Patrulleros en 4x4 que paran los pies a los incendiarios

María Hermida
maria hermida BARRO / LA VOZ

GALICIA

Emilio Moldes / María Hermida

En Barro, la organización de los vecinos ha conseguido una década sin incendios forestales

05 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En Barro (Pontevedra) les cuesta recordar cuál fue la última vez que ardió el monte en este coqueto municipio que linda con la capital provincial. Creen que los últimos incendios fueron en el desastroso 2006. Lo que sí tienen claro es por qué llevan más de una década sin verse acosados por las llamas: «Porque empezamos a vixiar o monte de forma voluntaria e coordinados primeiro coa Xunta, logo co Concello e avisando ao Seprona» cuenta Rober, apasionado del 4x4. Llevan ya una década haciendo patrullas en cuanto la Xunta eleva el riesgo de incendio. Esta misma semana se les llamó a filas. Un aviso por un grupo de WhatsApp sirvió para que directivos de varias comunidades de montes y miembros del club Traczion Catro, amén de otros vecinos, formasen de nuevo ejército y, bajo la batuta del teniente de alcalde, José Sanmartín, retomasen las rondas. Vale la pena ir con ellos aunque la vigilancia caiga en un día de canícula y toque recorrer pistas infernales, donde los 4x4 se convierten en montañas rusas, con calor, mosquitos y velutinas al acecho.

Se citan en cuanto cae el sol. O esa es la teoría. Porque lo importante es hacerle la zancadilla a los incendiarios. Y que no sepan ni cuándo, ni dónde ni cómo vigilan. En una pista cualquiera aparecen unos quince hombres. Los comuneros llegan con algún Land Rover. Los aficionados al 4x4 aportan sus potentes máquinas a motor. La mayoría trae aún sudor en la frente del día de trabajo. Pero están dispuestos a quedarse en el monte hasta la madrugada. Todo el mundo sabe lo que hay que hacer. Las zonas están divididas, cada vehículo luce una ficha identificativa, hay quien porta GPS con el perímetro a controlar y los todoterrenos están equipados. Llevan desde motosierras que les permitan cortar un árbol tirado hasta cables para remolcar un vehículo, pasando por emisoras, linternas o prismáticos.

Tardan en ponerse en marcha el tiempo justo para recordar lo que pasó en octubre, cuando la comarca de Vigo ardía y ellos pasaron varias madrugadas en el monte. Vieron cómo un todoterreno se dirigía a una zona escondida. Le dieron alcance y comprobaron que se trataba de un forastero, antiguo brigadista, con un coche alquilado en Santiago. Dado que no logró darles ninguna explicación convincente sobre qué hacía allí, lo retuvieron (uno de los voluntarios pertenece a las fuerzas de seguridad del Estado) y llamaron al Seprona.

Arranca la vigilancia. El ejército motorizado se divide y comienza la travesía por pistas inaccesibles para un turismo convencional. Aparcan en uno de los llamados puntos calientes. Desde ahí se visualiza parte de la masa forestal de Barro y de todo el sur de la provincia. «Dende aquí é fácil ver calquera luz ou detectar movementos», explica un comunero. Los quince hombres hunden la mirada en el infinito. Impone ver de golpe las rías de Arousa, Pontevedra y Vigo y el potente cinturón verde de sus comarcas. No necesitan más. Les sobra esa imagen para seguir de ronda hasta las tantas y volver a sus trabajos de reenganche.