El asesino satánico mató «de forma salvaje»

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Marcos Míguez

El coruñés que acabó con la vida de su exsuegra se enfrenta a 34 años de prisión

16 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

A Jorge Marcial Mariñas Castro lo apodaron el satánico en la crónica negra coruñesa por ser un hombre vinculado a sectas que tienen al diablo en un altar, afición que aireaba en los correos electrónicos que le enviaba a su exmujer para amedrentarla. Llegó incluso a sacrificar animales, fotografiar la escena y remitir la imagen al móvil de la que había sido su pareja, con la que tenía una niña en común que en la fecha de los hechos tenía 21 meses. Tenía una colección de reptiles en casa y el pin de su móvil era 0666.

El 20 de agosto del año pasado este hombre mató a golpes a la madre de su expareja en su domicilio coruñés, luego cogió a su hija y se la llevó a una pensión de Culleredo con la idea de coger un avión al día siguiente y desaparecer. Pero a las pocas horas la Guardia Civil dio con él y lo detuvo, tras comprobar que la pequeña se encontraba sana y salva. Las acusaciones ya presentaron sus escritos de calificación. Mientras la Fiscalía lo considera autor de un delito de asesinato con alevosía, por el que pide que sea condenado a 25 años, las acusaciones particulares, ejercidas por los penalistas Kostka Fernández y Diego Reboredo, solicitan que el castigo sea de 34 años.

El procesado llevaba días anunciándole a su expareja lo que iba a hacer. Le envió varios correos electrónicos amenazantes. Pero ella, que había bloqueado su número cansada de las amenazas, no leyó sus escritos hasta después de los hechos, y se los entregó a la policía.

Cuatro años de relación

Su expareja declaró que la relación con Jorge Mariñas duró cuatro años y que fueron espantosos. «Me agredía y me amenazaba constantemente», aseguró. Llegó incluso a pedir que la internaran en un centro psiquiátrico. «Solía cogerme del cuello y me causaba heridas», dijo. Recordó que en el mes de junio, dos meses antes del asesinato y posterior secuestro de la pequeña, harta de aguantar desprecios y golpes, lo dejó. Se fue a vivir con su madre y ahí «empezó un acoso diario». Como prueba de que lo que decía era verdad, entregó su móvil a la policía para que comprobara los muchos mensajes amenazantes que le envió.

Contra ella, pero sobre todo, contra su madre, a la que culpaba de la ruptura. Decía que malmetía. «Estaba obsesionado con ella», añadió. Como esos mensajes telefónicos iban a más, un día decidió bloquearlos. Fue cuando él comenzó a amedrentarla por correo electrónico.

La policía, recordó, acudió varias veces al domicilio. Pero no porque la llamara ella, sino que eran los vecinos, cansados de escuchar gritos por parte de él, quienes daban la alerta. Pero esta mujer, cuando le preguntaban los agentes, prefería guardar silencio.

El día de los hechos, después de que Jorge Marcial se pasara la mañana enviando a su mujer los mensajes que ella había bloqueado y no leyó anunciando que iba a matar a su madre, acudió a la calle Gerión, donde se encontraban la exsuegra y su propia hija. Según las acusaciones, se dirigió a la víctima y comenzó a golpearla por todo el cuerpo «de forma salvaje y en presencia de su hija, que no hacía más que llorar».

Tal fue la paliza mortal que en la autopsia los forenses apreciaron la rotura de dos dientes y ocho costillas y decenas de golpes en la cabeza, porque el acusado la cogió del cuello y comenzó a tirarla contra el suelo y las paredes.

Secuestro de su hija

Inmediatamente después, cogió a su hija y se la llevó en coche hasta Culleredo, donde alquiló una habitación en una pensión y donde horas después fue detenido por la Guardia Civil.

Cuando declaró, el procesado aseguró que solo había empujado a la víctima, y negó haberle propinado todos los golpes que presentaba. Achacó ese impulso a que se encontraba destrozado y enfadado con su suegra porque no le dejaban ver a la niña y su expareja tenía otra relación. El hombre será juzgado por un jurado popular a finales de año.