El desmontaje permite ver el ruinoso estado del paseo

La Voz

GALICIA

Diego Pérez

Cientos de losetas de granito están partidas o levantadas, generando riesgo de caídas y golpes

20 ago 2018 . Actualizado a las 19:16 h.

Solo quedan vallas y pilas de palés de madera donde más de cien mil personas vivieron el fin de semana pasado una de las mayores concentraciones lúdicas de las que se celebran en Galicia. Las rampas de saltos y las tarimas de acrobacias desaparecieron en cuanto la jueza levantó parcialmente el precinto judicial para dejar libre todo el espacio ajeno al muelle desplomado. En su lugar queda ya el paseo tal y como estaba antes de que se celebrase O Marisquiño: destrozado. Prácticamente no hay una losa de granito bien asentada y se cuentan por centenares las que están partidas.

El abandono es absoluto en los poco más de cien metros que van de la delegación de la Xunta en la ciudad a la sede central del Real Club Náutico. La falta de mantenimiento emerge del suelo haciendo evidente la ausencia total de entendimiento entre el Ayuntamiento y el Puerto respecto al reparto de competencias de una de las franjas de mayor atracción turística de la ciudad, y puerta de salida hacia las icónicas islas Cíes.

En lugar de ver hacia el mar, es de lo más recomendable dirigir la mirada hacia el suelo para evitar caídas y lesiones por tropezones en las losetas desplazadas, rotas y en el reguero de baches que forma el otro Marisquiño que tienen que afrontar los paseantes.

«¡Peligro, desprendimientos!», advierten varios carteles, colgados en las vallas que impiden el paso por el paseo de granito paralelo al de madera, cuyo extremo se hundió el domingo causando heridas a 467 personas. La parte sólida de la senda no está precintada, pero está cerrada por seguridad, la que no se tuvo en cuenta cuando se cedió el espacio y se autorizó el festival de cultura urbana, pese a que era una queja popular reiterada -puesta de manifiesto también en diversas ocasiones por La Voz- el pésimo estado y el peligro que suponía caminar por la fachada costera urbana.

Y si el estado del frente litoral diseñado por el premio nacional de Arquitectura Guillermo Vázquez Consuegra es deplorable, el del paseo de madera que acompaña la parte final del trayecto es de impresión. Si Puerto y Concello se hubiesen entendido o asumido la reparación del muelle, es muy probable que las deficiencias de la estructura que colapsó hubiesen sido advertidas y la vida de casi medio millar de personas no se habría puesto en peligro.

Los turistas se hacen fotos con el hoyo de fondo que el desplome dejó cuando se celebraba el concierto de clausura de O Marisquiño, atraídos por ese imán que ejercen las catástrofes. Y mientras caminan por el paseo ahora abierto al público, sufren el estado del suelo del balcón de Vigo.

Los precintos judiciales se extienden por todo el resto del muelle, bajo el que las lanchas neumáticas del Náutico desplazan a sus socios hasta las embarcaciones, vehículos testigos de excepción de la corrosión que devora la estructura de hormigón que nunca nadie inspeccionó.