«Non serve de nada a alarma, o que quere roubar, vaino facer igual»

Antonio Longueira Vidal
Toni Longueira CARBALLO / LA VOZ

GALICIA

Miguel souto

Manuel Domínguez Rey engrosa la larga lista de víctimas de los amigos de lo ajeno en la Costa da Morte: sufrió un robo el 4 de octubre junto con su familia

01 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuel Domínguez Rey engrosa la larga lista de víctimas de los amigos de lo ajeno en la Costa da Morte. Lo sufrió en sus propias carnes en la noche del 4 de octubre del pasado año junto con su familia.

Reside en el lugar de Fornelos, Zas (4.671 habitantes), en una casa en la que también viven su esposa, su suegra (su suegro falleció recientemente) y un hijo. Manuel Domínguez relató en su día los pormenores de que aquel asalto mientras toda la familia dormía: «Deiteime sobre a unha e media da madrugada e sobre as cinco menos vinte levanteime. Baixei á cociña e estaba a porta aberta, o igual que unha porta da entrada, que non era a principal. Pregunteille á muller se as deixara ela abertas. Ela contestoume que non. Entón fun ata o salón e alí decateime de que faltaban cousas».

A Manuel Domínguez Rey le llevaron un ordenador, una cartera, dinero, tarjetas y algo de documentación: «Entraron de noite por unha porta lateral e fixeron o que quixeron. Fixérono estando catro persoas durmindo. Por sorte, non levaron nada de valor e non nos enteramos de nada». Y eso que en el domicilio de Manuel Domínguez hay un armero con varias escopetas de caza. Y en el exterior, la noche del asalto, estaban aparcados cinco vehículos, pertenecientes a varios familiares: «Por sorte non faltou nada, pero o susto levámolo ben gordo só de pensar que nos entraron con nós dentro».

Ocho meses después del asalto sufrido en su vivienda, situada junto a una carretera, Manuel Domínguez Rey reconoce que no adoptó medidas de seguridad especiales en su vivienda, «salvo un peche na porta algo máis resistente que o que tiñamos». El motivo argumentado por este vecino de Zas es que «non serve de nada. O que queira roubar, vaino facer igual. Custaralle algo máis, pero faino, non hai nada que llo impida. E penso que tanta mellora, tanta alarma e tanta seguridade é tirar os cartos».

En todo caso, Manuel Domínguez Rey reconoce que piensa a menudo en aquella noche: «Penso case todos os días niso cando me vou deitar á cama. Temos esa sensación de inseguridade, pero hai que convivir con ela». Recordó el hecho de que los asaltantes, -en libertad provisional tras ser detenidos por la Guardia Civil-, se pasearon por delante de la habitación en la que dormían sus suegros: «Hai que telos ben postos para entrar na casa con xente dentro e roubar», señala.

«Non quero nin pensar que farían se tiveran máis tempo»

rocío garcía

«Tiña unha furgoneta aparcada diante da casa e houbo luz ata a unha da mañá. Estaba claro que estabamos na casa e seguramente estiveron esperando a que nos deitáramos», cuenta José Luis Barreiro. Él, su mujer, Raquel Cores, y su hijo de diez años fueron víctimas hace unas semanas de un violento asalto que no olvidarán en la vida. «Se entran sabendo que estás na casa, é que veñen dispostos a todo», dice José Luis. La familia aún no se explica cómo una banda profesional de delincuentes de Europa del Este acaba en Cabanas (Forcarei), una pequeña aldea del interior en la que todos los vecinos se conocen.

El ruido de una ventana rota en la primera planta y el zumbar simultáneo de la alarma acabó aquel día con la paz de los Barreiro Cores. Cuando el matrimonio llegó a la puerta de acceso a la zona de dormitorio -que siempre dejan cerrada con llave- tres encapuchados la echaron abajo. «Eran coma armarios. Un levaba unha pistola e outro unha barra de ferro. Píllante así, en coiros e descalzo, completamente desprotexido, e fan de ti o que queren», explica José Luis. «Entraron a ostia limpa desde o primeiro momento. A patadas e a puñetazos comigo», cuenta. A su mujer la apartaron cuando intentó ayudarle y la retuvieron en otra habitación. Mientras, el niño era testigo de todo desde la puerta de su habitación, donde se quedó paralizado, llorando e implorando que no matasen a sus padres.

José Luis está convencido de que la alarma evitó que la cosa acabase peor. Su pesadilla duró cinco minutos eternos. «Se non tiveran présa porque saltou a alarma poderían ter sido cincuenta minutos ou cinco horas», considera. Los asaltantes huyeron llevándose unas cuantas joyas familiares y 1.000 euros que José Luis tenía en una cartera que estaba en el bolsillo de una chaqueta. «No xardín deixaron unha bolsa cunha radial, discos, mazas, un alongador, destornilladores...», explica. «Non quero nin pensar que ían facer con todo iso. Se chegan a ter máis tempo desfarían a casa enteira. Ou cortaríanme unha perna...», conjetura.

La familia se fue de casa y no preveía regresar hasta reforzar las medidas de seguridad. Instalará rejas en las ventanas, puerta acorazada y alarma perimetral. Aun así, saben que su tranquilidad nunca volverá a ser la misma. «Esta casa é o maior esforzo da nosa vida, pero nestes momentos ata te plantexas se non era mellor estar nun piso», dicen.