La lección que Galicia aprendió en Pedrógrão

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Los voluntarios del contingente que hace un año participó en la extinción del incendio que arrasó el centro de Portugal temen que esos grandes fuegos sean cada vez más frecuentes

24 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Ha pasado un año del gran incendio de Pedrógrão Grande, en el centro de Portugal. Un año de una tragedia de dimensiones catastróficas y números que abruman: 66 muertos, 254 heridos, medio centenar de casas arrasadas y 53.000 hectáreas quemadas. Un año también de la participación de un contingente de 33 gallegos que no dudaron en enfrentarse al infierno y poner al servicio del país hermano su sangre, su sudor y, sobre todo, su enorme destreza profesional que los sitúa entre los bomberos forestales más cualificados y mejor considerados del mundo. Fueron a ayudar y a enseñar, «pero también íbamos con la sensación de que teníamos mucho que aprender y así fue», relata Juan Tembleque, técnico forestal en Betanzos. «Pese a que uno ya va teniendo una edad, no tardé más que unos minutos en decir que sí cuando me llamó Manuel [Rodríguez Vázquez, que era jefe territorial de Medio Rural en A Coruña]. Cogí los bártulos y me fui», recuerda.

«Allí pensé que ojalá nunca tengamos que vivir esto en Galicia. Y pasó», recuerda un bombero forestal En aquellos cuatro días de junio, estos 33 gallegos aprendieron una dura lección en Portugal. Fueron testigos de primera mano de un tipo de emergencia, el gran incendio forestal con riesgo para las personas, que ahora se ha convertido en una amenaza real en Galicia. Por desgracia, aquel panorama tan desolador como impensable que tenían ante sus ojos tardó poco en reproducirse en casa y después tuvieron que hacer frente a la ola incendiaria de octubre, la peor desde la del 2006. Venancio Miniño, ingeniero forestal destacado en Ponteareas, fue de los que lo vio más de cerca. Aún tenía pegado a la piel el olor a humo de Pedrógrão cuando tuvo que encarar uno de los peores fuegos de aquellos días, que se extendió por varios concellos y arrasó nada menos que 8.000 hectáreas. «Pensé que ojalá nunca tengamos que vivir esto en Galicia, y mira, después pasó lo que pasó. Si no quería caldo, tomé tres tazas», bromea.

Galicia sufre unos 3.000 incendios al año. Son muchos, aunque no hace tanto esa cifra se situaba por encima de los 10.000. «A lo que nos enfrentamos aquí es a muchos fuegos, pero nunca de la dimensión de lo que vimos en Portugal», explica Miniño. Pedrógrão les mostró lo que podría también pasar en Galicia y ante lo que es necesario empezar a prepararse. «Tenemos que aprender de aquello, porque nos van a venir muy duras», añade.

Los bomberos forestales gallegos fueron recibidos en Portugal como héroes. «Nada máis pasar a fronteira a xente nos daba ánimos e nos aplaudían dende os coches. Sentinme orgulloso como axente e como galego, todo Portugal envorcábase connosco e ata querían invitarte a comer nas súas casas», rememora Manuel Gómez Trabada, agente facultativo medioambiental en Os Ancares.

Trabada, como todos le conocen en el dispositivo antiincendios, sintió que hicieron «algo importante» y recuerda que las técnicas que están acostumbrados a aplicar en Galicia eran desconocidas en Portugal, como los contrafuegos o fuegos técnicos. «Fixemos un e logo vimos nun xornal que titulaban dicindo que os bombeiros galegos aplicaban unha nova técnica», recuerda. «A verdade é que o seu dispositivo non é como o noso, porque eles son case que todos voluntarios, e ademais non hai unha xestión do monte como si temos aquí», añade.

En los cuatro días que estuvieron en Pedrógrão y Góis, optaron por dividir el dispositivo en dos para hacer turnos de doce horas y no detener en ningún momento las tareas de extinción. «Bueno, eso era en teoría, porque en realidad trabajabas veinte horas seguidas si hacía falta», rememora Tembleque, que destaca que lo que más impresionó del contingente gallego «fue su rapidez y eficacia».

A todos aquellos 33 héroes gallegos de Pedrógrão, además de la magnitud de la catástrofe que se posó ante sus ojos, lo que más les impresionó fueron las vivencias personales. El agradecimiento de los portugueses. La hermandad entre los bomberos llegados de otros lugares, como Andalucía, con los que trabajaron hombro con hombro. «Me gustó como experiencia, no como vivencia», señala Juan Tembleque, al que confiesa que le sobrecogió, y mucho, la dureza de las muertes, de la desolación, de las casas arrasadas y de tantas y tantas vidas abrasadas. No fue el único, claro está. A Venancio Miniño lo que más le conmovió fue «verles tan decaídos, aquello era una catástrofe sin precedentes y estaban un poco perdidos». El verano ha vuelto y, con él, el miedo a Portugal, donde todos esperan no tener que volver a recibir entre vítores a los bomberos gallegos. Sería una buena señal.