«Todo el hospital fue una cadena»

Carlos Punzón
Carlos punzón VIGO / LA VOZ

GALICIA

Xoán Carlos Gil

El accidente de O Marisquiño es la cuarta catástrofe que los profesionales del Álvaro Cunqueiro han tenido que afrontar en tres años. Se ponen nota: «Sobresaliente»

30 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos frases lo cambiaron todo en la singular cotidianidad de un servicio que atiende entre 350 y 400 urgencias cada día. «Accidente con múltiples víctimas. Más de 50». Al momento de recibirse el aviso del 061, el servicio de urgencias del hospital vigués Álvaro Cunqueiro se dividió en dos: a un lado los heridos por el desplome del muelle de O Marisquiño, y al otro, los demás.

A punto de concluir uno de los veranos más movidos en la corta historia del centro sanitario, parte de los equipos que participaron en la atención de las víctimas hace balance: «Un sobresaliente para todo el personal», resume Miguel Domínguez, supervisor de enfermería de urgencias.

Los grupos de mensajería móvil de los compañeros de trabajo de las distintas unidades encendieron la mecha, y sobraron voluntarios para reforzar las urgencias, destacan Domínguez y el doctor Ángel Pichel, de día libre la fatídica noche, como también lo estaba cuando el tren Celta descarriló en O Porriño causando cuatro muertos y 48 heridos. Ese día saltó al andén a atender a las víctimas, y en la noche de O Marisquiño no dudó en ir al hospital. Llegaron 147 heridos, y más de 50 al día siguiente.

«El accidente del tren de O Porriño fue lo que motivó a la dirección y al servicio de urgencias a redactar un plan de catástrofes», señala Pichel, integrante de la comisión creada en el Álvaro Cunqueiro para afrontar sucesos con múltiples víctimas. El borrador del plan se encuentra pendiente de aprobación, pero su contenido ya fue seguido para organizar los servicios, como había ocurrido el día del atropello múltiple de ciclistas en Oia, o el de la explosión de la pirotécnica de Tui. «Todo el hospital fue una cadena», valora el doctor, que ensalza el nivel de coordinación de urgencias con el resto de los servicios y «que somos muy voluntariosos», aunque reclama al Gobierno central una especialidad propia como urgenciólogos, con una preparación aún más específica.

Antes de que el hospital comenzase a centralizar la recepción del grueso de las víctimas, el 061 llevó a cabo la clasificación de los heridos a pie de muelle. A los que podían salir por su pie de la zona cero, les colgaron del cuello una tarjeta verde que les identificaba como leves. Tardarían hora y media en llegar al hospital. Los rojos, los más graves, fueron los primeros en ocupar las ambulancias. Los amarillos, los siguientes.

«La definición de catástrofe, sanitariamente, implica ya que los recursos son inferiores a las necesidades, pero para eso se crean grupos de trabajo, con atención prioritaria a los críticos», apunta la doctora Sara Troncoso, también presente la noche de O Marisquiño. «La entrada parecía un poco una guerra: una cola de gente joven, magullados, en sillas de rueda», recuerda la doctora, que aplaude que «en muy poco tiempo» se clasificaron y distribuyeron a cien pacientes. Sus compañeras médicas Nora Selvi y Elena Sánchez advirtieron un silencio y una forma de estar de los heridos muy comprensiva con lo que se estaba viviendo en el hospital. «Me sorprendió que entre tanta gente joven no hubiese ni un solo grito, ni disputas». «Cualquier otro día en urgencias hay más ruido y exigencias», agrega Pichel, que califica la noche de O Marisquiño de «solidaria».

La juventud de las víctimas jugó, según los médicos, a favor de una menor gravedad de las heridas, a pesar de las contusiones. «Hubo numerosos aplastamientos causados por unas víctimas sobre otras al tratar de salir», señala la doctora Sánchez.

La calma de la fatídica noche se tornó en exigencia en los días siguientes, mantiene Miguel Domínguez, que indica que muchos afectados accedieron al hospital días después para pedir algún tipo de prueba de que también se sufrieron golpes en la caída al vacío. «El nivel de heridas fue menor al susto que narraban, pero eso sí, traían mucha y lógica ansiedad», concluyen los facultativos, que aseguran haber ganado todavía más experiencia.

La víspera del festival el ingeniero municipal no observó «anomalías» 

l. c. ll.

Un ingeniero del Concello de Vigo inspección las instalaciones montadas con motivo de O Marisquiño la víspera del inicio del evento que reunió a miles de personas en As Avenidas. El técnico municipal, que ya había efectuado otras visitas anteriores para comprobar la seguridad de una de las principales pruebas del evento, visitó el recinto del festival el día 9 a las 18 horas. Faltaban pocas horas para que comenzase la fiesta y toda la zona de As Avenidas bullía de jóvenes y de personas que ultimaban los detalles antes del comienzo de la celebración. En la inspección visual se comprobaron los trabajos de montaje, «non observándose anomalías». Es decir, el técnico examinó las superestructuras que se estaban colocando sobre la zona del muelle, y no vio nada extraño que desaconsejara su desmantelamiento. El concejal de Seguridad Ciudadana, Carlos López Font, confirmó que se realizaron las inspecciones pertinentes a las que está obligado su departamento.

El técnico municipal ya había mostrado especial celo con otros lugares que recorrió donde se iban a celebrar pruebas de O Marisquiño. Así, el 12 de agosto estaba prevista la celebración, como así fue, del descenso en bicicleta todoterreno (BBT) desde el castillo de San Sebastián hasta Cánovas del Castillo. Este descenso es una de las pruebas más espectaculares del festival y reúne a acreditados campeones de la especialidad, y a cientos de aficionados que ven su desarrollo a lo largo de las calles del Casco Vello por las que transcurre la prueba, una bajada que tiene mucho riesgo por las pronunciadas pendientes que hay en el descenso. 

Una zanja arreglada

Pues bien, el 27 de julio el ingeniero municipal ya realizó una comprobación de seguridad al respecto; el día 8 de agosto, el mismo técnico, que había analizado con detalle el recorrido de la prueba, volvió y vio que había una zanja abierta por Aqualia. Desde el Concello se dieron entonces instrucciones para que esa avería se reparase cuanto antes y se cerrase el peligroso agujero.

Después de examinar el plan de autoprotección presentado por la empresa el 2 de agosto, el Concello dio el visto bueno a la ocupación de la vía pública para los eventos para los que les habían pedido permiso, y se llevó a cabo un plan especial con la Policía Local para cortar el tráfico en diferentes calles.