Los forenses dicen que no es posible determinar las causas de la muerte del holandés de Santoalla

La Voz OURENSE / LA VOZ

GALICIA

Agostiño Iglesias Otero

Del esqueleto solo se pudo recuperar el 13 % y la ausencia de la parrilla costal eliminó las posibilidades de hallar evidencias sobre el empleo de una arma de fuego

21 jun 2018 . Actualizado a las 12:41 h.

Cuatro años se cumplieron ayer del hallazgo de los restos del cadáver del holandés Martin Venforderm en un paraje situado a casi veinte kilómetros de Santoalla, la aldea de Petín de la que había desaparecido el 19 de enero del 2010. Tres días antes apareció quemado su todoterreno. La casualidad y la buena vista del piloto de un helicóptero permitieron llegar a él. Solo había huesos, apenas un 13 % del esqueleto humano, según dijeron ayer los peritos forenses Fernando Serrulla y Ana Losada. Ni indicios ni evidencias pudieron encontrar sobre el origen de la muerte. De la parrilla costal no quedaba nada, confirmaron. Hubiera sido determinante ese hallazgo, en el supuesto de haber recibido Martin en el pecho el disparo mortal, pues, como explicaron los forenses al jurado, los perdigones hubieran quedado en las costillas.

La rutina de los carroñeros indica que empiezan por el pecho, según explicaron, sobre todo si existen lesiones como las que, previsiblemente, había en aquel cadáver. Los primeros huesos que desaparecen son los que están deteriorados. De los que se localizaron, algunos presentaban restos de mordeduras. Del cráneo tampoco se pudo lograr nada. Por eso, la causa de la muerte no está clara y «solo las circunstancias» llevan a concluir su carácter de violenta y homicida.

Al deterioro también ayudó que el lugar esté a 1.300 metros de altitud, donde los inviernos son duros y en verano el sol ataca sin compasión alguna. 

El cepillo dental y el ADN

Que los restos -hallados entre 150 y 200 metros del lugar donde apareció el coche- corresponden a Martin está fuera de duda. Lo pudo confirmar la Guardia Civil con las pruebas de ADN, contrastadas con un hermano de la víctima y con las muestras obtenidas en el 2010 de un cepillo dental del hombre cuando solo era un desaparecido.

Con un cociente intelectual de 64 -cuando la normalidad ronda entre 85 y 100- y una discapacidad del 58 % con una minusvalía reconocida del 65 %, Juan Carlos Rodríguez llega a la cuarta sesión del juicio a la espera de que el fiscal pueda variar su posición inicial. De entrada, se enfrenta a una acusación de asesinato, delito por el que el ministerio público pide diecisiete años de cárcel. Para su hermano Julio, en libertad por esta causa sin haber llegado a ingresar en prisión preventiva, el fiscal planteó como primera opción la exculpación por ser mero encubridor. Será el jurado, de todos modos, el que tome la decisión.

Explosivo, incapaz de planificar y conocedor de lo que está bien o mal

La sesión de la vista dejó un perfil del acusado a quien la fiscalía considera autor del disparo mortal, Juan Carlos Rodríguez, como un hombre explosivo e incapaz de planificar, conocedor de la diferencia entre el bien y el mal, pero no capaz de entender las consecuencias de sus actos, de acuerdo con los forenses. En la misma línea, los dos voluntarios de una oenegé que trabaja en la cárcel de Pereiro con internos que requieren atención específica, lo presentaron como alguien infantil, «básico», con quien les costó empezar a hablar. Para tomar decisiones siempre necesita ayuda de terceros.