Dos ladrones admiten haber matado a una viuda y piden perdón a la familia

Alfredo López Penide
L. Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

GALICIA

Uno de los acusados, ayer en el juicio, observando un vídeo
Uno de los acusados, ayer en el juicio, observando un vídeo Ramón Leiro

Los hechos tuvieron lugar cuando el acusado entró en la vivienda a robar

26 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Se me vino el mundo encima. No es el tiempo que vayamos a pasar en la cárcel, es lo psicológico. Lo siento mucho por la familia». Con estas palabras, Constante Sánchez Penelas, conocido por Tino o Chicano, reconoció ayer en la Audiencia de Pontevedra el asesinato de una viuda en cuya casa entró a robar obteniendo como botín unas cuantas piezas de bisutería y 35 euros. Chicano no actuó solo la madrugada del 30 de julio del 2016. Lo acompañaba José Manuel González Cruz, quien también confesó lo ocurrido. Estoy «arrepentido y mal», aseguró cuando le preguntaron por cómo se sentía, mientras que un policía nacional confirmó que el acusado «colaboró en todo momento» en la investigación.

Según relató el propio Constante, el crimen comenzó a fraguarse días antes. Cuando estuvo trabajando en el cierre de la casa de Pilar Fernández Otero, de 87 años, se percató de que, en ocasiones, lucía algunas joyas por lo que supuso que «algún dinero tendría», una circunstancia que se sumó al hecho de que la consideraron una «víctima fácil» por su avanzada edad y porque vivía sola desde la muerte de su marido.

De este modo, en la tarde del 29 de julio ambos hombres se desplazaron hasta la vivienda ubicada en la parroquia de Lérez. Mientras González Cruz la entretenía, Constante se introdujo en la casa haciéndose con unos anillos y una pulsera. Consumado el hurto, se fueron por caminos separados, si bien volvieron a encontrarse en el poblado de O Vao, donde adquirieron droga con el dinero que consiguieron de las joyas.

«Nos quedamos sin droga y, en ese momento, solo pensé en conseguir dinero», señaló Constante para explicar los motivos que, horas después, les hicieron regresar a la vivienda en un coche robado. Para evitar que la víctima los pudiera reconocer, cubrieron sus rostros y se adentraron en el inmueble. Pero Pilar Fernández los descubrió. José Manuel la alcanzó comenzando a zarandearla y a golpearla contra los muebles, mientras le preguntaba por el dinero. «Nos decía ‘‘non me fagades dano’’ o algo así», recordó.

Conseguido el dinero y unas piezas de bisutería, ambos abandonaron la vivienda, mientras la víctima quedaba en el balcón, desamparada, pidiendo auxilio. Posteriormente, sería trasladada al Hospital Montecelo, donde murió al cabo de unas semanas.

Adicto a las drogas

Ayer, Constante aseguró en el juicio que solo fue consciente de que había muerto cuando se lo dijo la jueza de instrucción. «Podía ser mi madre», añadió, al tiempo que mantuvo que llevaba 25 o 26 años siendo adicto a la heroína y a la cocaína, lo mismo que su compañero de banquillo.

La Fiscalía de Pontevedra solicita para cada uno de ellos 28 años y medio de cárcel: 20 por asesinato, 5 por robo con violencia, y 3 y medio por un segundo delito de robo.

En este arranque del juicio, uno de los policías que compareció explicó que, en un primer momento, detuvieron a Constante en relación con el robo de un coche. Y les extrañó que al leerle sus derechos, en lugar de ponerse en contacto con un abogado o un familiar, pidiese llamar a su amigo José Manuel.

Las sospechas se acrecentaron al cotejar sus pasos de aquellos días hubo y ver datos que no coincidían. Las sospechas se confirmaron al saber que había vendido unas joyas en un negocio de compra de oro. Las piezas fueron reconocidas por los allegados de Pilar Fernández. El cerco sobre ambos se había cerrado.