Viñas no recuerda haber tenido problemas mientras estuvo en las obras aunque, asegura, «había de todo» entre los trabajadores. «Tiña un irmán máis vello que tamén traballaba alí e que me botaba unha man, e aínda que eramos moi novos non nos metiamos en leas, non bebiamos e nin sequera fumabamos», apunta. Por eso no se dejaban ver por San Fiz, la localidad más cercana a la presa, donde había bares en los que no eran raras las borracheras y las trifulcas. Aunque la Guardia Civil tenía un cuartelillo dentro de la zona de obras, indica Viñas, él no tuvo la impresión de que hubiese una vigilancia opresiva. Los vehículos que transportaban los explosivos iban escoltados, como el administrador que traía las pagas. «Pero a cousa non pasaba de aí», agrega.
Banquete para autoridades
Del día de la inauguración de la presa, Viñas recuerda que se ofreció un banquete a las autoridades en una residencia de Fenosa situada por debajo del lugar donde estaban los barracones de los obreros. Él no llegó a ver a Franco ese día, «porque non era nada fácil achegarse a el», pero sí lo hizo un compañero suyo que estuvo junto al dictador cuando este pulsó un botón que puso en marcha la maquinaria de la presa.