El establecimiento funcionó con llenos absolutos durante 20 años, pero no logró superar la dura crisis
22 mar 2018 . Actualizado a las 09:47 h.Los 84 años y algunos achaques no frenan a Antonio González, un vecino de Rábade, que este verano tendrá acabado un geriátrico de cinco plantas y más de medio centenar de plazas. Reconvierte el hotel que abrió en 1985 y funcionó con llenos absolutos hasta que llegó la crisis. Después de cerrarlo en el 2007 y ponerlo a la venta, Antonio decidió volver de lleno a los negocios, nada menos que con un geriátrico. El éxito parece tenerlo asegurado, porque la provincia de Lugo envejece a pasos agigantados.
«Tras el cierre había que adoptar una solución. Estuvo a la venta, pero la operación no se llegó a efectuar. No era fácil. Entonces consideré que lo más interesante era acondicionarlo para una residencia de la tercera edad. Y en ello estamos», indicó Antonio. Ahora cuenta que, si todo va bien, las instalaciones puedan estar disponibles este verano o en otoño para el acondicionamiento de algo más de cincuenta habitaciones y otra serie de servicios.
Antonio no tiene duda de que es el mejor camino que pudo haber elegido para poner a andar de nuevo el inmueble. «Mire, cuando monté el hotel, no faltó quien me llamase loco. ¡Quién va a ir a dormir a Rábade! [localidad situada a 15 minutos de Lugo], decían algunos. Y resulta que el establecimiento fue todo un éxito. Si hago caso, no hubiera abierto el establecimiento. No tengo duda de que el geriátrico será aún más exitoso», explicó. Por ahora no sabe cuánto personal necesitará, ni otros detalles sobre el funcionamiento, porque para el arranque aún falta algún tiempo.
Técnicos alemanes e ingleses llenaron las habitaciones del establecimiento que cerró en el año 2007 A Antonio González no le asustan los negocios, porque tuvo un buen maestro. Fue José Rodríguez López, conocido popularmente como Pepito Mantequillas, el que levantó uno de los primeros imperios lácteos gallegos, Arjeriz. Esta empresa, con centros en varios lugares de Galicia, al fallecer su creador pasó a manos de familiares de Rodríguez y funcionó con la denominación de Larsa. González recibió la encomienda de su jefe de abrir y dirigir un centro de recogida de leche en Vista Alegre (Ferrol) en el que llegaron a despachar hasta 70.000 litros mensuales. A posteriori, cuando José Rodríguez falleció, su empleado decidió entrar de lleno en el mundo de la hotelería con un establecimiento para 52 huéspedes y con una decena de empleados.
El hotel funcionó a las mil maravillas, aun estando fuera de una gran urbe. Las claves fueron dos empresas que estaban en las inmediaciones: la maderera Finsa y la láctea Leche Pascual. «Vinieron técnicos alemanes, ingleses y de otros países a acometer la modernización de la planta maderera. Otros especialistas también llegaron para montar Pascual. Hubo momentos en que treinta habitaciones, o más, ya eran fijas para los técnicos de Finsa», contó Antonio González. Además, dijo, muchos viajantes de comercio elegían su establecimiento porque ofrecía garajes cerrados para los coches.
Cuando se fueron los técnicos, llegó más competencia a la zona y, además, comenzó a asomar la crisis, muchas de las habitaciones del hotel comenzaron a quedar sin huéspedes. La llegada de la A-6 hizo que la N-VI se vaciase y que por el centro de Rábade hubiese menos circulación y, por lo tanto, menos clientes. Todo eso ayudó a Antonio González a reinventarse y a iniciar, con ochenta y pico años, una nueva andadura profesional.