El «magic man» que da el «okay» final a obras en casas de ricos en Londres

S.G.Rial LA VOZ EN LONDRES

GALICIA

Santi Garrido

La labor que realiza Saulo Toba, de Muxía, en la cadena de la construcción es revisar que los acabados queden perfectos

01 abr 2018 . Actualizado a las 16:07 h.

En algunas zonas de Londres hay tantas grúas, y tan grandes, que una ardilla podría cruzar la ciudad saltando de una a otra. El bum urbanístico aparece casi a diario en los grandes medios, pero también está en pequeños solares, donde se derriban antiguos edificios para edificar modernos apartamentos. El suelo es oro. La demanda, una mina. Existe una crisis de la vivienda, pero para los muchos que no la pueden pagar, un debate social abierto en aquellos municipios (boroughs) de la capital donde el problema es más acuciante. No todo es Londongrado, término ideado por Mark Hollingsworth para englobar a toda esa élite de millonarios rusos que han comprado lo mejor del centro, ni tampoco lo es todo operaciones como la venta de la planta de Arco del Almirantazgo, a cargo de un español y por 180 millones de euros. La explosión inmobiliaria tiene muchas ondas expansivas menores.

Naturalmente, también hay gallegos en ellas, como en todo. Es el caso de Saúl Toba Michinel, de Muxía, de 34 años. Londres le dio una segunda oportunidad. La primera, a los 30, no le salió bien. Ocho meses, y regresó. En Galicia no tenía trabajo. Y en la capital británica empezó poco a poco. Primero en la hostelería, pero casi siempre en la construcción. Comenzó de peón, «cargando cousas». En una cuadrilla en la que estaban él y nueve de Ghana. Después, de lift driver en la obra, diez horas al día dándoles a los botones para subir y bajar gente. Todo esto fue la primera vez. Regresó a España. Fue camarero y acudió a la vendimia a Francia.

 La segunda etapa llegó después y va mejor. De nuevo en la construcción. De peón, después de «amo de chaves» (tenía que ir abriendo y cerrando todas las puertas) y finalmente de magic man, «que en España non existe como tal», y que consiste en garantizar que todos los acabados de los pisos que construyen, de lujo, están impecables, sin mácula. Está encantado: «Traballo oito horas, cunha de descanso. Estou nunha empresa inglesa e son o único non inglés. Aquí, se o fas ben, danche as grazas; así vas máis contento ao traballo e vanche subindo o soldo. Se te esforzas, vas indo para arriba». Llegó sin saber inglés, como tantos. «Aquí non é fácil empezar, o tema do idioma é o peor. Pero aquí hai traballo, e en España, non. Aquí se te maltratan, vaste. Se te ves estancado, podes subir». Londres le genera sensaciones contradictorias. «Ás veces encántache, pero ás veces sénteste moi só en medio de tantos millóns de persoas».

 En Londres también trabaja, desde hace ocho años, el arquitecto gallego Iñaki Leite, de Boiro. Trabaja en proyectos de gran calidad y tiene clientela a la que le gusta ese plus. Coincide en que la vivienda es muy cara y que puede que sí exista una burbuja en el sector, pero el país tiene mecanismos de control suficientes. Con todo, a veces se ven precios «de locura», donde hablar de 20 millones de libras en un edificio para reconvertir en apartamentos no resulta insólito. Y eso que la incertidumbre del brexit ha propiciado caídas de precios en algunos de los barrios más exclusivos de hasta el 25 %, indica. Pero el mercado se mueve igual. «Y no son solo los rusos: se ve mucho de los países árabes, de China, de la India...».

Así, los precios son inaccesibles para los libreuristas, equivalentes a los mileuristas. Ni siquiera en las casas que bordean el anillo central o aquellas de cariz social construidas en los setenta a las que muchos gallegos accedieron por precios como 24.000 euros, y que han multiplicado por más de 30 su valor. Suelo codiciado. El escritor John Lanchester retrata (a su manera) todo lo que se puede mover en ese mercado en su libro Capital, pero cualquier emigrante veterano también lo puede contar. Incluso alguna que vivía casi al lado de Amy Winehouse y se enteró de ello el día que murió: tal es la discreción inglesa y tal la homogeneidad arquitectónica en determinadas zonas en las que conviven ricos y obreros en armonía.