El milagro de las casas nido

Jorge Casanova
jorge casanova CASTROVERDE / LA VOZ

GALICIA

Alberto López

Las mini escuelas infantiles crecen en el medio rural como un recurso educativo y de conciliación muy eficaz

07 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Sara me mira con su carita de niña guapa conjugando curiosidad y un punto de inquietud. Está en un salón lleno de juguetes que no es el de su casa y que comparte con otros niños de su edad que no son de su familia. Sara es un retaquito de 2 años que nació en Castroverde, municipio de la provincia de Lugo con menos de tres mil habitantes donde, contra todo pronóstico, se registra una media de doce nacimientos al año. Y Sara es una de las usuarias de la casa nido Berce de Bicos que abrió el pasado mes de abril en una parroquia de Castroverde y que ha supuesto un verdadero milagro para sus padres. Sobre todo para su madre, que, gracias a la apertura de esta casa nido, ha podido volver a trabajar.

En Galicia hay 46 casas nido. Se trata de instalaciones subvencionadas por la Xunta y gestionadas por profesionales en régimen de autónomos con capacidad para atender a hasta cinco niños de 0 a 3 años; miniescuelas infantiles sin coste para el usuario y que se están convirtiendo en lo que los anglosajones llaman win win: todos ganan. El Concello consigue una salida más económica para atender a los niños menores de 3 años; los padres encuentran una alternativa profesional y gratuita para que sus hijos sean atendidos mientras ellos trabajan o simplemente se toman un respiro y la Xunta aporta una solución real y efectiva para estimular la fijación de población en el medio rural con una inversión muy pequeña. Y Sara, en vez de crecer sola, comparte sus primeros años de vida con algunos de sus coetáneos.

«Sen isto, eu non podería traballar», admite Teresa, la madre de Manu, otro de los chavales que andan por allí. Ella es autónoma y dice que, antes de la casa nido, estaba las 24 horas con su hijo, que ahora tiene 16 meses. «Foi unha grande axuda en todos os sentidos -dice Teresa-. No profesional e no persoal». Para Cristina, la madre de Sara, la apertura de la casa nido supuso también la diferencia entre recuperar su empleo o mantener la excedencia hasta que la niña pudiera ir al colegio: «Si quería volver a trabajar, tenía que dejar a la niña en una guardería en Lugo donde, además, no tenía plaza».

A propósito

El caso de Cristina es algo más significativo, ya que decidió con su marido trasladarse al medio rural precisamente para ofrecer un entorno más adecuado a sus hijos. Ya sabían también las dificultades que conllevaba ese viaje: «Por eso, cuando abrieron la casa nido tan cerca de aquí, parecía que lo habían hecho a propósito para mí».

En Castroverde hay dos casas nido, que el alcalde, Xosé María Arias (PSOE), valora muy positivamente: «Podríamos tener alguna más, porque es una iniciativa muy buena. Crear una guardería es muy caro y los niños son nuestro tesoro». El alcalde subraya cómo han ido desapareciendo los hogares de tres generaciones, que hacen imprescindible el establecimiento de servicios como estos si se quiere conservar los tesoros a los que alude.

Una de las casas nido la gestiona Olalla, una asturiana que admite que acabó en Castroverde por amor. Aquello no funcionó, así que, cuando se tuvo que reciclar, la iniciativa de las casas nido se convirtió en su mejor alternativa. La Xunta le proporcionó los 15.000 euros necesarios para acondicionar su vivienda y un curso de adaptación: «Para conciliar, este trabajo es increíble», admite, porque puede atender a sus hijos y a los de otros al mismo tiempo mediante un autoempleo. El único problema que ve es la incertidumbre, ya que solo tiene garantizada la continuidad de la casa nido durante tres años.

Sandra gestiona Un Recanto con Encanto, la otra casa nido del concello, la más veterana, que está a punto ya de cumplir los dos años desde su apertura. Está en la parroquia de Outeiro. Mientras explica su peripecia, da de comer a dos de los cinco niños que tiene por allí. A los otros tres los controla con el rabillo del ojo. Está graduada en Educación Infantil y tuvo que hacer el viaje a la inversa: «Vivía en Lugo e, cando acabei de estudar, víao todo negro. Nunca pensei que podería traballar do meu en Castroverde. Isto foi unha alegría». Nunca lo pensó, pero ahí está, en la casa de sus mayores convertida hoy en la casa de los más pequeños. En este invierno demográfico, ¿no es eso un milagro?