El PP, 3 años perdidos en las ciudades

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Álvaro Ballesteros

Los populares retroceden en cinco de las siete urbes y afrontan el reto local con candidatos muy lejos de sus objetivos

22 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Es la magia de la política: según la encuesta municipal de Sondaxe, el PPdeG pierde en las siete ciudades gallegas cinco de los 65 concejales que consiguió en mayo del 2015, la peor noche de los populares gallegos tras la derrota de Fraga frente al bipartito. Hasta esa fecha, cumplir su objetivo de gobernar pasaba necesariamente por alcanzar la mayoría absoluta en todas las urbes, para lo que necesitaría 32 actas más oportunamente repartidas por todas las plazas. Hoy, paradójicamente, con un retroceso en intención de voto en cinco de las siete ciudades, solo necesitaría 24 más. Eso sí, el truco de la gobernabilidad requiere ahora de la indispensable colaboración de Ciudadanos, que es el partido que de verdad está ampliando las posibilidades del centroderecha de catar poder local.

Muchas de las cosas que han sucedido en el PPdeG en los últimos tres años tienen que ver con el desastre electoral del 2015, atenuado por la abrumadora implantación en la Galicia más rural, que le concedió más de la mitad de las 313 alcaldías. Los cambios en la secretaría general -Miguel Tellado por Alfonso Rueda, centrado en exclusiva en la provincia de Pontevedra- la renovación de listas o las crisis de Gobierno obligadas por las salidas de conselleiros han funcionado razonablemente bien para bombear votos a Rajoy en dos ocasiones o para apuntalar la singular mayoría de Feijoo, pero de momento no han dado frutos en el ámbito municipal, salvo que se quiera aferrar uno al tópico figurado de dar un paso atrás para coger impulso, algo extraño en la política.

Con los mimbres de la última encuesta, la percepción es que los populares han desperdiciado el tiempo de ventaja que le dieron En Marea y el PSdeG tras el meneo de las autonómicas. Mientras estos se peleaban o reorganizaban internamente, el PPdeG inició antes que nadie una agresiva estrategia contra las mareas coruñesas y Caballero, pero a un año de las elecciones todos siguen enteros, vivos y hasta se pueden ver de nuevo vencedores. Incluso en Ferrol, donde sí se presenta la oportunidad de gobernar negada en el 2015, pero por el tirón de Ciudadanos más que por el suyo propio.

La dimisión de Cifuentes -que coincide en el tiempo con la elaboración del sondeo- y la crisis de Gobierno en la Xunta que lleva implícita la salida de dos candidatos han condicionado sin duda las encuestas, que podrían ser distintas si José Manuel Rey, en Ferrol, y Beatriz Mato, en A Coruña fuesen los cabezas de cartel oficiales. Pero su hipotético efecto revulsivo queda aplazado para la siguiente cita con Sondaxe.

A excepción de Xesús Vázquez en Ourense, que aguanta el tipo en una corporación ingobernable, el resto de los más que probables alcaldables están muy lejos de alcanzar sus objetivos, con o sin ayuda de Ciudadanos, que en Lugo consigue un valioso botín de 4 ediles tras la estrepitosa caída popular de seis puntos.

El PP vive en ocasiones atrapado por sus protocolos internos no escritos, que son los mismos que permitieron que Conde Roa se presentase por segunda vez en Santiago a pesar de que sus debilidades personales y políticas ya eran conocidas. Por esta misma dinámica repite el exconselleiro Agustín Hernández, al que no le achacan el haberse quedado en nueve ediles hace tres años tras un convulso mandato de corruptelas y dimisiones. «Ahí falló el partido, no la persona», reconocen. Su problema es que el retroceso alcanza a la intención de voto y a su valoración como líder.

El caso de Vigo y Elena Muñoz es distinto. Preocupa mucho, pero ya no por la distancia con los socialistas, insalvable. Duele la diputación, que se aleja con la inestimable colaboración de la ciudad de Pontevedra, sumida en la incógnita, sin un candidato claro para el público y con un notable bajón que pone todo cuesta arriba hasta para un buen amigo de Rajoy, por trotón que sea. Y al tomate del sur se ha sumado el desafío de Javier Guerra, que se ha sentido ninguneado por el partido en el que lleva militando 36 años y que amenaza con una crisis con un trasfondo mucho más simbólico que electoral.

Con todo, la hoja de ruta popular no cambia: «Somos previsibles», proclaman. Algunos batacazos, también.