El parricida de Oza, a la policía cuando le preguntó si había matado al niño: «Conscientemente, no»

m. c. A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

MARCOS MIGUEZ

Un año antes del crimen él suspendió las visitas de su hijo por un empeoramiento de su estado y pidió ayuda psiquiátrica

27 sep 2018 . Actualizado a las 11:11 h.

El lunes, primer día del juicio por asesinato contra Marcos Mirás en la Audiencia de A Coruña, la defensa consideró ilegítimo y «especialmente hiriente» que la Xunta se personara en la causa, a sabiendas de que el acusado había pedido ayuda «a gritos» para su trastorno mental entre el 2009 y el 2016 y la Administración dio «la callada por respuesta». Ayer, tercer día del juicio, las declaraciones de dos policías que lo interrogaron después del crimen vinieron a confirmar lo que el acusado repitió el lunes: ante determinados «estímulos negativos» y sin medicación, sufre alucinaciones, «cree que la gente se ríe de él» y tiene episodios en los que la realidad se le presenta distorsionada. Así describió su enfermedad ante la policía tras ser detenido el 8 de mayo del 2017. Dijo que había dejado de tomar los antipsicóticos, confirmó que el verano anterior había suspendido las visitas de su hijo durante cuatro meses por un empeoramiento y que era «imposible enfadarse con el niño», al que describió como «inteligente», «difícil de engañar» y «dulce». Habló de «tiranteces», que atribuyó «a la edad», y a la pregunta de si le había hecho daño para herir a su exmujer, respondió que «cuanto tuvo un problema con ella lo resolvió a través del abogado» (Mirás fue condenado por coacciones y tuvo orden de alejamiento hasta el 2013).

Tras ser detenido, el acusado declara que no sabe el paradero de su hijo, que «no le hizo daño, que lo quiere mucho» y que habían pensado ir a comer a un centro comercial, pero no sabe si finalmente llegaron. La agente le pregunta si habrían ido a Oza dos Ríos -donde su madre tiene una casa y horas después hallarían el cadáver- y, según la declaración policial, él mira sus manos y responde que tiene arañazos y la ropa sucia, por lo que es posible que haya estado allí y que si van igual recuerda algo. De noche y a través del monte, el hombre los va internando sin titubeos en una zona inhóspita, «abrumadora», describió emocionada una agente, hasta el cuerpo del pequeño. Al día siguiente, al preguntarle si había estado allí el domingo con su hijo, respondió: «En vista de lo que pasó ayer, sí». «¿Mató al niño?». «Conscientemente, no», responde. De la pala nueva que apareció a su lado, de si lo golpeó o arrastró no recuerda nada.