La gesta vecinal que frenó en Vigo las llamas con tinas y cubos choca con la proliferación de maleza en fincas urbanas quemadas en el 2017 y el diseño de un ambicioso cortafuegos
22 oct 2018 . Actualizado a las 13:34 h.Amelia Vázquez se echó a la calle, como tantos vigueses, al ver que el fuego entraba el 15 de octubre del 2017 en la ciudad para quemar todo a su paso. La avenida de A Florida, de donde es su familia, fue su destino. Allí, junto a otras 300 personas, formó una cadena humana para frenar el avance de las llamas con cubos y tinas y sin la ayuda de profesionales, en aquel momento desbordados y necesitados de más efectivos para minimizar aquella pesadilla en forma de fuego que asediaba la primera ciudad de Galicia. Lo que Amelia no sabía entonces, y un mes después sí, es que aquella noche estaba embarazada de un bonito bebé que llegó al mundo este verano y responde al nombre de Luca. «Nos dimos cuenta tiempo después de que aquella noche llevaba unas dos semanas en estado, menos mal que no pasó nada y que todo ha salido bien», explicaba esta semana en el mismo callejón que sirvió de escenario a aquella valiente y cívica cadena humana.
Su madre, Emilia Nicolás, y su hermana, Noa, caminan con Amelia por el callejón recordando el susto y el peligro experimentados hace doce meses. Emilia y Noa, que tienen a pocos metros su negocio de peluquería, que también fue necesario custodiar para evitar el contacto con las llamas, reconocen: «Queda el recuerdo, eso está claro, pero también la sensación positiva de la respuesta ciudadana, de ver a la gente salir de sus casas para hacer algo, para no quedarse pasada. La cadena humana ya es un símbolo».
Madre e hijas reconocen que los malos recuerdos de aquel domingo negro se reactivan cada vez que surge otro incendio: «Fue ver lo que pasó en Mondariz el domingo pasado y no poder evitar recordar lo que nos tocó a nosotros hace un año, te hace pensar que siempre hay otra mucha gente y en otros lugares que pueden pasar por lo mismo que nosotros».
Cándido Acuña, dueño del taller que está a dos metros del callejón y que reside en la vivienda superior, aportó su granito de arena con una manguera que echaba agua desde una ventana. «Se hizo lo que se pudo, éramos los que éramos pero se evitaron daños. El problema es que estas mismas fincas que ardieron el año pasado hoy vuelven a estar llenas de helechos. Es cierto que otros solares sí se limpiaron desde entonces, pero otros muchos siguen igual, y eso es un peligro que ya conocemos bien».
Anillo verde
Pero los grandes incendios del 2017, al menos en el ayuntamiento de Vigo, han generado una apuesta para proteger la ciudad en el futuro. Se trata de una franja arbórea que rodeará Vigo, desde Teis hasta Saiáns, a base de especies autóctonas y frondosas, de 50 kilómetros de largo y 100 metros de ancho en una superficie total superior a los cinco millones de metros cuadrados. A mayores, la composición del anillo tiene tres áreas. La franja central será una senda de cinco metros de ancho, libre de cualquier tipo de vegetación y firme de tierra adaptada para el paso de equipos de extinción y prevención de incendios. Pero el anteproyecto redactado por la empresa contratada desde el Concello choca con el criterio de la Mancomunidad de Montes de Vigo, que ha logrado el compromiso del alcalde, Abel Caballero, de que serán ellos los que decidan qué especies se plantarán y en qué zonas atendiendo al tipo de suelo y pendiente.
El arrastre por el viento desde dos grandes frentes originó los fuegos, según la Fiscalía
El domingo negro de los incendios del 2017 dejó la imagen de la primera ciudad de Galicia superada por la proliferación de focos en numerosas calles. El inicio de estos frentes tenían su origen en el arrastre, por el viento, de elementos incandescentes procedentes de los grandes incendios que ya habían calcinado centenares de hectáreas en Chandebrito y Gondomar. Así lo expone la Fiscalía Superior de Galicia, encajando esta conclusión con la hecha pública el pasado abril cuando aseguró que, tras investigar los 18 frentes registrados en Galicia entre el 8 y el 15 de octubre del 2017 y que arrasaron más de 500 hectáreas cada uno, no se podía hablar de tramas criminales al plantear la motivación de esta oleada. Sí se considera que existe una intencionalidad del 87,7 %, pero los autores actuarían de forma independiente y nunca planificada, expone la Fiscalía Superior tras medio año investigando los 18 incendios más devastadores, y que muchos se registraron en la provincia de Pontevedra.
El Ministerio Público asegura que no puede utilizar la fórmula de tramas en su lenguaje y añade que calificar la situación de «terrorismo incendiario» puede ser usado «desde un punto de vista vulgar, ordinario o común», pero «desde un punto de vista estrictamente jurídico no es terrorismo». El mismo Código Penal tipifica el terrorismo cuando concurren circunstancias como «subvertir el orden constitucional» hasta el punto de «provocar un estado de terror entre la población». Y es que la Fiscalía, para concluir, sostiene que la peor oleada de incendios que se recuerda en Galicia «no obedece a una iniciativa criminal compleja de grupos de personas u organizaciones que actúen de forma coordinada o planificada y que persigan objetivos supraindividuales».