«¿Por qué muchos piensan que por ser brasileña ya te dedicas a la prostitución?»

S. Rodríguez A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

César Delgado

Llegó a Galicia huyendo de la violencia, pero se ha topado con un racismo que le complica la supervivencia

24 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Me vine de Brasil por la violencia de mi país, pero aquí la violencia es de otro tipo». Helenice es del estado de Mato Grosso, tiene 39 años y tres hijos adolescentes. Enviudó muy joven. Su marido, padre de la hija mayor, fue asesinado «con dos tiros» en la misma noche que mataron a seis personas en su pueblo. Rehízo su vida con otra pareja, pero un día optó por dejar Brasil para garantizar la integridad de sus hijos.

Así que lleva cuatro años en Betanzos, donde trabajaba hasta hace pocas semanas en un bar de la comarca. «Con un contrato de media jornada me pasaba 12 horas o más cada día…», se queja. Comprobó que esa circunstancia es bastante común entre la población trabajadora española, pero se indigna con lo que narra a continuación. «Éramos seis empleados y todos podían comer y beber más o menos lo que quisieran del negocio menos yo: ¿por qué? Yo solo podía beber agua del propio local, si quería comer me tenía que llevar la comida de casa…».

Pese a todo, no se fue, sino que la echaron. «Cuando estaba de baja. Lo comuniqué el día 19 de febrero de este año, les dije que estaba enferma, y seis días después recibí un burofax en el que me decían que me echaban», explica Helenice Cándida Jeneiro. Y el golpe económico le llegó en medio de un proceso de divorcio con su pareja española.

El triste episodio del día 13

La asociación brigantina Mirabal la guía en sus gestiones administrativas al igual que ante los juzgados, pero no ha conseguido sacudirle las miradas y los gestos racistas que rodean a esta mujer. Helenice tiene grabado a fuego un episodio reciente. «Fue el 13 de marzo. Yo salía de los juzgados, destrozada, nerviosa, y en medio de la plaza de Betanzos me para una señora. Me dice: “¿Sabías que una chica de tu país acaba de matar a un niño de 8 años en Andalucía?”. Me sentí indignada. Le dije que yo era brasileña, no dominicana, pero que en todos los países hay gente buena y gente mala», dice Helenice. «Me ofendió muchísimo: ¿a qué venía aquello? ¿Por qué una persona de Betanzos a la que no conozco de nada me relaciona con una asesina?», se queja. Desde ese incidente, se pregunta cuánta gente con la que se cruza por la calle la verá con la misma mirada que aquella señora. «De verdad, es que ya salgo lo mínimo a la calle, voy a la compra y vuelvo lo antes posible».

Pero en este ambiente hostil sí tiene gente que la apoya. Además de la presidenta de la asociación Mirabal, Ana Saavedra, y otra Ana -una policía de Sada-, Helenice habla maravillas de su suegro (que pronto será exsuegro). «Él me ha ayudado mucho, pero el racismo es más poderoso: una vez me dijo que fuera a un sitio en el que buscaban dependienta y al entrar y verme ya me dijeron que no querían gente como yo… ¡Gente como yo!», explica mientras rompe a llorar. «¿Por qué aquí muchos piensan que por ser brasileña ya te dedicas a la prostitución? Yo solo vine a trabajar para darles un futuro a mis hijos, para que no los matara una bala en mi país… Solo eso, y aquí me cuesta muchísimo hasta que me alquilen un piso».

Acaba de empezar una nueva etapa. Sin marido. Sin trabajo. Pero con el mismo rechazo por ser extranjera.