Galicia, del bum al crac en 40 años

maría santalla REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Chema Ríos

En 1978 nacieron 43.751 niños en la comunidad; en el 2016 fueron 19.062

14 abr 2018 . Actualizado a las 20:50 h.

Durante su primera guardia en la novena planta del hospital Juan Canalejo (hoy hospital A Coruña) se atendieron 23 partos. En la segunda, 19. «Pensé que no iba a poder», recuerda el ginecólogo Chema Ríos. Era el verano de 1978 y, aunque en el servicio de maternidad del centro hospitalario coruñés no todas las guardias eran tan intensas como esas primeras de Ríos, lo habitual era asistir a 15 o 16 partos cada día. Aquel año, hace cuarenta, nacieron en Galicia 43.751 niños. Eran los últimos coletazos del bum demográfico. Los nidos de las maternidades estaban siempre ocupados y se construían colegios a marchas forzadas para escolarizar a todos los nacidos durante los prolíficos años setenta. El cambio de tendencia pasó desapercibido, pero un año después, en 1979, los bebés que vinieron al mundo en Galicia fueron 41.057, y los ochenta se inauguraron bajando de los 40.000 (39.154 en 1980). El cambio social era imparable. En el 2016 nacieron en los hospitales gallegos 19.062 niños, un 56,5 % menos que cuatro decenios atrás. Del bum al crac.

En aquel 1978, en el que la democracia estaba aún estrenándose en España, las mujeres tenían más hijos y los tenían siendo más jóvenes. La edad media de la maternidad era de 27 años, por los 32 actuales. Y la edad media a la que se tenía el primer hijo eran 24 años (hoy son 31). Las cifras son reveladoras. En el 78, dieron a luz 2.637 mujeres de veinte años, mientras que en el 2016 fueron 150. Hace 40 años nacieron 1.031 bebés de madres con 35 años; en el 2016 fueron 1.572. En este último año fueron madres con 40 años 698 gallegas; en 1978 habían sido 417.

Un complejo cambio social, impulsado por varios factores, pero sobre todo por la incorporación de la mujer al trabajo, está detrás de este retraso en la maternidad. Un cambio vertiginoso que la biología no fue capaz de seguir. Entonces, dice Chema Ríos, «había menos patología porque la edad de las madres era menor. Llamábamos primíparas añosas a las que tenían treinta años». Precisamente esta es la razón de que, a pesar de que ahora haya menos nacimientos en los servicios hospitalarios gallegos, no se haya reducido la carga de trabajo de los profesionales: «Aunque ahora hay menos partos, hay más patología y más trabajo. Antes era más llevadero».

Nacían más niños. De madres más jóvenes. Y casadas. También en eso las cosas han cambiado mucho en los últimos cuarenta años. Lo certifican los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). En 1978 solo el 3,8 % de las mujeres que daban a luz en Galicia no habían contraído matrimonio. En el 2016, último dato disponible, el porcentaje de madres solteras había subido hasta el 47,54 %, muy cerca de la mitad.

La transformación social y demográfica ha sido profunda. Pero también lo ha sido el salto en la asistencia sanitaria. Cuando se tomó la fotografía que ilustra esta información, en el verano de 1978, los nidos del hospital Juan Canalejo estaban llenos. En algunos de ellos descansaban dos recién nacidos: no eran hermanos, compartían espacio porque no había cunas suficientes. Ese día había madres amamantando a sus niños en camillas en los pasillos del hospital, una imagen que rara vez enervaba a los pacientes ni desembocaba en denuncias. Aún así, el colapso sanitario comenzaba a ser noticia. El 14 de octubre de ese año 78 podía leerse en La Voz: «Quienes -para su suerte- no están acostumbrados a utilizar las cartillas del seguro, a esperar colas en los ambulatorios, a perderse por los pasillos de los centros de reconocimiento y de rehabilitación, llegan a los centros hospitalarios de la Seguridad Social con una cierta timidez. Su retraimiento se disipa enseguida, tan pronto se da cuenta de que, como él, decenas de personas aguardan en las salas de espera, mientras, por los pasillos, toda una legión de batas blancas se mueve a un ritmo vertiginoso, entre camillas, sirenas de urgencias y nervios de algún familiar o paciente».

Esas prisas con las que convivían los profesionales las recuerda Ríos tirando de anecdotario: «Las mujeres que iban a dar a luz hacían cola para que las rasurasen. Había una auxiliar que era muy hábil haciéndolo. Recuerdo un día que entró una mujer que venía de visita y, viendo un cartel que indicaba que era obligatorio cambiarse de ropa, vistió una bata y se puso a la cola. Cuando la auxiliar estaba en plena operación, la mujer preguntó: «E logo, ¿para ir ver a miña sobriña teñen que me facer isto?». El rasurado quedó a medias.

La auxiliar era una mujer porque, igual que ocurre ahora, el personal auxiliar y de enfermería era mayoritariamente femenino. Pero entre los médicos la proporción se invertía. «Éramos nueve residentes y solo había una chica». En este aspecto, un nuevo cambio en estos cuatro decenios: «Ahora se invirtió: hay un chico y nueve chicas».

Las proyecciones apuntan a que en doce años nacerán 6.500 niños menos

Si las proyecciones elaboradas por el Instituto Nacional de Estadística se cumplen, la crisis demográfica gallega no se solucionará a medio plazo. Al menos en lo que respecta a los nacimientos. La previsión que el INE ha elaborado para el año 2030, dentro de doce años, avanza una cifra de 12.490 nacimientos para Galicia ese año, 6.552 menos que en el 2016. Cuando la comunidad entre en la tercera década del siglo rebasará por muy poco los dos millones y medio de habitantes (2.506.448), unos 200.000 menos que ahora -la población gallega a 1 de enero del 2017 era de 2.708.339 personas-. La edad de la maternidad seguirá siendo tardía: 109 bebés nacerán de madres de 20 años; 308 de mujeres de 25; 709 darán a luz con 30 años, y 852, con 35.