de toda España (24,03 %).
Baja inmigración
En capacidad de captación de inmigración, tampoco salen muy bien paradas las urbes de la comunidad. Las siete figuran entre las 33 ciudades que menor porcentaje de extranjeros tienen entre sus vecinos.
Solo Oleiros se sitúa entre las localidades de más de 20.000 habitantes que cuentan con la renta media anual más alta en España. Según el trabajo del INE, el ránking que encabeza la localidad madrileña de Pozuelo (23.861 euros por persona al año), tiene al concello coruñés en el puesto 18, con 14.851 euros, situándose justo a continuación de Barcelona.
Galicia vuelve a figurar en aspectos poco positivos, como la atención al medio urbano, dado que Lugo es la ciudad 112 de 126 con menos proporción de suelo para zonas verdes urbanas, instalaciones deportivas y de ocio. Santiago es la 101, Ferrol la 96, Pontevedra la 89, Ourense la 71, Vigo la 69 y A Coruña la 26, pero baja enteros con su configuración arquitectónica, pues es el décimo municipio que más suelo urbano contiguo presenta. El 19 % de su suelo residencial urbano está ocupado por edificios enlazados sin espacios para otros usos.
La AP-53 no consolida la ocupación residencial en la misma medida
La denominada autopista central gallega, la AP-53, que va desde Santiago al alto de Santo Domingo, en Dozón, y que continúa sin peaje para el usuario hasta Ourense, no juega el mismo papel de incentivadora de asentamientos poblacionales a lo largo de su trazado que la AP-9. La AP-53 desempeña una labor más de enlace con Santiago para la comarca del Deza y la provincia de Ourense y de descongestión de la nacional 525. Desde que se concluyó la obra en el año 2002, el conjunto de los siete concellos por los que discurre su trazado han ganado 6.937 residentes, lo que no está mal al ubicarse en parte en una zona como el Deza que sufre el declive poblacional. A Estrada, Dozón, y Silleda perdieron vecinos y los ganaron Lalín, Vedra, Teo y Santiago.
carlos punzón
A Fonsagrada es el municipio de mayor extensión de Galicia. En sus 438 kilómetros cuadrados cabrían con holgura cuatro veces Barcelona y casi doce superficies como la de A Coruña. Pero el ayuntamiento lucense reparte su territorio solo entre 3.670 vecinos, casi los mismos que los que viven en la parroquia viguesa de San Miguel de Oia, una de las más rurales de la ciudad olívica y que ocupa solo un 0,91 % de lo que mide A Fonsagrada.
Lejos de ser una excepción, el municipio de la montaña lucense es el paradigma de la transformación acelerada que está viviendo Galicia por el efecto de la despoblación, agravada además por la caída demográfica: cada vez menos habitada en el campo y en el interior, y con más concentración poblacional en las urbes y los municipios de sus entornos.
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