17. Culminamos el Camino Francés en bicicleta

senén rouco, iago garcía

GALICIA

SENÉN ROUCO / IAGO GARCÍA

Misión cumplida: llegamos al Obradoiro. Los últimos 20 kilómetros desde O Pedrouzo se hacen cortos y melancólicos

15 ago 2018 . Actualizado a las 12:44 h.

7.00. El despertador suena en el albergue de O Pedrouzo (O Pino) donde hemos pasado nuestra última noche. Ya no habrá más colas por la ducha matutina. Ni más mesa compartida con tostadas y minúsculas tarrinas de mantequilla y mermelada. Adiós a esa amarga sensación de enfundarse el culote húmedo por el rocío. Contado así, parece que no lo echaremos de menos. Pero no es cierto. El Camino hay que hacerlo para poder contarlo. Y tiene páginas, las menos, escritas con sangre y muchas más con sudor, y, por supuesto, sin lágrimas no habría valido la pena.

La cuenta atrás

Será por lo tanto un decimoséptimo día de sangre, sudor y lágrimas concentrado en apenas 20 kilómetros. Y si no, que se lo digan a Manuela Macarro. Desde el 2014 reserva una semana de sus vacaciones para, desde su inicio en Saint-Jean-Pied-de-Port llegar a Santiago. Hoy, cuatro años después, está en San Paio, Lavacolla. Le faltan 12 kilómetros para alcanzar el Obradoiro. Y su alegría es doble. «Estoy embarazada de seis meses y prometí cumplir el reto hasta la meta, así que ahora lo conseguiré por las dos», dice refiriéndose a su futura hija. «El embarazo es de riesgo, y voy poco a poco: hoy descansaré aquí para evitar las aglomeraciones del 25», continúa. Aglomeración no, pero peregrinos en romería por la margen izquierda del trazado se suceden en esta última etapa. El recorrido sigue recordando, por su alternancia de pistas asfaltadas y forestales, al típico de la ruta jacobea en Galicia. Cuando más felices nos las prometíamos, contando los kilómetros ya por unidades, toca subir el Monte do Gozo. La llegada al monumento conmemorativo de la visita de Juan Pablo II a Compostela en 1989 marca un punto de inflexión. Hay que detenerse, alzar la vista y ver el skyline de Santiago, la capital del Camino. A la izquierda el Pico Sacro, de frente, el juego está en esquivar los eucaliptos hasta ver las tres torres principales de la catedral. Se divierten jugando al selfi dos amigas de Pamplona, María Sánchez y María Llorente. Estas dos Marías son, como lo eran Maruxa y Coralia, las imperturbables homenajeadas en el paseo de la Alameda, pareja inseparable. «Esto nos ha unido más, nos ha dado conocimiento, paisajes, aventura... Yo creo que hay que vivirlo, no es posible contarlo», dice una de ellas con la otra regalándole una mirada de aprobación.

La llegada a Compostela está cerca. La bajada es suave y se agradece, pero, desde luego, no está a la altura de una conquista, sin querer ser pretenciosos, como la nuestra. Para llegar a San Lázaro debemos coger a pulso las bicicletas por unas escaleras -en casos anteriores semejantes, una rampa permitía al bicigrino disfrutar del trazado original-. La ampliación de la AP-9 brindó un renovado puente para salvarla, ensombrecido tan solo unos metros después por una mínima pasarela de madera. Rebasada la señal que indica la entrada a la ciudad y ya mezclados con el trasiego de coches, lugareños y forasteros, no hay nada que reprochar en cuanto a la señalización. Aunque, eso sí, un 25 de julio no es un buen día para bajar por la rúa de San Pedro -lo hacemos además en dirección contraria- ni para esquivar cientos de peatones por el casco histórico. A veces, pocas, ser bicigrino tiene inconvenientes. Si crees que un timbre puede quedar cursi en una bicicleta de montaña, te aseguramos que hoy lo hemos echado mucho de menos.

Acercarse al milagro

«A Compostela se acerca uno como quien se acerca al milagro», dijo Álvaro Cunqueiro. El milagro, cuando uno tiene de frente la fachada del Obradoiro, es no emocionarse. Siendo un compostelano del Ensanche que vive a un cuarto de hora de este lugar, nunca lo había visto así. Cambia cuando llevas encima casi 800 kilómetros. Es diferente después de que cientos de peregrinos te hayan contado sus experiencias en cada etapa. Los madrugones, el cansancio, el afán de superarse en cada kilómetro... esa carga emocional dota a las piedras de un significado hasta ahora desconocido. Así lo ven Manuel y Carlos, de Albacete: «Venimos desde Sarria, que no es mucho, pero vamos a celebrarlo a lo grande, es increíble estar aquí». Cristina y Marina, desde Palma de Mallorca, tampoco dan crédito. «Una arrastró a la otra, vas andando, paso a paso, llegas, respiras, la ves... Lo conseguimos, ¿no?», cuentan con una sonrisa de oreja a oreja.

Lágrimas de emoción

«¿Cómo no emocionarse cuando llevas un mes caminando y logras tu objetivo», relata secándose las lágrimas Regina Masters, una católica que desde Texas aún no da crédito a su gesta. Así podríamos seguir con los cientos de peregrinos, 838 hasta las dos de la tarde según los datos de la Oficina del Peregrino, que ayer consiguieron una compostela como la nuestra. Si quieres la tuya, ya sabes cómo conseguirla.

Lo mejor

Un Camino muy mimado en Galicia y en Navarra

Navarra ha hecho del Camino un delicioso paseo por su comunidad. La señalización, además de suficiente, insiste en anunciar con varios metros de antelación cruces con vías peligrosas. Esta señal, útil para bicigrinos, desaparece después o se queda en minúsculo anuncio cuando uno ya se topa de lleno con la carretera. En Galicia, los mojones de piedra colocados cada kilómetro hacen imposible perderse y su cuenta atrás anima a acabar el recorrido. Ambas autonomías, además, han priorizado en la medida de lo posible el paisaje natural durante el trazado.

lo peor

Sendas descuidadas en Castilla y León

Si bien los accesos a ciudades como Burgos o Ponferrada no son caóticos y hay localidades castellanas con buena señalización y encanto, Castilla y León suspende en el mantenimiento de la ruta jacobea. Tan solo con no dejar crecer la maleza hasta el punto de hacer las sendas incómodamente transitables ganaría muchos puntos. En varias pistas, tras las tormentas se ha dejado el firme lleno de trampas para tobillos peregrinos y ruedas bicigrinas. ¿Tanto cuesta rellenar con tierra baches y vías de agua?

lo indispensable

En la ruta cada kilo cuenta: escoge bien tu equipaje

En 17 días hemos podido comprobar cómo el mejor aliado es un equipaje liviano. Tanto a pie como en bici, por muchos días que estés en marcha, te serán suficientes dos mudas. Un par de camisetas o maillots, dos pantalones o culotes y, por supuesto, calcetines, ropa interior y calzado ya usado. Suma un conjunto cómodo para estar en el albergue al acabar la etapa, unas chanclas y una prenda de abrigo como una sudadera de cremallera y tendrás cubiertas en las noches de verano tus necesidades. Las chancletas son imprescindibles y no sobra una prenda impermeable. Tendrás que lavar a mano al llegar a cada destino, pero tu espalda te lo agradecerá.

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