Del «doctor con faldas» a la mayoría femenina en la universidad

maría santalla REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

MARCOS MÍGUEZ

En 1968 las mujeres eran el 27,5 % del alumnado universitario; hoy son el 55 %

26 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Manuela Barreiro, primera mujer matriculada en la Universidade de Santiago -comenzó sus estudios en 1896 y se licenció cinco años más tarde-, quiso acceder a la Facultad de Farmacia compostelana, tuvo que solicitar y obtener un permiso especial. Lo mismo tuvieron que hacer todas las mujeres que quisieron cursar estudios superiores en España antes de 1910. El 8 de marzo de ese año -la misma fecha en la que se celebra ahora el Día de la Mujer- se reconocía el derecho de las mujeres a realizar estudios universitarios. Desde entonces, el número de chicas que estudiaban comenzó a crecer, pero durante muchos años su presencia todavía llamaba la atención. «Se acordó que la alumna no estuviera en los pasillos, sino que entrara en la antesala de los profesores y esperara allí al catedrático para ir al aula y volver con él, terminada la clase. Durante la explicación se sentaría en una silla aparte, cerca del profesor», relataba una alumna de la época en un texto recogido por Laura López de la Cruz en su estudio sobre la presencia de la mujer en la universidad. En ese mismo texto se recoge un apunte del periódico El Liberal en 1882, en el que se daba cuenta de la «investidura de doctor» en la Facultad de Medicina de Madrid de una mujer, Dolores Aleu y Riera: «Felicitamos por adelantado a los enfermos que fíen la curación de sus dolencias al nuevo doctor con faldas».

Cuando el año 68 llegó para cambiarlo todo, la presencia de mujeres en las aulas universitarias ya no sorprendía, aunque todavía faltaba algún tiempo para que igualasen a los hombres y un poco más para que los superasen. El 27 de marzo de aquel año, miércoles, La Voz de Galicia llevaba a su primera página esta noticia: «El 27,5 % de la población universitaria, compuesto por mujeres». Hoy son el 55 %. En la información se desgranaban los siguientes datos, referidos al curso 1965-66: 92.819 alumnos tenían entonces las universidades españolas, de los cuales 25.478 eran mujeres. Las carreras preferidas por el alumnado femenino, detalla la nota, eran Filosofía y Letras, Farmacia, Ciencias, Medicina, Políticas y Económicas, Derecho y Veterinaria, mientras que en las escuelas técnicas las mujeres solo representaban el 1,3 % del alumnado. Una excepción era Bellas Artes, donde el alumnado femenino superaba ya el 50 %.

Galicia solo tenía entonces una universidad, la de Santiago, con seis facultades, Filosofía y Letras, Ciencias, Derecho, Medicina, Farmacia y Ciencias Económicas, que se inauguraba, precisamente, en el curso 1967-68. La USC no dispone de datos sobre el alumnado femenino de ese año, pero el porcentaje de alumnas debía igualar, o incluso superar, esa media estatal del 27,5 % de la que daba cuenta la información de La Voz: desde 1947 hasta finales del siglo pasado Galicia ocupó el primer lugar de España en el número de mujeres que cursaban estudios superiores, una cabecera que hoy sigue ocupando la Universidad de Santiago. Esa primacía que Galicia mantuvo durante más de medio siglo en cuanto a la presencia femenina entre el alumnado universitario la recoge el estudio Sociología de la mujer en la universidad, elaborado por Miguel Cancio, Luisa Barrera Peña y Ana López Peña y publicado en 1984.

Una vez que se baja al detalle, ese dato positivo pierde intensidad. El mismo trabajo destaca que, a pesar de la mayor presencia de la mujer, su situación en la universidad seguía siendo marginal, puesto que las alumnas se matriculaban fundamentalmente en estudios medios y carreras de menor prestigio. En 1968 las cuotas más altas de mujeres en la universidad compostelana estaban en las facultades de Farmacia y Filosofía y Letras, mientras que en Medicina, Derecho, Ciencias y Económicas la matrícula femenina era menor. Lo mismo ocurre si se analiza el profesorado femenino: su porcentaje era mayor en Filosofía y Letras y Farmacia, y también en la recién estrenada Económicas, y mucho más bajo en Ciencias, Derecho y Medicina. Las docentes eran hace 50 años el 16,9 % del profesorado universitario gallego. Su presencia ha subido 23 puntos en este medio siglo: hoy son el 40,2 % (en Santiago, el 41,7 %; en Vigo, el 40 %; y en A Coruña, el 38,1 %).

En esa universidad en la que las mujeres se contaban ya por miles prendía en ese año 68, y en el caso de Santiago también en el mes de marzo, la mecha de las revueltas estudiantiles, que tenían un papel reservado para las jóvenes estudiantes.

Las dos primeras catedráticas se nombraron ese curso

hubo que esperar 43 años desde que se aprobó la incorporación de la mujer a la universidad española para que una profesora ocupase una cátedra. Su nombre era Ángeles Galino Carrillo y se convirtió en 1953 en catedrática de Historia de la Pedagogía en Madrid. En la Universidad de Santiago las dos primeras catedráticas tomaron posesión en el curso 1967-1968. Las dos en la Facultad de Filosofía y Letras. Fueron Dolores Gómez Molleda, en la disciplina de Historia Contemporánea, y Rosario Miralbés Bereda, en Geografía. La primera de ellas murió hace algunos meses en Salamanca, en cuya universidad fue rectora, la primera de España, durante un año, entre 1979 y 1980.

Mientras, Rosario Miralbés acabó su vida laboral en Zaragoza, desde donde esta semana recordaba su etapa en Santiago, durante la cual, dice, llegó a tener «muchas alumnas». Nacida en 1924, Rosario Miralbés no cree que se la mirase de manera distinta por ser mujer: «Yo no me enteré de eso», afirma. Aunque lo cierto es que en el curso en el que tanto ella como su compañera Dolores Gómez consiguieron su plaza había 61 catedráticos en la universidad compostelana.

Dos años después, en 1970, la Universidad de Santiago nombraría a otras dos catedráticas. Una de ellas también en Filosofía y Letras: Carmen Bobes Naves, de Gramática Histórica de la Lengua Española. La segunda, Pilar Fernández Otero, fue la primera catedrática gallega en una carrera de ciencias. Consiguió su cátedra en el departamento de Fisiología Animal de la Facultad de Farmacia.