«Allí me atracaron 4 veces en un mes»

Jorge Casanova
jorge casanova BEARIZ / LA VOZ

GALICIA

Santi M. Amil

Beariz vive con inquietud la ola de crímenes en México que afectan a emigrantes del concello

26 mar 2018 . Actualizado a las 14:20 h.

Beariz es un pequeño pueblo de la provincia de Ourense de esos en los que no se ve mucha gente por la calle en un día de diario. Si algo lo singulariza, más allá de la belleza natural que comparte con otros concellos de esa tierra de montes, es la emigración, que envió a centenares de sus hijos a América, especialmente a México, donde muchos hicieron fortuna. Se aprecia en las ostentosas casas que adornan el pueblo y sus parroquias. Incluso en las obras que se llevan a cabo en varias de ellas. Casi todas de emigrantes: «Se trabaja muy bien con ellos -afirma un obrero-. Encargan y no preguntan precio». O incluso en las oficinas bancarias, menos de las que había antes de las crisis, pero muchas más de las que corresponderían por su nivel de población: 982 habitantes, según el último padrón.

Otro dato, mucho más indeseable, pone a Beariz en el mapa de vez en cuando: los asesinatos o secuestros de emigrantes originarios del concello y radicados en México. El último, José González, ejecutado de un disparo en la capital. No es un buen tema de conversación. A los vecinos no les gusta. Y a los emigrantes, que cada año regresan varios meses, tampoco. Ahora estamos en temporada baja y en uno de los bares del pueblo, con el tema sobre la barra, algunos expresan su tristeza. Son gente de la zona que al final dejan caer pequeñas historias que han oído en los últimos años: secuestros terribles, asesinatos sin sentido, gente a la que le cortaron los dedos... «Algúns pasaban por alí e outros ao mellor tiñan algunhas cousas...», dice un parroquiano: «Comentarios, hainos de todo tipo».

Santi M. Amil

Las mesas del bar tienen la superficie de mármol, para que restalle el golpe de la ficha de dominó. Si se pasan los dedos, se nota el desgaste. Es el pasatiempo favorito de los emigrantes: «Aquí pásano ben -explica otro en el mismo bar- poden sacar o Ferrari, porque igual alí non poden». Entonces, cuando uno ha hecho su vida y tiene más que lo suficiente, ¿por qué quedarse en un lugar donde una bala puede acabar con todo? «Alí pódese seguir vivindo cando non tes conciencia de que a túa vida está en mans de quen a quere tomar», responde Eliseo Ogando, un emigrante que pasa unos días en la zona y que habla en un singular gallego con acento mexicano: «Ás veces hai unha causa e ás veces, non. É só porque estabas alí. Se tes unha boa situación, es candidato. Pero se pensásemos iso, non sairiamos da casa».

Eliseo tiene 71 años y acumula décadas en el D. F. Asegura que, en los últimos años, las cosas han cambiado mucho: «Hai 40 anos vivíase ben, ata había unha certa moral na delincuencia. Atracábanche e quitábanche os cartos. Hoxe péganche un tiro». Dice que a él lo atracaron tres veces. No muchas, la verdad. Ha tenido suerte.

«Un tema tabú»

A escasos kilómetros de la capitalidad está Magros, una parroquia con muchos edificios y poca gente. Allí, José nos atiende a la puerta de la bonita casa de piedra que ha ido construyendo en los últimos años: «Hice la casa para mi mujer y ahora que tengo la casa, no tengo a mi mujer», dice con tristeza. La señora está enferma, en la residencia que hay en Beariz. José, que ya tiene 80 años, reside en California, pero también empezó en México: «Me fui por motivos económicos, no por inseguridad». Mientras hablamos, un cuñado, que está en Panamá, le trae una pota con caldo para comer. «Mire, se quedan porque para hacer dinero, para hacer vida, hay que batallar mucho. Y una vez que lo tienen, no lo quieren perder... pero a veces lo que pierden es la vida». El cuñado se va, no le gusta la conversación. «Es un tema tabú -admite José-. Ni cuando vienen se habla de esto, porque hay inseguridad hasta para hablar de estas cosas. No se sabe hasta dónde alcanza el volumen del problema y nadie quiere que se extienda hasta aquí».

«Yo volví hace 15 años. Allí ya no se podía estar», lo cuenta un jubilado en medio del pueblo, que no quiere dar su nombre y que asegura que tiene a varios hermanos aún allí: «Me atracaron cuatro veces en un mes. Tenía una mueblería y la vendí. Puse un hotel en Guadalajara y me volvieron a asaltar». Él echó sus cuentas y tomó el camino de vuelta. Sus hermanos, no: «Sus mujeres nacieron allí», comenta a modo de justificación.

La mayoría prefieren quedarse. Pese a que en pocos meses han sido asesinados tres empresarios relacionados con Beariz. Quizás ahora alguno más esté ya considerando que esas enormes casas que construyeron para pasar el verano, puedan ser tal vez, el mejor lugar en el que retirarse.